Es verdad que Frankenstein peca quizá en ocasiones de un exceso de sensiblería. Pero creo que en el caso de Drácula podemos hablar también de fin moralizante, "de moralina" al gusto de las convenciones de la época. Es que si no hubéramos tenido en Drácula un final en el que triunfan el honor, la virtud y la honestidad, sencillamente esa novela no podría haber salido en aquella época. Drácula ha hecho el mal, y ha arrastrado a varios inocentes en su camino, por tanto tiene que ser castigado, y tenemos un final edificante, de acuerdo a la moral de la época, en el que no falta incluso la muerte de uno de los héroes. Los buenos, en Drácula, son muy buenos. Los malos, muy malos, y además son siempre así. Quizá esta es una de las razones que hace que este libro me guste ahora menos que cuando me lo leí por primera vez. El único personaje más complicado es a mi entender el demente Renfield, quizá el más interesante de todo el libro -dejando aparte al propio Drácula, con lo que tiene de encarnación del poder del mal-, que unas veces está loco y otras cuerdo, unas veces está con Drácula y otras con los héroes. Por que Drácula se convirtió en un vampiro y es tan malvado es algo que en el libro nunca se explica, y acaso esto contribuye a hacer el personaje más antipático, pero también más poderoso y a rodearlo de misterio. La mayoría de las adaptaciones han fallado al tratar de conectar a Drácula con una de esas historias de amor más allá de la muerte, lo que yo creo va en contra de la intención de Stoker, que no quería crear una figura romántica, sino más bien terrorífica y repulsiva, al estilo del Nosferatu de Murnau, una representación de los peores instintos del alma humana. Drácula es el Otro, como lo era el Monstruo de Frankenstein, el Mr Hyde del Dr Jeckyll, el Fantasma de la Ópera: un marginado, un símbolo de las partes más oscuras del alma humana, una representación de aquello que ocultamos porque no queremos que se vea, porque yo creo que el terror va fundamentalmente de éso. No es un muerto ni un vivo; es un extranjero exótico en tierra extraña y se alimenta como un parásito sembrado la muerte a su alrededor, esparciendo plagas. Es, como todos los grandes personajes del terror, un símbolo de aquello que no queremos ver, aquello que se rechaza, pero de algún modo se desea. ¿Por qué? Pues probablemente el que mejor lo explicó fue el propio Bela Lugosi: "Ser Drácula es una bendición y una maldición" y "Drácula no muere nunca".