Me ha producido un extraño efecto de proximidad emocional conocer la muerte de Bergman. Sólo me había ocurrido con anterioridad que recuerde con la prematura desaparición de Kieslowski. En el caso del polaco fue algo diferente, más bien empatía egoísta, de pensar "que haya muerto tan joven nos ha privado de tener más películas suyas" pese a que ya había hecho un amago verbal de no seguir dirigiendo y dedicarse a escribir guiones.
A Ingmar Bergman lo viví y sufrí a fondo gracias a la gran cantidad de películas que se han ido editando estos últimos años en DVD, a través de Manga, Filmax y en menor medida Cameo. Nunca voy a olvidar la primera vez que vi "Persona". Era un sábado por la noche de principios de siglo. Terminé de verla a las dos de la madrugada y no sentí mi mente "liberada" del pensamiento obsesivo y recurrente sobre la película hasta el lunes al entrar en el trabajo.
No me he atrevido a volver a verla, sin estar seguro del por qué, si por miedo a que un revisionado eche por tierra el traumatizante efecto de su descubrimiento o simplemente por miedo a volver a caer en semejante desazón existencial y mística.
Para mí han muerto ya dos de mis padres adoptivos emocionales: los ya mencionados. Menos mal que con doce años de distancia entre uno y otro.
Antonioni , sin embargo, es una de mis asignaturas pendientes. Todavía no he consegudio empatizar más que de modo parcial con ninguna de sus películas. Sólo rivaliza con Fellini, que a ése sí que nunca conseguí pillarle el tranquillo (con decir que me he sentido más identificado con algunos fragmentos de alguna película de Tinto Brass -como "El hombre que mira"-, cosa que por cierto no debería confesarse en un foro de cinefilia...)
Intuyo que todo ésto es porque nos apasionan los puntos de vista de los creadores que con lo que muestran arañan la superficie de tus propios demonios internos, y hay otros que exponen otros que no coinciden con los propios y quedan en la indiferencia.