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Twist
Voy a discrepar de la opinión generalizada (y supongo que me lloverán palos) y expondré mis razones.
No voy a entrar en la solvencia técnica de la película porque me parece que es perfectamente funcional para lo que cuenta; es decir, resulta adecuada su narrativa cinematográfica al guión, sin más. Y puede que sea divertida o simpática en la misma medida que lo son determinadas comedias de Laurel y Hardy, o Jerry Lewis o el primer Woody Allen (subgénero gente torpe metiendo la pata).
Tampoco voy a incidir en los problemas de quienes nacen con síndrome de Dawn ni en la necesidad indiscutible de su inserción y normalización social en la medida de sus posibilidades.
El problema es que la película me parece ramplona (en el mismo sentido que algunas comedias españolas de, por ejemplo, los años sesenta) en su contenido y, lo que es peor, deshonesta en sus supuestas intenciones.
Su director y productores nos han repetido hasta la extenuación que lo que han pretendido es visibilizar al colectivo y mostrarlos como personas capaces, pero lo que nos muestran en pantalla no es eso sino más bien todo lo contrario, una variación de los tópicos chistes y gracietas con discapacitados: no entienden las instrucciones ni las reglas más simples de un juego, son mucho más torpes que cualquiera, su resolucion de problemas es simplista, inflexible e incluso puede resultar absurdamente violenta en sus manifestaciones, no saben comportarse junto a otros colectivos (qué intolerantes son los usuarios de ese autobús con lo divertidos que son estos campeones como compañeros de viaje)... Es decir, la misma ristra de lugares comunes para obtener la risa fácil de siempre: qué risibles son las inevitables equivocaciones y peculiares movimientos de esta gente (que son, ojo, espectador, como todos los demás,... pero tan, tan torpes que son graciosos).
Eso sí, para redimir la explotación de tales recursos "cómicos", se nos ofrece un final en el que los protagonistas obtienen su premio y el reconocimiento de que, a pesar de todo, han sido capaces de funcionar medianamente como equipo, incidiendo en aquello que tanto denostamos en las acomodaticias comedias americanas de ñoño desenlace: todos son muy buenos y felices, se quieren muchísimo y el mundo entero así lo reconoce entre vítores y aplausos. Pero, cuidado, no es el recurso a la lágrimita fácil que tanto reprochamos a otros, no, el mensaje de esta película es, en el fondo (abisal) muy serio, oigan: las personas con síndrome de Dawn pueden jugar, con mucha dificultad, al baloncesto... en otra liga.
¿Y esto se quiere hacer pasar como una reivindicación de un colectivo menospreciado o ignorado? ¿En serio? Porque a mí me parece todo lo contrario: una exhibición grosera de sus discapacidades con un baño acaramelado (ese entrenador cínico rendido a los encantos, candor y habilidades de su equipo) para hacerlo pasar por otra cosa.
Se podrá objetar que tampoco es para tanto, que es una simple película al fin y al cabo. Muy bien, pues que se venda como tal, y no como la labor de una ONG para dignificar a un colectivo, pues no es tal cosa.
Sinceramente, tenía un mejor concepto del señor Fesser.