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Hush… Hush, Sweet Charlotte (1964) / Director: Robert Aldrich / Guión: Henry Farrell, Lukas Heller / Intérpretes: Bette Davis, Olivia de Havilland, Joseph Cotten, Agnes Moorehead, Cecil Kellaway, Victor Buono, Mary Astor, Wesley Addy.
Dos años después de ¿Qué fue de Baby Jane?, una de las mejores y más estremecedoras películas de terror de todos los tiempos, Robert Aldrich, Bette Davis, los guionistas y gran parte del equipo de rodaje retomaron el perturbador camino emprendido. Si en la citada obra Aldrich creó un malsano drama gótico con elementos de horror psicológico y carácter de grand guignol, en Canción de cuna para un cadáver llega aún más lejos para entrar de lleno en un terreno absolutamente inmoral y tan excesivo y delirante que se asemeja a una macabra broma, eso sí, disfrutable de cabo a rabo.
Para comenzar, la larga secuencia de arranque a modo de prólogo pre-créditos es memorable: como en el resto de la película, Aldrich crea una atmósfera enfermiza aprovechando la ambientación sureña y la soberbia fotografía (el uso de las luces y las sombras es fascinante), lo que contagia una sensación de inquietud y misterio al espectador, quien se ve golpeado por el impacto que supone un enorme cuchillo de carnicero seccionando una mano en primer plano y, después, descuartizando (de manera sugerida) a la víctima de la furibunda agresión. Una mano cortada, chorros de sangre y un muñón componen el desenfreno gore, anticipo de los excesos y efectismos (nada negativos, insisto) que vendrán después, más propios de una desprejuiciada comedia negra que de una película de terror puro.
Aunque no conviene desvelar nada del argumento ya que en las sorpresas y los giros reside parte del atractivo (si bien resultan, para qué nos vamos a engañar, previsibles), sí diré que todo comienza con el encuentro entre el adinerado y furioso padre de Charlotte y el amante (casado) de ella. El padre desaprueba la relación y obliga al tipo a dejarla, pero ella, al parecer, pierde la razón y comete el brutal asesinato. Años después, una envejecida, decadente y trastornada Charlotte (Bette Davis) vive en la mansión familiar con la única compañía de su excéntrica criada, Velma (Agnes Moorehead, sobreactuadísima pero genial). Un día, aparece su prima, Miriam (Olivia de Havilland), que acude para responder a la petición de ayuda de la rica desequilibrada…
De esta forma, da inicio una película donde, aviso, nada es lo que parece y hay mucho de farsa… y cachondeo. Sólo así se puede explicar el histrionismo de Agnes Moorehead o el acento de Joseph Cotten, la apuesta por detalles tan rocambolescos como una cabeza dando tumbos y las trampas de guión que descaradamente nos cuelan sin rubor. ¿Perjudica a la película? Yo diría que no, dado que el propio tono delirante y netamente fantástico impide que nos importe. Y es que resulta una delicia asistir a las perversas maquinaciones de unos personajes nada inocentes que casi parecen estar cercanos a cierta autoparodia. Y por si no tuviéramos suficiente, tenemos aquí un buen puñado de momentos portentosos a conservar en la retina, como esa alucinación/ensoñación/pesadilla consistente en un baile frecuentado por gente sin rostro y culminado con pólvora, e incluso algo de crítica al periodismo sensacionalista o a los prejuicios sociales.
Robert Aldrich era un director como la copa de un pino: desde feroces obras maestras como el potente cine negro de El beso mortal o el escalofrío rebosante de maldad de ¿Qué fue de Baby Jane? hasta las aventuras bélicas de los incorrectos mercenarios de Doce del patíbulo o la crueldad sudorosa de la tremenda La banda de los Grissom, su interesante filmografía merece una urgente reivindicación.
Valoración: ****
PD: En DVD a 9,90 €.