Tema: Cine Gore

Ya que me he metido en este berenjenal, pues venga, voy a hacer un viscoso y aterrador recorrido por uno de los marcos cinéfilos más escabrosos, difíciles y mundanos (también más multitudinarios) que ha aportado el cine a lo largo de su historia: el ‘gore’ y todas sus truculentas ramificaciones, el ‘splatter’ y el ‘slapstick’.

Lo que pudo parecer en su momento como una simple moda de minorías ha pasado a ser, con el tiempo, cuna de grandes filmes que se consolidaron en objeto de culto, gracias a enfervorizados directores que hicieron del ‘gore’ (palabra que significa literalmente “sangre derramada”) una forma diferente de ver el cine.

Visión caracterizada por una peculiar codificación y distintivo modo de tratar sus argumentos. Un cine definido por la imperiosa y morbosa necesidad (con humor o sin él) de mostrar sangre, vísceras y mutilaciones. Tendencia que ha salpicado las pantallas de todo el mundo a lo largo de tres décadas para deleite de los llamados ‘gorehounds’. O lo que es lo mismo, los consumidores más entusiastas de este género adscrito genéricamente a la serie B y Z. Al igual que el cine X, el ‘gore’ tiene en su contra un corrosivo esquema demasiado irreverente y nada convencional, si se tiene en cuenta el humor macabro y la desmedida cantidad de hemoglobina que suele particularizar este llamativo género de culto. Si por algo se diferencia el cine gore es por la transgresión visual, sin duda alguna la máxima elemental de este tipo de cine. O al menos eso fue lo que pensó el padre del género, el cineasta recientemente homenajeado en Sitges Herschell Gordon Lewis que, junto a David F. Friedman, creó con sus revolucionarios filmes el hoy conocido como cine ‘gore’. ‘Blood feast’, ‘2000 maníacos’ o ‘The gore gore girls’ marcaron el camino hacia la expresión sangrienta más pura y dura, el llamado cine ‘splatter’.



La idea fue recibida de forma exitosa e hizo que otros nuevos directores como Ted V. Mikels o Ray D. Steckler, rebeldes y dispuestos a transgredir las líneas visuales y narrativas, prosiguieran con la enloquecida perspectiva de Lewis otorgando al cine de género célebres piezas de ‘gourmet’ como ‘The astro zombies’ o ‘The incredibly strange creatures who stopped living and became mixed-up zombies’. Sería en los 70 cuando el cine ‘gore’ abre las puertas traseras de un Hollywood que fija su interés en directores herederos de la fascinante y arriesgada visión encarnizada de este arte cinematográfico, transformando sus formas en pura diversión.



Así, llegó la legendaria obra maestra ‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero. Filme que no sólo alcanzó una magistral fusión entre el cine independiente y el terror, sino que abarcó el género de una manera seria y sin concesiones al puro divertimento. Una maravilla visual con aire semidocumental de múltiples lecturas que dejaría constancia del talento creador de Romero. Desde ese mismo instante, los jóvenes realizadores de la época comenzaron a utilizar la sangre para describir interesantes historias de bajo presupuesto en las que, además de hemoglobina, se apreciaba una atmósfera definitoria de un nuevo estilo en el que se fomentaron tramas (casi siempre de terror) que han traspasado el tiempo para convertirse en magníficas cintas de culto.



Fue el momento de Tobe Hooper, autor que convulsionaría de manera radical el ‘gore’ con la impresionante ‘La matanza de Texas’, sustituyendo la sangre como perturbación por una aterradora historia bajo la agobiante atmósfera de locura que logró una angustiosa estética y puesta en escena. Lo que aprovecharía el gran John Carpenter en su soberbia ‘Halloween’, pasando a inaugurar ésta el subgénero llamado ‘killer on the loose’, centrado en un psicópata suelto matando a quien se le pusiera por delante. A esta ola no es ajena ‘Viernes 13’, de Sean S. Cunningham o ‘La última casa a la izquierda’, de Wes Craven. La insania y la revolución glutinosa de vísceras se encontró con genios como David Cronenberg y sus obras ‘Vinieron de dentro de…’ y ‘Rabia’ o la plétora ampulosa de Joel M. Reed en ‘Sardú’. Unidas a la intencionalidad subversiva de De Palma en ‘Carrie’. Lo que era cine de culto y minorías se transmutó, gracias a las grandes ‘mayors’, en cintas de terror efectistas con salpicones de sangre que se alzarían con el éxito buscado. ‘Aullidos’, ‘Los chicos del maíz’ o la fantástica obra de Clive Baker ‘Hellraiser’ son algunos ejemplos de tal proliferación. Al ‘gore’ más disoluto se unió el cachondeo de la Troma creada por Lloyd Kauffman, que ha persistido en su empeño por proteger la independencia del subgénero con ‘El vengador tóxico’, ‘Blood hook’ o ‘Splatter University’.






A la vez emergen películas reseñables e interesantes como la estupenda ‘Re-animator’ de Stuart Gordon, empapada del espíritu ‘gore’ más sanguinario e histérico, o los míticos ‘giallos’ Lucio Fulci, el padre del ‘spaghetti-zombie’ con ‘Demonia’ o el clásico Dario Argento con personales obras de la talla de ‘Inferno’ y ‘Suspiria’. A pesar de un declive evolutivo hacia una desagradable vertiente sangrienta configurados en títulos de la prosapia de ‘Redneck zombies’, un joven Sam Raimi, dotó a las arcas del cine con ‘Posesión infernal’, que se ganaría a la crítica con su innovador estilo dinámico y desobediente. Sin perder un estilo que les ha hecho ser reconocidos tardíamente, Frank Henenlotter o Peter Jackson, han aplacado las ansias del ‘gorehound’ con el humor bestia de ‘Basket Case’ y ‘Mal Gusto’, respectivamente. Por último resta el bastión más impúdico y difícil del reino de la sangre, el alemán Jörg Buttgereit con sus mortificantes aberraciones prohibidas en medio mundo ‘Nekromantik’ y secuela o la paranoica e insufrible ‘Schramm’, erigiéndole como el monarca del ultra-gore moderno hasta unos límites altamente desagradables y vesánicos.



No hay que olvidarse de nuestras fronteras, en las que destacan los grandes genios del terror español, Eugenio Marín, Carlos Banepar, Juan P. Simon, Armando de Ossorio, Antonio Blanco, Nacho Cerdá y el estallido de sangre y talento del despreciado Jesús Franco.



Los habituales consumidores de este tipo de cintas habrán echado de menos títulos carismáticos como ‘Five bloody graves’, ‘Buried Alive’, ‘Tetsuo’, ‘Henry’ o ‘El Dentisita’ y a cineastas generacionales de la envergadura de Al Adamson, Joe D’Amato, Brian Yuzna, Andy Milligan o John Waters. El cine ‘gore’ es, en definitiva, otra expresión de un género atestado de obras de culto, películas inolvidables y fracasos y éxitos a partes iguales. Al igual que el cine porno, el ‘gore’ ha manifestado un proceso de encumbramiento y decadencia para dejar una historia propia con autores que han pasado a los anales del cine con letras de oro. Eso sí, siempre bañadas en sangre y entrañas. Un cine que ha sido descalificado sin reservas y que, aunque limitado por su carácter genérico, ha sabido ofrecer diversión. Incluso, abriendo nuevas sendas en el cine más convencional. En la actualidad no se puede negar la influencia, desde un punto de vista positivo, del cine de serie B, serie Z o el mismo ‘gore’ en muchos nombres del cine actual encumbrados a genios. El cine ‘gore’, a pesar de su reiteración argumental, sigue siendo, de un modo implícito y preponderante, un referente a la hora de analizar el nuevo cine de terror juvenil que abarca, en buena medida, el éxito del panorama contemporáneo.





(a Childs) "¿Por qué no esperamos aquí un rato a ver qué ocurre?" </p>

Tomaaaaaaaa reflote de hilo DE MÁS DE 7 AÑOS, tenía que tener un reflote en mi historial, jajajaja.

Yo incluiría esta:

Yo incluyo tres que me dan un tremendo asquito: