La descubrí ayer. No quiero pensar por qué. Aún ayer. Y me ha sorprendido de manera impactante descubrir que, años después, no tenía hilo propio. Astonished. Me gusta esa palabra. En su sonoridad sólo la equipararía a "quedarse de piedra".
"Once" es una gran película. Pequeña, porque debía ser así; minimalista, porque su autenticidad radica en la ausencia de edulcoramiento, de intención de complacer; musical, porque lo que se canta allí es lo que vertebra la vida y el momento-en-el-mundo de cada uno de sus dos protagonistas; auténtica, hasta llegar a hacer que más de uno/a la haya confundido con un (semi)documental.
Y, a pesar de esa austeridad, y de unas premisas argumentales casi tópicas, "Once" resulta sorprendente -y totalmente distinguible- por su calidad como objeto cinematográfico, por lo redonda que es como film, por lo poco convencional que intenta ser, y por esa consideración de pequeño placer efímero, al igual que la juventud, o cualquier viaje, con sus 84 minutos escasos, que se van como cualquier etapa -noche o edad- por íntima que sea. Dispuesta a difuminarse en cualquier momento.
Después de verla pasé un largo rato leyendo artículos en torno a la película. Y discrepo de cierta corriente que, Oscar incluido, la encumbró desde su vertiente musical. Las canciones son buenas, y verdaderamente apropiadas, pero a la vez intrascendentes. Lo que le da empaque a "Once", consolida su narrativa, y el propio film, es su anclaje a la realidad, esa ausencia de edulcoramiento, de consideración inconsciente de un canon mainstream, hasta recordar por momentos a un par de ejemplos olvidados de aquel experimento que fue el cine Dogma, no bajo el propósito de buscar una radicalidad específica, sino bajo la premisa irrenunciable de una autenticidad que equilibra todo el film.
Era fácil que se enfatizase su éxito por componer -o suponer- una historia que mucha gente desaría vivir, o quiere pensar que desearía vivir en esa-otra-vida; pero asumida como film, ese hype emocional es consecuencia y no causa. Y la causa es una narración sobria y decidida que, hilando momentos y diálogos improvisados, circunstanciales y brillantes, lleva a la película -paradójicamente- a lo que son las cosas, en contra de lo que ese hype habitualmente presupone que deberían ser.
Supongo que no es necesario decir que me encantó. Es una gran película.