Ciertamente, el despertar de su supuesta homosexualidad ocupa un lugar central (y sumamente explícito), casi único en la película, mientras que las referencias al rodaje de ¡Que viva México! son meramente anecdóticas. En este sentido el film de Greenaway me decepcionó. Además, no es que los elementos de recreación histórica estén demasiado cuidados (¡un Eisenstein hablando en inglés con su secretaria en Moscú!), pero me da la impresión que ese no era el objetivo del británico. En este caso, la comparación con Luhrmann me parece pertinente, y en ese aspecto es cuando el film ofrece, a mi parecer, sus mejores logros, en el tomarse el tema como excusa para entregar algunas secuencias "enloquecidas" (sea dicho con doble sentido).