Una chica, pongamos que se llama Pepa, es cajera del Alcampo; en este momento está cobrando a una señora que lleva un carro cargado hasta arriba; la señora le entrega su tarjeta del Alcampo y su DNI, y Pepa le pregunta "¿Pago habitual o a fin de mes?" - "Habitual" - Pepa pasa la tarjeta y entrega el tiquet y un bolígrafo a la señora para que eche su firma. Detrás de la señora viene un marroquí muy delgado con una cesta llena de verduras. "Que falta te hacía un buen jamón" -musita Pepa sin cambiar el rictus. "¿Cómo?", pregunta el marroquí. Pepa no se inmuta; tras pasar todos los productos, canta el precio, y el marroquí le entrega la tarjeta del Alcampo y el DNI. "¿A quien se la has robado?" -murmura en un tono suficientemente audible. El marroquí vuelve a preguntar, piensa que ha oido mal: "¿Como?". "Que si habitual o a fin de mes". "Habitual", dice el marroquí. Pepa tiende el tiquet y el bolígrafo al marroquí: "¿Sabes como se usa?".
El marroquí firma y se marcha cabizbajo. Tan solo yo, justo detrás de él en la cola del supermercado, he sido testigo de una humillación que se ha producido con una discrección increible, en apenas unos segundos. Y no puedo hacer nada, porque es indemostrable, y me voy yo también lleno de ira.
Un guardia jurado del metro, pongamos que se llama Pepe, observa pasar a los viajeros que desfilan por el pasillo de su estación. En un momento dado, detiene a un niño gitano de unos 6 o 7 años que aparece correteando. "Enséñame tu billete". El niño le enseña el billete. Pepe sonríe... y se guarda el billete. Después enseña sus manos vacías: "¿dónde está tu billete? Si no tienes billete tendré que echarte". El rostro del niño está teñido de incomprensión: "Lo tiene usté". "Yo no tengo nada. Si no tienes billete tienes que irte".
"Yo he visto como el chico sacaba el billete delante de mis narices. Yo le he dado el dinero. Y está grabado en las cámaras de seguridad". Ese soy yo, observando atónito la escena. Unos minutos antes, al entrar al metro, el niño me ha dicho "ay, payo, damun euro pa comprarme il billete, que mestaesperando el papa y no tengo dinero para cojer el train". Le he dado un euro, y el chaval ha sacado el billete delante de mis ojos. Tras un intercambio de borderías entre el guardia y yo, le devuleve el billete y me asesina con la mirada. Esta vez pude hacer algo, la ira se ha desatado, aunque solo un poquito; nadie le quitará el puesto al mamón este.
Paco es de un pueblo de Castilla, del pueblo de mi madre para ser más exactos, pongamos que se llama Equis, y sus habitantes, los equisenses. Paco es el novio de una familiar mia y coincide conmigo en bastantes comidas y cenas familiares. Paco solo tiene dos temas de conversación recurrentes: una filia, "Fernando Alonso es el mejor piloto del mundo" y una fobia, "el peligro de los inmigrantes y los maricones". Esta fobia le ha llevado a soltar lindezas del siguiente palo: "yo no quiero ni loco una casa de protección oficial: te tocan unos marroquís al lado y unos panchitos en frente y te destrozan la vida"; "yo no soy racista, pero trabajo de cara al público y se que los inmigrantes no causan más que problemas"; "voy a la cola de la seguridad social y tengo que aguantar detrás de veinte panchitos que no cotizan"... Si amigos, todos los tópicos y estereotipos que podáis imaginar, los cumple, y por desgracia, no puedo mandarlo a tomar por culo como se merece porque es demasiado cercano, y todo esto lo suelta como si fuesen chistes que hacen reir, para mi asombro, a quienes me rodean, incluidos mi padre y mi madre.
Gracias a Hamilton, puede fijar ambos temas, su filia y su fobia, en uno solo: "el puto negro de mierda... porque es negro, ¿no? y un cabrón, ¿no? Esto no es nada contra los negros, es la realidad..." Esta misma noche surge en la conversación una noticia morbosa sobre uno de su pueblo, un equisense que han detenido por violador. "Puto equisense de mierda", digo yo con todas las consecuencias. En la mesa hay varios equisenses que dejan de reirse, incluida mi madre. Paco me fulmina con la mirada, pero yo sigo: "... porque es equisense, ¿no? y un cabrón, ¿no? Esto no es nada contra los equisenses, es la realidad..."
El resto de la cena transcurre en un tono de frialdad, y después mi propia madre me reprende como si fuese un asaltador de caminos. No quepo en mi de asombro... nadie ha entendido mi réplica como la ironía que era. Al día siguiente, Paco, en la comida, me restriega su victoria con enorme seriedad: "Me sentó muy mal lo que dijiste... No sientes respeto ni por tu propia madre... Lo que haces está mal... yo a ti no te he hecho nada..." Me miraba fijamente, y sus ojos decían todo lo contrario que sus palabras.
Veo tanta violencia... Tanta violencia implícita en palabras, gestos, comentarios, miradas... Esto son solo tres casos, pero conozco algunos espeluznantes, demasiado largos para contarlos, que incluyen acoso moral e intentos de desestabilización psicológica que se alargan durante semanas, meses y años. Cuesta creer que estos individuos existen... pero ya lo creo que existen.
Parecen personas normales, bien integrados, siempre sonríen, a veces se disfrazan de Don Quijotes, y en ocasiones, de vícitmas. En un momento dado atacan, con la rapidez de un escorpión, y después vuelven a su estado de aparente placidez. Solo las víctimas han sido conscientes del ataque, a veces algún testigo con dotes de observación como yo... si reaccionas de cara, la opinión pública se vuelve contra ti, te convierte en una especie de malvado, y ellos se enteran y sacan su provecho.
Es dificil conocer las causas; he explicado tres casos de corte racista, pero no tiene porqué ser simplemente eso: ocurre entre compañeros de trabajo, entre familiares, entre amigos, en los foros... siempre hay uno o dos personajes endemoniados que hacen esto, vaya usted a saber porqué, a veces con una saña fria y maquinal sobre una misma persona hasta desquiciarlo, vilipendiarlo e incluso llevarlo a un estado depresivo.
Hablan un lenguaje lleno de dobleces, de acusaciones no manifiestas, lo que se denomina a nivel psicológico "comunicación perversa". Este tipo de comunicación la usamos todos en algún momento de la vida: todos nos comportamos como unos cabrones unos con otros, pero estos individuos se aprovechan de este hecho para cometer sus ataques con total impunidad; encubren un mal enorme detrás de los pequeños males cotidianos.
¿Sabéis de lo que hablo? ¿Lo habéis visto alguna vez? ¿Lo habéis sentido en vuestras carnes?
:ipon