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Tema: El GRAN Post del Cine de los 80

  1. #26
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Cita Iniciado por Charles Lee Ra Ver mensaje
    Icónica y ya en clave de comedia total es La noche del cometa, que ha devenido en culto. Un cometa pasa sobre la Tierra, y todos los que no se hallaban a cubierto bajo una determinada estructura de plomo, se han convertido en zombis. Dos repelentes hermanas urbanitas han sobrevivido, y junto con dos niños que rescatan, y un joven que también se ha salvado, huirán de los zombis, de alguna ocasional banda de saqueadores, y de una pandilla de científicos arribistas que quieren usar su sangre como reserva de plasma para el futuro.


    ¡La de veces que la vi en VHS! ¡Qué morbo Catherine Mary Stewart!

  2. #27
    Music of the Night Avatar de Jane Olsen
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Para mí, Klaus Kinski es algo así como el Marlon Brando del cine cutre.

    La vi por curiosidad, y por completismo, básicamente. Vaya por delante que no soy para nada fan del Nosferatu de Herzog, pero la premisa me llamaba la atención. Y por ver a otros dos personajes del cine vampírico: Christopher Plummer, uno de los mejores Van Helsings del cine reciente (se las hubo de ver con el Drácula ebúrneo, descamisado y absolutamente apetitoso de Gerard Butler en Drácula, 2000, uno de mis guilty pleasures), y Donald Pleasance, aunque casi se carga el Drácula de Badham con las tonterías de su doctor Seward en plan abuelete medio jubilado...

    ...

    Mala, mala, muy mala, muy cutre, muy ridícula, muy aburrida, sin pies ni cabeza, con un Klaus Kinsky en plan diva del rock medio retirada que sólo se medio animaba cuando le ponían chicha femenina a tiro, lo que pasaba con cierta frecuencia. Ah, y la Chunga bailando flamenco.

    Apoteósica, pero de lo sinsorga.

    Por cierto, señor Charles, le recuerdo que se tiene que pasar por el hilo de https://www.mundodvd.com/juego-adivi...ra-115627/371/...
    Última edición por Jane Olsen; 28/06/2018 a las 00:17
    Charles Lee Ra ha agradecido esto.
    "There is an inmense joy when you suddenly discover beauty in something that has been around you for ages".

    "Waving the flag with one hand and picking pockets with the other: that's your patriotism. Well, you can have it." Alfred Hitchcock's Notorious.


    "Listen to them... Children of the night! What music they make..!"

  3. #28
    Senior Member Avatar de Synch
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Cita Iniciado por Charles Lee Ra Ver mensaje


    Icónica y ya en clave de comedia total es La noche del cometa, que ha devenido en culto. Un cometa pasa sobre la Tierra, y todos los que no se hallaban a cubierto bajo una determinada estructura de plomo, se han convertido en zombis. Dos repelentes hermanas urbanitas han sobrevivido, y junto con dos niños que rescatan, y un joven que también se ha salvado, huirán de los zombis, de alguna ocasional banda de saqueadores, y de una pandilla de científicos arribistas que quieren usar su sangre como reserva de plasma para el futuro.

    En verdad, no hay mucho más que contar. Los zombis apenas juegan un papel, están por estar. La película resulta imperdible para cualquier ochentero, aunque sea por los pelos, vestidos y demás aderezos de época

    Influencia importante en el de mi firma para la creación de Buffy
    Charles Lee Ra ha agradecido esto.
    Bottom line is, even if you see 'em coming, you're not ready
    for the big moments.No one asks for their life to change, not really. But it
    does.So what are we, helpless? Puppets? No. The big moments are
    gonna come. You can't help that. It's what you do afterwards that
    counts. That's when you find out who you are. You'll see what I mean.

    Whistler (Buffy The Vampire Slayer - 2x21 Becoming, Part One - Joss Whedon)

  4. #29
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Cita Iniciado por Jane Olsen Ver mensaje
    Esta última imagen me recuerda al final de El perfume de la señora de negro, película sobre sectas sumamente chunga y malrollera.

    Y ahora que hablamos de terror italiano, y poco antes mencionábamos a los vampiros ¿alguien más se ha visto Nosferatu en Venecia .,?

    Hay gran parecido, y aunque el destino del protagonista en RAGNO no es exactamente el de la Mimsy Farmer de EL PERFUME (glub), tampoco es de happy ending

    El NOSFERATU de Kinski (no) lo he visto, quiero decir, me quedé sobao antes de la mitad de metraje. Intuyo, por lo que además decir vosotros, que no fue por estar especialmente cansado ese día ...


    Antes de pasar a nuevos temas, añado comentario de algunas otras películas al menos curiosas, alguna realmente estimulante:


    Slasher.



    ANGUSTIA A FLOR DE PIEL (Next of Kin, 1982) de Tony Williams.

    Thriller de terror de las tierras del canguro, con cierta fama de culto y ganadora a mejor director en Sitges 82. Una chica regresa al hogar familiar en el campo, ahora residencia para ancianos. La película es muy deudora de Dario Argento, con una trama muy slow-burn, de ensimismamiento esteticista (incluidos ralentíes arty) y misterios supuestamente esotéricos apuntados en viejos escritos; con clímax final en que se desata la acción y furibundez homicida. Quizá falta de mas sustancia e incidentes de mayor interes para sostener ese slowburn, aunque la atmósfera está conseguida (destacar también la música de Klaus Schulze) y, pese a todo, el film no resulta aburrido. Una curiosidad de las antípodas.


    Fantasmas.



    ÚNICO SUPERVIVIENTE (Sole Survivor, 1983) de Thom Eberhardt

    Interesante film sobrenatural, con una chica única superviviente de un accidente aéreo, a la que empezarán a acechar extrañas apariciones que parecen ilusiones asociadas a un estrés post-traumático ... hasta que estas pasan a acciones más e indudablemente físicas. Alguna imágen "repescada" por Shyamalan (ver arriba), y una narración que recuerda, y parece fuente de inspiración, para “Destino final” y la muy celebrada y reciente “It Follows” (las distintas apariciones de eso son muy similares en ambos films); y una película que no es una joya escondida, aunque me gusta más que el otro film fantástico de Eberhardt (la comentada "La noche del cometa(1984)"), por mucho que sea menos conocido. También sorprendentemente mejor que el film original ... pues este "Único superviviente" es un remake americano del film australiano "The Survivor (1981)" de David Hemmings: el de Eberhardt tiene una atmósfera, cierta sofisticación visual y elaboración del suspense, sentido del fantastique más conseguida que la australiana, IMO sosita.


    Demonios.



    EL LEGADO DEL DIABLO (Evilspeak, 1981) de Eric Weston.

    Cinta de culto de la famosa lista 80’s Video Nasties, trasladando el esquema Carrie a una academia militar y convirtiendo en ídolo del Terror B a Clint Howard (hermano de Ron) con su personaje Coopersmith. La cosa se sigue con cierta simpatía, merced su corrección formal, su ordenador sediento de sangre (¡) poseído por el espíritu de un monje satanista español (¡¡) encarnado por el gigantón Bull de Juzgado de Guardia; y, claro, por Howard y su sufridor personaje. Pero es la despendolada última media hora (entre otras cosas, gráficas escenas de cerdos comiéndose gente, decapitaciones con espadón medieval y corazón arrancado a lo vivo) la que le ha dado su estatus. Un clásico… a su manera.


    Brujas.



    OJOS DE FUEGO (1983) de Avery Crounse.

    Un cuasiprecedente -pero tendente al delirio, contrapuesto a la "sobriedad"- a la reciente "La Bruja". En 1750, un grupo de pioneros, huyendo acusados de brujería, llegan a un misterioso valle habitado por un espíritu o bruja de los bosques con malas pulgas, que hechiza a humanos y los funde con árboles y la naturaleza. Las pelis fantásticas ambientadas en la Norteamérica de los S. XVIII-XIX no son abundantes pero tiene un extraño atractivo (otra película oculta, menor pero simpática: “Chikara” (1977)).
    “Eyes of Fire” posee cierta pretensión muy sensorial antropológico-místico-Naturaleza primigenia, casi prima “creature feature” de Peter Weir; y es hija de su tiempo, tanto en la fotografía de un Crounse especializado en esos menesteres –pese a algunos trucajes ópticos psicodélicos, cuando aparecen "criaturas"- como el maquillaje y los fx. Pese a algunos pasajes menos interesantes, algún carácter inevitablemente cheesy de sus limitados medios, y una parte final algo caótica; una cinta sugestiva y atmosférica, y con música irlandesa compuesta por Brad Fiedel (“Terminator”, “Noche de miedo”).



    Charles Lee Ra, Alex Fletcher y Jane Olsen han agradecido esto.

  5. #30
    Video Home System User Avatar de Charles Lee Ra
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Seguimos, y que mejor que iniciar esta segunda parte con horrores playeros de dientes afilados. Los que me leáis de vacaciones cerca de la playa, tenéis mi permiso para acordaros de mis antepasados

    vii) Monstruos marinos: Tiburón, del tío Steven Spielberg, fue la película más taquillera en la historia del cine durante dos años, hasta la llegada de Star Wars. Junto con otras películas de su década, como Superman de Richard Donner, cambiaron para siempre la forma de hacer, entender y vender cine.
    El mar es algo aún hoy, desconocido. Provoca fascinación, y también miedo. Desde los horrores con salitre de Lovecraft o Hogdson a Moby Dick. Era “normal” que Tiburón triunfara, y era “normal” que se quisiera explotar semejante “gallina de los huevos de oro”, pero no creo que nadie contara con la SOBREEXPLOTACIÓN que sufrió Tiburón, tanto en América como en Europa, especialmente en Italia.
    El primer producto que nos llegó, en 1977, es a mi juicio, uno de los mejores: Orca, la ballena asesina. Dino de Laurentiis, más listo que el hambre y con un olfato más o menos infalible para productos de consumo al gusto del espectador, decidió ser el primero, y de la mano de Michael Anderson, nos sirvió dicha película. Se nos queda fuera por no pertenecer a los 80, pero no puedo no mencionarla, pues es totalmente recomendable.

    Un año después, en 1978, tenemos Tiburón 2. Un filme lastrado por diferencias de la visión de lo que decía ser el filme, entre los productores y el director inicialmente previsto, John Hancock. La marcha de Hancock del proyecto dejó la película sumida en el caos, y parecía que podía llegar a quedarse en los archivos de la Universal para siempre, inacabada, pero se contrató a toda prisa a Jeannot Szwarc, director de documentales, que resolvió la papeleta lo mejor que supo.



    Tal vez por este “baile” de directores, la película no parece tener un alma, una identidad propia. Como película está bien, la verdad, y ofrece una historia totalmente innecesaria, pero bien rodada, con componentes de terror y actores creíbles, pero también con toques aventureros y juveniles. Sin lugar a dudas, es la mejor secuela de toda la saga. Lo cual, como veremos, no era muy difícil.

    En 1983 nos llegó Jaws 3-D (ese año también Viernes 13, parte 3, se aprovechó de ese sistema, que pasó por una momentánea y poco fructífera resurrección). La película tuvo que ser estrenada en España como El gran tiburón, imagino que porque la nomenclatura correspondiente le había sido robada por una película italiana estrenada dos años antes, titulada L’Ultimo Squalo, y que aquí, editada en vídeo por José Fradé, se aprovechó para ponerle el título de Tiburón 3.

    La italianada es un producto de efectos especiales infames (hay que ver al “tiburón” para creérselo) donde intentan hacernos creer que los actores son americanos, y que la película transcurre en una localidad playera americana. Pero nosotros, ya curtidos en semejantes tretas de nuestros primos mediterráneos, por supuesto, no nos lo vamos a creer: no hace falta más que echar un vistazo a los actores, dos actores americanos de capa caída como James Franciscus y Vic Morrow, y el resto, todo nombres italianos, tanto en la ficha técnica como en la artística. Era muy habitual por la época (¿no lo ha sido siempre?) coger a un par de actores americanos para hacer pasar un producto extranjero por una película made in USA. Pero no hay más que prestar atención a los títulos de crédito para evitar el engaño.





    El director de tamaño despropósito es Enzo G. Castellari, un mercenario experto en fusilar todo lo que se le ponga por delante, del que hablaremos en otro post largo y tendido, gracias a esas dos “películas” maravillosas que son 1990: Los guerreros del Bronx, y su secuela, Fuga del Bronx.

    Tiburón 3 (la falsa) ha devenido en culto con los años. Su carátula, casi lo mejor del filme, era icónica en las secciones de terror de todos los videoclubs. Yo mismo he aprovechado para volvérmela a ver al escribir esto, y tiene momentos interesantes, por mucho que todo sea un fusilamiento del material de Spielberg con música de videojuego de Atari: por ejemplo, esta vez me ha gustado bastante el monólogo de Franciscus ante su hija inconsciente en el hospital, a la que el tiburón le ha arrancado una pierna. Esto sirve de detonante para el personaje (“ahora, es personal”) pero también le da un momento de gloria a Franciscus, un pequeño oasis en una película que ningún ochentero amante de las italianadas debería perderse.

    Volviendo al Gran tiburón (Tiburón 3 legítimo) dirige Joe Alves, que ya estaba en las dos anteriores películas, como diseñador del bicho. Nunca, tras esta película, volvió a ponerse tras las cámaras, aunque el resultado, para mi, no es tan terrible como la gente suele decir. En el guión tenemos, entre otros, a Richard Matheson, que me da que cobró un cheque, firmó y se marchó, pues no veo su maestría con la pluma por ninguna parte en la película.



    Lo primero que siempre digo al hablar de esta película es que, si se hubiera estrenado como película independiente a la saga iniciada por Spielberg, la gente la habría querido mejor. Se trata de una película muy diferente a las dos anteriores, donde todo giraba alrededor de un pueblecito veraniego y unos pocos personajes, magníficamente dibujados. Aquí, por contra, estamos en Mundo Marino, un inmenso y lujoso parque de atracciones acuático que cuenta además con una novedad, toda una estructura de tubos submarinos por las que los visitantes pueden ir contemplando las curiosidades del océano. El diseñador del parque es Michael Brody, hijo del policía que años atrás, se enfrentó a varios escualos en Amity, aunque aquí, Michael y su hermano Sean solo parecen rememorar el primer ataque de la película de Spielberg, omitiendo lo sucedido en la segunda entrega como si no hubiera existido.

    Poco a poco aparecen cadáveres, desaparece gente, y se hace evidente que hay un escualo en el parque. Es capturado un ejemplar pequeño que muere poco después en cautividad, y que era solo una cría, por lo que resulta imposible que fuera el monstruo devorador que se busca. El verdadero peligro es la madre, el más monstruoso tiburón de toda la saga, que se dedicará a darse cabezazos contra los tubos de cristal submarinos llenos de turistas, para sacar de ahí su cena.

    El reparto es ochentero total, empezando por un joven protagonista Dennis Quaid como hijo mayor de la familia Brody; Louis Gossett Jr como el multimillonario creador del Mundo Marino Calvin Bouchard (los dos volverían a coincidir en Enemigo mío) o Simon MacCorkindale, actor habitual de Lucio Fulci que aquí interpreta a un archifamoso cazador de todo tipo de animales, que decide tender una trampa al escualo gigante usando cebo humano. Entre las actrices de la película tenemos a Bess Armstrong y ¡Lea Thompson!

    La película no es en absoluto el típico producto de “tiburón en la playa destrozando bañistas”, sino que tiene más que ver con La aventura del Poseidón, que con Tiburón en si, ya que es puramente una película de catástrofes. Atención al bicho, totalmente alucinante, puesto que se trata de un ser enorme y muy poco creíble, cuando sale de cerca, se ve claramente que no es mucho más que un muñeco…

    Llegó entonces cuarta parte, dirigida por Joseph Sargent a finales de los ochenta, y que se trata sin duda de la peor película con tiburón jamás hecha. Incluso más que las italianas... Se trata de un subproducto lamentable centrado en la familia Brody: el jefe Martin murió de un infarto años ha, pero su esposa (Lorraine Gary otra vez) está convencida de que fueron los tiburones, y que pesa una maldición sobre toda la familia. Parece confirmarse cuando el hijo menor, que ocupa el puesto de su marido como jefe de policía de Amity, muere brutalmente devorado en Nochebuena. No está mal la escena, veamos: el muchacho pega cuatro brincos por el agua, intentando emular el asesinato inicial de la primera parte. El agua queda en calma, y la cámara se acerca a la superficie, como si fuese a mostrarnos al bicho. Entonces, funde con un plano de un ojo negro, que resulta ser una sardina friéndose en una sartén en la cocina de los Brody. Arte y poesía




    La buena mujer decide irse a vivir a las Bahamas con su hijo mayor, Mike (que como no podía ser de otra manera, trabaja en el mar, analizando la vida de las caracolas junto con Mario Van Peebles). Pese a que se supone que los escualos no soportan las aguas cálidas, el tiburón hace las maletas y les sigue, dedicándose a aparecer por la playa de vez en cuando para mordisquear gente, pero sin muchas ganas. Michael Caine (hay que pagar facturas a fin de mes, dicho por él mismo) es un piloto que le cae fatal a Michael Brody, y que por supuesto, se liará, o lo intentará, con su viuda madre, mientras hace chistecitos también sin muchas ganas.

    HGy algunas escenas rodadas en el mar, un mar azul por los azulejos, porque están rodando en una piscina. No es que vea nada de malo, muchas películas ambientadas en el mar tienen numerosas escenas rodadas en piscina... ¡pero hay que disimular, coñe! Que el brillo del sol al caer sobre los azulejos canta por soleares... por si esto fuera poco, al final dos personajes principales se caen al agua, y uno de ellos incluso nos lo muestran en un plano acuático, en las fauces del bicho. Pero ninguno de los dos muere. ¡Este no es el tiburón zampahumanos que conocíamos! Lo que yo decía: problemas de dentadura. Son doce años ya, a ese tiburón hay que jubilarlo... y de hecho, así se hizo, porque esto no hay taquilla que la aguantara. Fue la última entrega. Y por el momento, nadie se ha atrevido a castigarnos con más secuelas, remakes, reboots... y me callo por si acaso

    Junto con Orca, mi película favorita de este subgénero es Piraña, de Joe Dante. Con un guión de John Sayles (ambos repetirían en Aullidos, y a Sayles le volveremos a mencionar en este post, más tarde) se trata de una deliciosa tragicomedia con toques de terror y gran ironía. Y si no, obsérvese la escena inicial, donde una pareja se mete en la piscina de unas instalaciones militares aparentemente abandonadas, para ser devoradas por algo que mora en el agua, de forma muy similar a cómo empieza Tiburón. Para luego, mostrarnos a la protagonista en el aeropuerto jugando con una máquina recreativa llamada Jaws.

    La protagonista es una detective que ha sido contratada para encontrar a la pareja de adolescentes, fugados de casa. Con ayuda de un nativo de la zona, comienza a buscarlos, yendo a parar a las instalaciones militares. Deciden vaciar la piscina, y son atacados por un doctor en estado de locura (Kevin McCarthy, apuntándose a un bombardeo) que más tarde, les revelará que acaban de soltar en el río a una raza de pirañas especialmente letales, creadas genéticamente para usarlas en la guerra de Vietnam, que se multiplican a velocidad de vértigo… los cadáveres no tardarán en amontonarse conforme los bichos pasen por un campamento de verano (donde está la hija del protagonista) y un parque acuático recién inaugurado.



    Lo más curioso, aparte de los momentos de humor (alguno corre a cargo de Dick Miller, que no podía faltar en una película de Dante) son las escenas con sangre y niños muriendo devorados a punta pala, escenas que sin llegar en ningún momento al gore, salvo algunos planos sueltos para reforzar la masacre, están resueltos con los críos chapoteando en el agua enrojecida, resultando mucho más inquietantes y atrevidas de lo que se podía esperar. Al final, pese a incompetencias políticas, chanchullos de oscuros hombres de negocios, y otros problemas derivados, nuestro héroe intentará resolver la papeleta liberando productos tóxicos en el mar, de una vieja fábrica abandonada que quedó sepultada en las aguas, por la cual tienen que pasar los bichos. Un curioso apunte que va contra todas las nociones de ecología y medio ambiente que nos enseñaron en el colegio, pero que resulta ser la única manera de acabar con las pirañas (mal menor / mal mayor).

    Además de McCarthy, tenemos otra vieja gloria del cine: la británica Barbara Steele, que ha participado en un buen montón de títulos, míticos y no tan míticos: desde películas de Mario Bava y Ricardo Freda, a la primera película de David Cronenberg, El pozo y el péndulo de Corman… el plano con ella hablando por televisión con cara de mala, diciendo que el peligro ya ha pasado, aunque nosotros sabemos que puede no ser así, es de antología.

    Piraña tuvo una secuela en 1981: Piraña 2 Los vampiros del mar, primer filme de James Cameron (aunque hoy sabemos que fue casi íntegramente dirigida por el productor italiano) coproducción entre USA, Italia y Holanda: la película trata de un hotel en una isla paradisiaca donde tendrá lugar una serie de ataques de pirañas, que el jefe de policía (Lance Henriksen, lo mejor de la función) tendrá que investigar.


    Ya la primera escena transmite una dejadez impresionante; una parejita decide irse a bucear de noche, solos y sin avisar a nadie. Evidentemente, serán las primeras víctimas de las voraces pirañas, pero esto no es nada... lo increíble es que, mientras exploran un barco sumergido les entra un calentón y empiezan a liarse... ¡bajo el agua! Es una locura; a esas profundidades cualquier actividad que implique un cierto descontrol es directamente un suicidio, con las botellas de oxígeno y demás, como para apetecerte un polvete submarino. ¡De locos!

    El sheriff empezará a investigar, al tiempo que intenta mantener la relación afectuosa con su hijo, que está trabajando de ayudante en el yate de un ricachón, e intenta por todos los medios reavivar la relación con su ex-esposa, una instructora de buceo que está comenzando una nueva relación con un cliente del hotel.

    Lo más alucinante de todo llega cuando, al preparar el cuerpo hallado en estado bastante deplorable, para hacer la autopsia, una doctora encuentra una piraña viva dentro del cuerpo, y esta la devora Y es que resulta que ahora las pirañas... vuelan.

    James Cameron dijo, más tarde, que la suya era la mejor película sobre pirañas voladoras que jamás se había realizado, y hay que concedérselo. Declaraciones honestas de un hombre íntegro, Cameron enfermó durante la producción (creo que, viendo la película, lo entiendo) pero durante su convalecencia, entre fiebres y vómitos, parió su mente febril Terminator, y por ello hemos de perdonarle Piraña 2; al menos esta sirvió para algo.

    Después de visitar monstruos marinos, vayamos con los cocodrilos. Eso es, vayamos por La bestia bajo el asfalto (Alligátor).


    Dirigida por Lewis Teague (más o menos competente realizador de serie B, que repetiría con títulos como Cujo, Miedo azul, o La joya del Nilo) y en el guión tenemos una vez más al incombustible John Sayles, colaborador de Dante. Se trata de una deliciosa monster movie ochentera, con Robert Foster, el típico actor con carisma suficiente para llegar al público.

    Creo que la cantidad de actores como él se ha reducido drásticamente, y es que hoy en día, los actores más famosos pueden ser mejores o peores que Foster, pero nadie se los cree como personas corrientes en las películas, ni de coña: son superestrellas y no lo disimulan. Por eso me gustan tanto estos actores, por lo general desconocidos, con cierto carisma y no exentos de talento, que son capaces de hacernos creer el “te puede pasar a ti”.

    En los años setenta, una niña adopta a una lagartija, a la que apoda “Ramón”. Su padre, sin embargo, no esta de acuerdo con la presencia de semejante mascota en la casa, y la obliga a tirarlo por el retrete. Ya “en nuestros días” en el sistema de alcantarillado de Nueva York comienzan a producirse desapariciones y muertes varias. Un policía (Foster) lo investiga con ayuda de una experta en reptiles (que no será sino la antigua propietaria de Ramón) y pronto, un bicho de más de diez metros asomará el hocico por las alcantarillas para merendarse a los paseantes. Y es que su crecimiento antinatural se debe a que ha comido perros muertos, tirados a las alcantarillas por una compañía farmacéutica que previamente ha hecho experimentos ilegales sobre ellos…
    Con los toques justos de gore, es una película muy oscura, con algunos momentos de suspense muy conseguidos (concretamente, algunas correrías del policía y sus compañeros por las alcantarillas). Sayles desarrolla aquí también una trama anti autoritaria: si en Piraña, eran los miliares los responsables de todo el mal, aquí todo sucede por la negligencia de una compañía farmacéutica, encubierta además, por motivos políticos.

    Probablemente es una de las películas que mejores resultados arroja, simpática, bien realizada e interpretada, muy entretenida (no se le puede pedir tampoco mucho más que eso) y muy localizable en su época, pues todo el mundo la había visto, o había oído hablar de ella. La idea central es una leyenda urbana americana, aunque luego se ha dicho que la leyenda surgió de la película. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? No lo sé, el caso es que, según la leyenda urbana, algunos niños americanos tiraban sus lagartijas por el váter, y estas se convertían en caimanes, devorando a los trabajadores de las alcantarillas.
    La película tuvo secuela, Alligátor 2, que por una de esas curiosidades y coincidencias derivadas de que aquí, los distribuidores cambiaban los títulos de las películas a su conveniencia, vimos en vídeo como Alligátor, a secas, que es el título de la primera, precisamente.



    Luego hay algún que otro producto menor, como Caimán, de Sergio Martino, una bizarrada, o, aunque muy por los pelos, Trampa Mortal de Tobe Hooper, donde el asesino del motel Starlight tiene a un cocodrilo al que venera enfermizamente, echándole para comer los cadáveres de sus huéspedes asesinados. El bicho, probablemente de plástico, sale más bien poquito, y a Dios gracias, convirtiéndose en un McGuffin en toda regla, la obsesión en torno a la cual, giran los temores y las acciones del desquiciado protagonista. El bicho solo llega a comerse un perro, si no recuerdo mal, escena desquiciante seguida de otra, aún más desquiciante, en la que el matrimonio formado por William Finney y Marilyn Burns se pelean en la habitación.




    Tampoco puede faltar esa escalofriante locura que es Humanoides del abismo. Una película de la factoría Corman, dirigida por una mujer, Barbara Peters. Hoy en día puede ser vista como un subproducto de consumo ochentero barriobajero, pero en su día resultó ser una auténtica REVOLUCIÓN social, con colas en los cines, padres preocupados por una película donde unos bichejos se dedican a violar mujeres, con el contenido sexual y violento explícito… recuerdo muy vagamente haberla visto en videoclub, y creo que la editó Warner (incluso recuerdo que la carátula llevaba dentro un folleto con novedades, donde anunciaban “Los caballeros de la moto”, de Romero). La película era carne de videoclub, y de recreo.
    En el reparto tenemos a Vic Morrow, que también salió en la explotation italiana Tiburón 3, y en la famosa Los guerreros del Bronx; y que tristemente acabaría su carrera con el dramático accidente, mientras rodaba su segmento de En los límites de la realidad, dirigido por Landis.

    En una comunidad pesquera, con profusión de salmones en sus aguas, los peces empiezan a escasear, y la próxima apertura de una fábrica de conservas en el pueblo pone nerviosos a todos, puesto que esto dejará sin trabajo a mucha gente. Pronto aparecen unos bichos mutantes reptilescos (con ciertas semejanzas a los lagartos de V) que asesinan a los hombres y violan a las mujeres para dejarlas embarazadas. El contenido erótico está bastante superado, no así el sangriento, pues la película resulta muy gore aún hoy en día. Una película extrema que diez años atrás, ni se hubiera podido estrenar. Tuvo secuela, pero no la he visto. El final de la primera parte deja a las claras que la secuela es viable... conectando además, con la dichosa serie de los lagartos. Concluyo diciendo que la vulgar expresión que te folle un pez jamás volverá a ser usada a la ligera por quienes hayan visto esta locura…

    Hablando de italianadas, sería un pecado no comentar El devorador del océano, de Lamberto Bava. Probablemente es una muestra EJEMPLAR de explotation de la película de Spielberg, con ubicua presencia en las estanterías de los videoclubs de su época... que es caso lo mejor que se puede decir de ella.



    Lamberto nunca fue santo de mi devoción (salvo las dos Demons) y en los ochenta se dedicó a hacer explotations, una de Mad Max, y la presente.
    En el Caribe, un bicho mutante empieza a devorar a la gente, resultando ser un experimento genético, mezcla de la agresividad de los tiburones, la fuerza de los pulpos, y la inteligencia de los delfines (o algo así).

    El villano del film (impagable) quiere colonizar y explotar el mar, y la primera parte de su maquiavélico plan es crear la criatura... que todo sea dicho, es ridícula: una especie de calamar con tentáculos y unos cuantos dientes pegados en el conjunto, y tenemos al "devorador" del océano preparado para mordisquear enemigos. La película es bien malucha, casi un cómic absurdo, con los diabólicos planes del villano, la criatura, peleas submarinas, competiciones deportivas acuáticas... de hecho el sicario del malo mata, un tipo repugnante, a lo largo de la película, a más gente que el propio bicho, aprovechando para desnudar durante la lucha a sus víctimas si estas son féminas de buen ver. Explotación pura y dura de videoclub ochentero.


    Y ahora, comentar un par de películas marinas muy curiosas: la primera, Leviatán: El demonio del abismo, de George Pan Cosmatos, con un reparto espectacular de estrellas secundarias: Peter Weller, Ernie Hudson, Daniel Stern, Richard Crenna, Amanda Pays… La película mezcla influencia de películas populares varias, y de algunas coge escenas bastante reconocibles: Alien, el octavo pasajero, La cosa, Abbys, Atmósfera Cero... así, el fondo del mar ha sido industrializado, y mineros se encargan de sacar de él plata, oro y diversas fuentes de energía. Un grupo de mineros esperan a que su turno de 90 días concluya, para volver a la superficie. Durante una incursión marina de rutina, encuentran un viejo barco ruso hundido, el Leviatán, y dos de los tripulantes entran en él. Allí encuentran pruebas de que los tripulantes hundieron su propio barco, suicidándose, para que no saliese a flote algo malo que había en el barco... En el barco, aparentemente, no sucede nada, pero poco después, uno de ellos desarrolla una extraña enfermedad... un organismo extraño y letal se ha colado en su plataforma...



    Visualmente, es fría y casi telefílmica, en tierra de nadie, como muchas películas rodadas en 1989, entre los 80 y los 90, pero los actores no lo hacen nada mal, creando una buena situación de tensión, con los típicos toques de humor (algunos muy absurdos, como los que corren por cuenta de Stern). Típico producto de consumo, entretenido y entrañable. Aunque Cosmatos sabe hacerlo mejor...

    Muy parecida, en temática e intenciones, es Porfundidad Seis, de Sean Cunningham. El fondo marino está siendo explotado, con vistas a demostrar que puede ser una fuente de negocio viable, e incluso un lugar alternativo para vivir. En una misión, en la que es necesario depositar en suelo océanico unos misiles, para lo cual deben volar una antigua cueva, de enormes proporciones... lo que hará surgir una criatura enorme y especialmente voraz.
    Más floja que la anterior, aunque quizá me lo parezca por verlas tan seguidas, o quizá sea cosa de su director, y es que cuando Sean Cunningham "dirige" no suele lucirse demasiado. La película está bien, sin más, y quizás con un reparto mejor habría dado resultados más curiosos, aunque hay que destacar al estupendo Miguel Ferrer, actor habitualmente secundario y espantosamente desaprovechado, que siempre da la impresión de poder dar más, aunque nunca recibió los papeles adecuados para ello.

    Comentar ahora Barracuda, aunque sea brevemente pues nos llegó a finales de los 80. En Barracuda, los ataques de los bichos son lo de menos, se presentan muy pocos, y la trama central consiste en una súper conspiración, que tenía que ver con el agua embotellada, y un científico belicista que trata de aumentar la agresividad del ciudadano medio para cuando llegue la gran guerra contra los comunistas. Se nos escapa, por fechas, pero no puedo dejar de recomendarla aunque solo sea por su chocante final.


    Llegamos ya al final de nuestra andadura con Tentáculos, curiosamente titulada Tentacoli, pese a ser coproducción entre Italia y Norteamérica (el productor es Samuel Arkoff, productor de las películas de Roger Corman). Dirige el perpetrador de Piraña 2, Ovidio G. Assonitis. Los actores secundarios y la banda sonora (el tema principal, bautizado por mi como "tinoninonino-ni, se me ha metido en la cabeza) no dejan lugar a dudas...

    Con un reparto de lujo (que pena ver a tan grandes actores en semejantes películas) John Houston, Henry Fonda, y Shelley Winters. Houston es un periodista anciano que vive con su hermana (Winters) e investiga una serie de muertes acaecidas en distintos lugares del mar, con las víctimas despellejadas y los huesos chupados de tal forma, que es imposible que una criatura conocida de la vida marina haya podido ser responsable. Una todopoderosa compañía, dirigida por Henry Fonda, está construyendo un enorme tubo bajo el océano que puede tener algo que ver...
    Curiosa, con una fotografía setentera muy bonita, y esa banda sonora tan... adictiva. Un pelín por encima de todas las casposidades aquí mencionadas: merece la pena verla, aunque solo sea por las glorias que pueblan la ficha artística.

    Atención ahora porque “entra España”: concretamente, una coproducción entre España y Estados Unidos, donde tenemos ocasión de ver mezclados a R. Lee Ermey, Ray Wise... o Pocholo. Se trata de La grieta, película muy al alimón con las dos antes mencionadas, Leviathan y Profundidad Seis. Era la moda de Abbys de Cameron, sospecho, de encontrar cosas raras a muchos metros de profundidad.
    Una CUTRADA de proporciones épicas, en las cuales, tras unos extraños experimentos bajo el agua, se envía un submarino para explorar, que rápidamente desaparece. Tendrán que enviar otro a inspeccionar... Lo mejor, su tagline.

    Donde nadie puede vivir... vive
    Donde nada puede respirar... respira
    Donde nada puede sobrevivir... ¡se multiplica!
    ismarubio ha agradecido esto.

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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    viii) Monstruos II (la Naturaleza se cabrea)

    La Naturaleza nos odia por el trato que le dispensamos. Y sus criaturas nos atacan, como el post de los bichos marinos ha dejado demostrado. Claro está, no son las únicas armas que Mamá Tierra puede lanzar contra nosotros, en cualquier momento. La historia del cine así lo ha atestiguado, casi siempre, con toneladas de dramatismo y exageración en cuanto a los ataques. El origen de este tipo de cine podría establecerse más o menos, con El mundo perdido, o King Kong, y ya más recientemente, las hormigas y arañas agigantadas por los experimentos del mad doctor de turno de los años 50, o en los ataques a la capital de Tokio por parte del lagarto radioactivo Godzilla y sus diversos compañeros de trabajo, así como la inmensa Los pájaros, de Hitchcock. En los años setenta, era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriese mezclar las grandes películas de catástrofes de Irwin Allen con películas como Tiburón. Y ya en los ochenta, los productores debieron pensar que, si el público se tragaba continuamente secuelas e imitaciones de la película de bicho marino de Spielberg, también podrían gastarse la pasta en ver a sus primos, los animales terrestres, comiéndose a los humanos.

    El referente más moderno en cuanto a ataques animales antes de los años setenta es, claro, Los pájaros, del maestro del suspense, aunque también quiero pasar de puntillas sobre Tierra de Alimañas, un western de 1966, donde el protagonista, además del villano de turno, tenía que enfrentarse con un oso con muy malas pulgas que rondaba por su comunidad, uno de nuestros primeros animales agresivos que ataca en solitario y que es una leyenda en la zona. Como ni la temática en si, ni la fecha del film no nos queda cerca, paso de puntillas.


    En cuanto a osos asesinos, hay dos películas más por reseñar (Grizzly y Grizzly 2). La primera, si no recuerdo mal, es de 1979, y la segunda, de 1987. La primera parte es un clásico ejemplo de libro de la influencia que tuvo el esquema Tiburón: una reserva natural que espera a numerosos excursionistas, un jefe con intereses económicos y malas pulgas, ataques del oso asesino mostrados sin demasiados resultados explícitos y sin enseñar completamente al bicho, y la presencia del protagonista y su amigo, un biólogo que se lleva bien con los osos, y conoce la región. Se supone que el oso es un grizzly, mucho más grande y mortífero de lo corriente, especie en grave peligro de extinción, aunque al final solo se ve una garra, un plano del ojo, y luego, un oso correteando por aquí y por allá, mordisqueando humanos. En general, un plagio no muy encubierto de Tiburón, entretenida y poco más. La secuela, Grizzly 2: El depredador, me encantaría verla. Transcurre durante un concierto de rock, y en ella encontraremos a gente más o menos reconocibles, como George Clooney, Laura Dern, Louise Fletcher, Deborah Foreman (toda una reina del cine ochentero cutre) John Rhys-Davis, y el mismísimo Charlie Sheen. Su título original, por si a alguien le interesa buscarla, es Predator: The Concert. Promete ser una bizarrada importante de finales de los ochenta.

    En 1972, tenemos esa delirante obra oscura titulada Night of Lepus, lo que vendría a ser “La noche de los conejos”. Mis investigaciones para encontrar esta película en castellano han sido en vano, sé que aquí se tituló “Una noche infernal” pero da la casualidad de que hay otra película, del mismo año, de igual título en castellano, ¡pero que no tiene nada que ver! Al final, la vi en VO a pelo, en youtube, por si a alguien le interesa. De todas formas, no hace falta saber inglés para “comprender” la película, porque en si, no es nada complicada: conejos gigantes comiendo humanos. La cosa es más o menos como sigue: la gente está preocupada. Hay superpoblación humana, y hay miedo a que se nos acabe la comida, el agua, y las comodidades occidentales, en general. De todo esto nos vamos enterando a través de los noticiarios narrados por el Matías Prats del otro lado del charco. Por si la superpoblación y los problemas derivados de ella no fueran suficientes, los conejos, animales atrevidos e infernales, se comen nuestras exiguas cosechas. Obviamente, los humanos, alarmados por tal desfachatez, comenzamos a matar conejos, y a experimentar con ellos para que no se coman NUESTRA comida. Un conejo al que le habían inyectado no sé que hormonas (perdonad mi inglés) para que no coma comida de humanos, se escapa, y no se sabe muy bien como, acaba criando conejos gigantes en una cueva, o algo así. A partir de ahí, los conejos gigantes irán devorando humanos… aunque donde dije “conejos gigantes” léase en realidad extras enfundados en alfombras de peluche, donde dije “devorando” léase el uso de témpera roja, bien roja, sobre cuerpos inertes, o maniquíes. ¿Qué esperabais, de una película titulada Night of the lepus?



    Otra película similar que si he podido ver, es El alimento de los dioses. Ya en los primeros minutos, el protagonista reflexiona, recordando como su padre le decía que, si el hombre se aprovechaba de la Naturaleza de forma destructiva, la Naturaleza se vengaría del hombre. El protagonista es un deportista, de vacaciones con dos amigos, en un lugar “donde la civilización no ha destrozado aún la Naturaleza”. Uno de sus amigos es asesinado por un insecto de gigantescas proporciones, y cuando vaya a pedir ayuda a una granja cercana, el protagonista se encontrará con una anciana histérica, y unos pollos y gallinas de tamaño descomunal e imposible en el granero…


    Resultará que el matrimonio granjero ha descubierto una sustancia que brota de la tierra, y que dada de comer a los animales, aumenta el tamaño de los mismos. Un insensible empresario y su sensible asistenta acudirán a la granja para comprar el invento, que acabaría con el hambre en el mundo. En la granja se reúnen el protagonista y su amigo superviviente, el empresario y su secretaria, y un matrimonio que pasaba por allí (ella está embarazada). Pronto se hará evidente que, además de las gallinas y los polluelos, otros animales menos recomendables han bebido de la sustancia. Así, tenemos asquerosos gusanos enormes, ratas voraces del tamaño de perros, y avispas que parecen gaviotas. Os garantizo que os picará todo el cuerpo durante el visionado. El director, Bert I. Gordon, es un realizador de múltiples películas de bichos o personas aumentados de tamaño, y en tal cometido volveremos a encontrárnoslo más tarde en este mismo post, en otra de sus películas. Sin duda se trata de una jugarreta del destino, que un tipo cuyas iniciales son BIG se dedicara toda su vida a hacer películas sobre seres gigantes.

    La película es muy poco creíble, pues los efectos especiales son anticuados y muy poco convincentes, dudo que convencieran ni siquiera en la época del estreno. Gusanos animados, ratas correteando entre maquetas, y la primera aparición de una avispa gigante, se nota a la legua que es un bicho de plástico, por no hablar de la pelea del protagonista con los pollos y gallinas gigantes, parece sacado de las peleas de Padre de familia, entre Peter y el pollo, pero más cutre. Todo muy falso, lo más desagradable, los gusanos (realmente repugnantes) y las ratas. Las muertes están muy bien, duras y sin escatimar elementos sangrientos y desagradables. La moraleja final es que no le toquemos las narices a la Madre Naturaleza, porque nunca sabemos por donde va a devolvernos el golpe.

    A finales de los ochenta/ principios de los noventa, podías hablar de la película que trataba de un jabalí gigante asesino, y todo el mundo sabía de qué estabas hablando, aunque casi nadie podía decirte el título. Fue una de las películas por las que más se preguntaba en los foros, en los comienzos de Internet, por lo menos aquí en España. Hoy, sabemos que se trata de Razorback: Los colmillos del Infierno. Producción australiana, ópera prima del sosainas de Russell Mulcahy, y protagonizada por Gregory Harrison, actor que será desconocido para muchos que vosotros, pero que actuó en gran número de películas para el mercado de vídeo, y que, lejos de ser un gran actor, tenía una presencia de honestidad y “normalidad” muy de agradecer en estos tiempos, en los que en todas las películas todos son físicamente perfectos.
    La historia cuenta como una mujer llega a Australia para hacer un reportaje, y allí será asediada por una pandilla de subnormales profundos (calcados de los de Perros de paja) mientras investiga en una sociedad y una cultura anticuada y muy machista. Finalmente, desaparecerá, y su marido se trasladará a Australia en su busca, y allí descubrirá tanto a los pandilleros de la Australia profunda, como la leyenda de un jabalí gigante que mora por el gran desierto australiano… un anciano que perdió a su familia (bebé incluido) en las fauces del jabalí, ayudará a nuestro protagonista a cobrarse venganza.



    Lo cierto es que Razorback es una monster movie ochentera la mar de simpática, los ataques con el jabalí están muy bien resueltos, y tras el excelente prólogo, que nos pone en situación, la primera mitad de la película está algo coja, con la mujer dando vueltas por la región australiana, molestada primero, asediada después por la pandilla (que insisto, es copiada directamente de la peli de Sam Peckinpack). Cuando el marido llega al continente australiano, la cosa se anima considerablemente, hasta alcanzar su clímax en el enfrentamiento entre hombre y bestia, en una vieja fábrica abandonada, donde también irá a parar el nuevo interés romántico del protagonista. La banda sonora, en esos minutos finales en la fábrica, es realmente buena y muy pegadiza y épica.

    Los anfibios, cocodrilos aparte, también dieron una sugerente muestra de este tipo de cine, una película llamada Frogs, Ranas. Curioso producto de una AIP setentera, pasados ya los días de Corman/Poe, con Ray Milland y Sam Elliot en la función.
    La pregunta que todos estaréis haciendo es: ¿Cómo pueden unos individuos lograr que esos bichos verdosos y enanos puedan ser considerados una amenaza? ¿Resultan creíbles como devora humanos? Veámoslo.

    Milland es el anticuado y gruñón patriarca de una familia de clase alta más bien elitista. Cuando sus dos nietos arrollen la canoa de un joven arisco que se dedica a tomar fotos de la fauna contaminada (Elliot) se verán en la obligación social de invitarlo a comer en su finca, donde poco a poco, al principio mediante detalles, nos vamos percatando de que algo raro ocurre en la finca pantanosa que rodea la mansión… ausencia de línea telefónica, o un vasallo del patriarca que había ido al pantano y no ha regresado, son pequeñas señales de lo que acontecerá, un auténtico infierno en la Tierra, con multitud de ranas, serpientes y otros bichos de pantano, algunos de tamaño mayor al normal, que convertirán la mansión en su buffet particular. Mientras que el personaje de Elliot es un fotógrafo ecologista que desaconseja al anciano más fumigaciones, las cuales son, aparentemente, culpable de lo sucedido, el personaje de Milland se convertirá prácticamente en villano, por encima de los bichos: un anciano orgulloso, irreflexivo y medio loco, que mientras sus familiares se amontonan en la lista de asesinados, se niega a abandonar su hogar ancestral, y prohíbe a sus parientes hacer lo mismo, creyendo, hasta el último momento (cuando, claro, ya será tarde) que pueden defenderse de la agresión desde la comodidad de su hogar, prácticamente sin mover un dedo.



    Es de agradecer el toque ecologista que, por lo que voy viendo, suelen aparecer en estas películas. El enfrentamiento entre la explotación y comercialización de la Naturaleza, haciendo oídos sordos a las posibles consecuencias (tanto para la misma Naturaleza como para nosotros mismos) enfrentado a la actitud ecológica, que aconseja no meter la mano en lo que ya estaba creado cuando nosotros aparecimos en el planeta, que aporta a estas películas un toque muy setentero, curiosamente, para nada envejecido hoy en día, que el discurso todavía no se ha resuelto. Ray Milland está espléndido como el viejo arrogante y mandamás (que parece ser su rol habitual en muchas películas y series) y un joven Sam Elliot cumple con la papeleta de héroe ecologista. Tópica, pero entretenida. Los ataques se resuelven con bichos danzando sobre los cuerpos, pero sobre todo, planos de cerca a las ranas, con los ojos fijos en la cámara mientras se les mueve la garganta, o de las fauces de las serpientes. Algunas imágenes llegan a ser algo ridículas (como la de las ranas apoyando las patas en la ventana para intentar abrirla) pero en general, no sale del todo malparado, aunque nunca llega a provocar terror real.


    Pasando ahora a los animales domésticos, empezaré con los gatos, porque la verdad, hay más bien poco de qué hablar. Una producción llamada Strays (Garras Asesinas, en España) que me ha sido imposible ver. Mencionar Cementerio Viviente, donde el padre de la familia Creed enterrará a Church, el gato familiar fallecido, en el antiguo cementerio micmac, para que este regrese, según decía el anuncio de Tele5 de cuando fue emitida hace años “cargado de maldad”. Más que de maldad, vuelve convertido en un muñeco de trapo con bombillas en los ojos, y apestando a muerto… y es que Cementerio Viviente es bastante cutre, sobre todo si te has leído la espléndida novela en que se basa.

    Otra de King, que paso de puntillas, es Los ojos del gato. Siendo honestos, el gato en cuestión no mata a nadie, es más, es el héroe de la función. Sirve para unificar los sketches de la película, de Lewis Teague (entrañable director al que volveremos a mencionar en breve) basada en relatos de Stephen King (los dos primeros sacados de su antología El umbral de la noche, el tercero escrito específicamente para la película). La película mezcla humor con terror (más bien poco) en tres sketches. En el primero, un fumador intenta abandonar el vicio, para lo cual, acudirá a una compañía cuyos radicales métodos incluyen someterle a vigilancia constante, y si fuma, torturar a su familia. James Woods protagoniza el sketch más humorístico de todos.



    En la segunda, un profesor de tenis enamorado de la esposa de un magnate es secuestrado por los gorilas del citado magnate, que le propondrá una apuesta: se quedará con su mujer, y con una gran suma de dinero, si da la vuelta al rascacielos sobre la exigua cornisa que lo rodea, a un paso del vacío. Bastante agobiante y conseguido. El más terrorífico es el tercero, donde un bicho repugnante, una especie de duende con malas pulgas, secuestra a Drew Barrymore. El gato acudirá al rescate. Una serie B realmente deliciosa, simple, modesta, divertida y honrada con el espectador, con una buena caterva de actores secundarios entrañables, más o menos reconocibles hoy día.


    En cuanto a chuchos, si que tenemos unos cuantos ejemplos aceptables de cine ochentero. El primero, que duda cabe, es Cujo, Como podemos ver, Stephen King fue prácticamente ubicuo en el cine fantástico ochentero… Cujo está dirigido por nuestro viejo amigo, Lewis Teague, un tipo discreto, pero muy presente en el cine comercial de los ochenta.
    Cujo le dio un prestigio enorme, y es que, aunque no sé cómo de envejecida estará para los ojos de un espectador actual, en su estreno fue una película bastante terrorífica y ponía nervioso a más de uno y de dos, con el dichoso San Bernardo. Personalmente, la novela de King en la que se basa me parece de las peores (el propio King admite que la escribió en su época de drogadicto total, y literalmente, asegura no recordar haberla escrito, o sea que ya podéis imaginar…). En base a ese material literario, la película es el típico producto de la década, que no sobresaldría demasiado de no ser por la tensión que se crea en ciertas escenas, y que la convirtió en una referencia inolvidable para toda una generación que la alquiló en los videoclubs.
    La película tiene como protagonista a la ochentera a más no poder Dee Wallace Stone, como madre de familia. Su marido diseña líneas de cereales para una importante marca, y ella es un ama de casa que le pone los cuernos a su marido, en sus ratos libres. No falta el hijo, claro, con sus constantes temores a monstruos inexistentes viviendo en las sombras de su habitación. Al padre se le juntan varias cosas en un día, desde un problema laboral (sus cereales provocan hemorragias internas) a la confirmación de sus sospechas acerca de su condición de cornudo.



    Sale corriendo para solucionar el primer problema, y huir temporalmente del segundo, y poco después su mujer y su hijo se quedarán atrapados en el interior de su coche estropeado, con el enorme San Bernardo, Cujo, al que han contagiado la rabia, rondando por el exterior, después de haber masticado a un par de humanos por el camino. La tensión en el coche se va disparando, y el dichoso chucho consigue darnos pena (al menos a quienes somos amantes de los animales) y terror a la vez, creando un clima realmente asfixiante, a lo que contribuyen la banda sonora y el ambiente cada vez más cálido y pegajoso que se respira en el interior del coche.

    No quería quedarme sin mencionar una curiosidad, The Pack (ignoro totalmente el título en castellano, sospecho que no se estrenó, o se estrenó con el título sin traducir). Mis intentos por encontrarla han sido inútiles, nuevamente. Probablemente sea una bazofia (o quizás no) pero siento un gran amor y respeto por estas producciones añejas, olvidadas por el mundo, casi ilocalizables.
    Y es que, ese es el gran problema. Todas esas producciones que salieron a las estanterías de videoclub, y murieron allí. Algunas (quiero creer que muchas) han sido descubiertas por coleccionistas, que han tenido el detalle de ripearlas, y ponerlas al servicio de una legión de fanáticos de la nostalgia ochentera. Pero puedo aseguraros que tantas otras permanecen en el más absoluto olvido, ilocalizables. Quizá sea mejor así.

    Pasamos ya al final de esta parte del post. Y qué mejor para terminar que poner un par de ejemplos de cine de naturaleza agresiva protagonizados por nuestros primos más cercanos, los monos. Más allá de la saga del planeta de los simios, en los ochenta hubo un par de series B muy interesantes, ambos muy parecidos: uno de estos animales se encariña con su dueño, hasta llegar al extremo de MATAR…

    Atracción diabólica, marca la salida de George A. Romero del panorama del cine fantástico, porque lo que hizo después no le llega a la suela de los zapatos a su trilogía zombi, a Martin, Creepshow, o Los caballeros de la moto… se trata de una historia de suspense muy correcta, sin grandes alardes, simple y honesta con el espectador. Allan Mann es un joven deportista que una mañana, sale a hacer footing y resulta atropellado, quedando inválido. Mientras su vida se derrumba (su novia le deja por su médico, y pierde todas sus esperanzas de ser una figura del deporte) un amigo suyo científico, que está experimentando con monos, añadiendo hormonas humanas a su sistema, decide regalarle una simpática mona, Ella, adiestrada para ayudar al inválido a hacerse a su nueva vida.

    Las hormonas usadas por el científico son femeninas, por lo que la relación entre Ella y su dueño enseguida se vicia de cierto tufillo zoofílico: él tiene espantosas pesadillas en las que aquellos que le han hecho daño sufren un castigo, y luego, lo que ha soñado sucede. ¿Interpreta Ella sus deseos, y los lleva a cabo, en una especie de relación simbiótica? Nadie puede interponerse entre el hombre y la monita, hasta que Allan se enamora de su fisioterapeuta, y descubre que su lesión pueda tener cura, entonces querrá deshacerse de su siniestro lazarillo particular… solo que la otra parte de la “relación” no lo verá con buenos ojos.



    La verdad es que, dentro de su corrección, la película resulta regular (tanto para bien como para mal) quiero decir, se trata de la típica película correcta de ver, disfrutar, y olvidar, no marca ninguna cumbre en el género, pero sí se hace recordable por un par de puntos a remarcar, especialmente en la relación entre el protagonista (que tras su accidente, abandono de su novia, e intento de suicidio, en su relación con Ella se irá volviendo algo cada vez más inhumano) y la mona, una relación totalmente zoofílica y viciada. Al final, el protagonista querrá librarse de su compañera, y cuando ella aísle al protagonista en su casa, este le dirá “Eras mi cuerpo y ahora quieres ser también el cerebro, ¿no?”. Una buena idea que, sin embargo, queda totalmente desaprovechada y obvia, al ponerla en boca del protagonista. También dan bastante mal rollo las escenas en el laboratorio del que proviene Ella, donde el científico amigo del protagonista lleva a cabo sus experimentos. Las escenas finales con la monita, el protagonista y unas cerillas, son bastante asfixiantes y conseguidas.

    Y por último, está Link. Film de Patrick Franklin, ochentero total, donde un mono se enamora de Elizabeth Shue (científicos estadounidenses rastrean día y noche mi posible parentesco con ese animal ). En la película, Shue es una jovenzuela cuasi adolescente que, para pagarse los estudios, acepta un trabajo en la casa de un zoólogo que experimenta con tres primates, estableciendo hasta donde puede llegar la inteligencia de los animales. Poco después de la llegada de la señorita Shue a la mansión (aislada y rodeada por precipicios y un acantilado, por supuesto) del zoólogo (Terence Stamp) los tres animalitos empezarán a desarrollar un comportamiento sospechoso, especialmente el tal Link…


    La película se toma su tiempo (casi cuarenta minutos) en presentarnos la situación. Stamp resulta bastante carismático, y poco a poco se nos va mostrando la vida en esa mansión aislada, el aprendizaje de los monos… y la obsesión de Link por el fuego, y por su nueva cuidadora. Poco a poco, se van sucediendo situaciones más y más agobiantes (los planos a cámara lenta de los monos rodeando al doctor son bastante angustiosos) y la tensión crece, mientras el novio de la protagonista y sus amigos van a la mansión en su busca, al tener el teléfono desconectado. Vamos, que va el novio a salvarla in extremis, y se lleva un poco de carnaza para los primates.
    Última edición por Charles Lee Ra; 05/07/2018 a las 18:44

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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    viii) Monstruos: (la Naturaleza se cabrea)


    Desde películas de los años cincuenta con animales agigantados por la radiación, o por científicos locos con propósitos poco agradables, hasta que todo el subgénero resurgió en los setenta, lo que más cambió fueron los efectos especiales, pues el fondo seguía siendo el mismo. Empezaremos por las reinas del subgénero, las arañas. Bichos asquerosos, peludos y con más patas de las que cualquier ser vivo necesita, que tuvo su primera aparición reseñable en 1975: La invasión de las arañas gigantes. En un pequeño pueblo de Wisconsin, unas arañas que parecen moverse sobre cuatro ruedas saldrán de su madriguera para acometer todo tipo de tropelías. Ilocalizable en castellano, he visto trozos en youtube. Aquel que tenga ganas de reírse un ratito, que me siga allí, pues le espera una serie Z que descubrir… viendo el trailer, me estaba preguntando, una vez más, si acaso no estaré contradiciendo las leyes divinas al hablar de estas películas.

    Hay un film muy apreciado y apreciable, dirigido por John Bud Cardos y protagonizado por William Shatner, titulado aquí ¡Tarántula! (como la peli cincuentera, pero con signo de exlamación). Ya al principio suena una melodía añeja y uno no sabe qué pensar... ¿tarantulas asesinas al ritmo de folk? Bueno, ¿porque no? Se nos pone en situacion rapidamente: Shatner vive con la viuda de su hermano en un rancho, un veterinario especialista en caballos. Varios caballos de la zona son atacados por unas agresivas tarantulas, y Shatner empezará a investigar el tema, acompañado de una recién llegada a la zona. Al parecer, el abuso de insecticida en la zona ha acabado con las especies de insectos menores, fuente de alimentación de las tarantulas, que pasarán a comer lo que se les eche, convirtiendose en una jerarquizada y agresiva plaga asesina. Básicamente, se trata de un plagio de Los pájaros, cambiando obviamente aves por arañas, donde una pequeña población tradicional sufrirá un auténtico infierno por el cual pagará cumplidamente su ignorancia. El plano final, por otra parte, es de los que te hace subir un auténtico escalofrío por la espalda, por poco que te hayas tomado la peli en serio



    Y desde luego… está Aracnophobia. No es exactamente una película, aunque lo parezca. Es un ejemplo perfectamente aceptable de lo que fueron los ochenta, y también de cómo los ochenta impregnaron a los noventa, pues hubo unos años en los que parecía que la década del ocho, simplemente, no se había terminado. Una línea marcada por películas que seguían aquel viejo código del cine de entretenimiento ochentero, aunque estaban ya fuera de época.

    La dichosa Aracnophobia (se tradujo a Aracnofobia, aunque en diversas revistas se la mencionaba por su título original) fue un fenómeno social, algo así como Parque Jurásico, pero en pequeña escala. La recuerdo como de las más alquiladas de la época en el videoclub, y con bastante merchandising alrededor. La película (que gracias a su edición en vídeo, y su emisión en TVE1 semana si, semana no, conocerá casi todo el mundo, me imagino) producida por la Amblin, bajo el amparo del gran Steven Spielberg, y dirigida por un primerizo Frank Marshall (como productor tenía olfato, pero como director, viendo Congo, o la presente… en fin) y tiene un reparto de lo más corriente para la época: John Goodman, Jeff Daniels, Julian “Warlock el brujo” Sands, y algún secundario también muy de la época, como el carpenteriano Peter Jason. El argumento, más simple, no puede ser: un puñado de arañas venenosas provenientes de las selvas de Brasil van a parar por accidente a una pacífica comunidad americana (pacífica, y tópica). Un biólogo súper especialista en arácnidos acude al rescate (Sands) aunque sus conocimientos no le sirven de gran cosa… los que hayáis visto la peli, me entenderéis. En fin, típico producto cuasi familiar de la época, tan entretenido como insulso. Llegaba el tiempo de los noventa.

    Despachadas las arañas, nos acercaremos a otros simpáticos bichejos, las hormigas.

    Sucesos en la cuarta fase es quizás la más famosa o "prestigiosa" de todas ellas. Tras una serie de cambios astronómicos, un científico asegura que las hormigas se han visto afectadas, y pueden suponer una amenaza para la Humanidad. Se traslada a una base científica en el desierto, junto con un criptógrafo (Michael Murphy) para descifrar el lenguaje de las hormigas, averiguar lo que traman, y si es menester, destruirlas. En todo momento se pone de manifiesto que son una especie socialmente similar a la nuestra, aunque mucho mejor organizada: no hay individuos, se trata de una masa social, que trabaja y se sacrifica por un bien común (la protección y el bienestar de la reina). Poco a poco, la pareja, acompañados de una joven que ha acudido a refugiarse allí tras el ataque de las hormigas a su casa, intentarán comunicarse con los bichos, aparentemente con éxito, aunque con la incertidumbre de si las hormigas quieren destruirles, o comunicarse realmente con los humanos, aumentada su inteligencia. Incluso tras un ataque químico, los bichos adaptarán su biología para sobrevivir al ataque. Adaptarse o morir, que dice la carátula del VHS.




    Una rara avis, muy reivindicable.

    También tenemos una ejem, curiosidad, titulada El imperio de las hormigas (de nuestro amigo BIG, antes mencionado) con Joan Collins. De nuevo, un sano tufillo ecologista recorre toda la cinta, producción de la AIP basada supuestamente en una novela de HG Wells (no la he leído). Joan Collins intenta embaucar a una serie de ricachones para que compren una casa en su complejo paradisiaco "Costas de ensueño". Por desgracia, en la misma zona se han estado realizando vertidos tóxicos en el mar, y las hormigas han acudido a remojarse en ellos. A consecuencia de dicho baño, se convierten en hormigas gigantes que además, poseen el poder de controlar la mente de los humanos. Toma, castaña.

    Por supuesto, los pijos incautos que han acudido a comprar un trozo del paraíso que les ofrece Collins, se verán metidos en medio del fregado, entre miraditas, amoríos, canapés, conversaciones vacuas e insultantes para la raza humana, y con mucha, mucha casquería. Siempre es de agradecer. Abundan los planos de "Hormiga-Visión" y cuando estas salen de lejos son bichejos movidos por medio del stop motion, y si las vemos atacar en directo de cerca, son muñecos más o menos bien resueltos. Si en El alimento de los dioses, las ratas devoradoras de hombres daban mucha grima, aquí da incluso más. Y es que, ¿hay algo peor que morir comido por una hormiga? La música de este film setentero, por cierto, podría ir derecha a Falcon Crest, o cualquier serial parecido.



    También es reseñable un telefilm llamado Hormigas. Cuando me fue recomendada, no tenía ni puñetera idea, pensaba que era una incunable que nunca había visto. Pero cuando me puse a revisarla... ¡ea! Me suena, me suena... ¡SI, bingo! Y es que hay una peli sobre hormigas que vi de chaval, y que me dejó acojonadísimo. Desde ese día intenté encontrarla, sin éxito, casi todo el mundo me remitía a "El imperio..." o no sabían que existía.

    Recordaba perfectamente la escena final, donde los protagonistas atrapados descubren que si se inmovilizan, las hormigas no atacarán. Para poder respirar mejor sin que se note tanto su presencia, arrancan trozos del empapelado de la pared, formando tubos a través de los cuales respiran, escena que siempre usaba yo para preguntar por ella por ahí, ya que era lo que más recordaba. Curiosamente, la copia a la que he accedido está retitulada, y se llama "Intrusos letales".

    Unos recientes arreglos en el lujoso hotel Lakewood Manor provocan la aparición de una plaga de hormigas con deficiencia nutricional, que por supuesto, paliarán comiendo visitantes del hotel. Muy telefilmesca, con el gran Robert Foxworth (el Charles Giovverti de Falcon Crest) como jefe de los albañiles, y Brian Denehy como poli al cargo del rescate de los visitantes del hotel. Telefilmesco y setentero a más no poder, a mi me ha tenido con una sonrisa de oreja a oreja todo el rato, porque en si, el film no es absolutamente nada, un telefilm, pero por otro lado, se echan de menos aquellos telefilms, con actores esforzados y profesionales, simpáticos para el espectador, y buenas intenciones (que no pretensiones).

    En cuanto a abejas, muy poco voy a poder reseñar, ya que la mayoría de productos sobre estos picantes bichos son telefilmes de los de ver y olvidar. Si que sería imperdonable no sacar esa delicia catastrofista que es El enjambre, y que nos sirvió el gran Irwin Allen.


    Con su reparto de lujo y su inolvidable banda sonora consigue romper en algo la monotonía. Y es que ver en pantalla a Michael Cane, Richard Widmark, Henry Fonda, Richard Chamberlain o Ben Johnson, bajo la batuta musical del enorme Jerry Goldsmith, tiene que ser bueno, por narices. La historia es muy típica, es La aventura del Poseidón, pero cambiando barco sumergido por una plaga de abejas africanas que asolan los Estados Unidos. Un entomólogo (Caine) liderará un equipo científico que habrá de colaborar estrechamente con los militares para poner fin a la situación. No estamos ante el típico producto de serie B/Z de la productora AIP, sino ante una verdadera superproducción de la Warner Bros, que después de ganar un pastizal con los filmes catastrofistas de Allen, le dieron carta blanca (el presupuesto es de 21 millones). El desastre económico (10 millones recaudados en EEUU) acabó con la confianza de la Warner en Allen.

    En general, es la típica película que con menos medios, muchas menos pretensiones y unos actores menos conocidos y más curtidos en la serie B, habría dado resultados discretos pero entrañables.

    En cuanto a garrapatas, cucarachas y demás seres que suelen dar mucho asco, imperdonable sería no hablar del segmento final de Creepshow de Romero, donde un empresario viejo, cascarrabias e inmisericorde, obsesionado con la higiene, vive en su pulcro y enfermizo apartamento, en constante guerra contra gérmenes y humanos, se verá asediado por una plaga de bichos al más puro estilo "de parte de la Naturaleza, ¡jodete, cabrón!". El final, dudo que se les haya olvidado a quienes hayan visto la simpática cinta, el entrañable Mister Srooge con fobia a insectos acaba, literalmente, hasta el cuello de los mismos. Asqueroso y eficiente, aunque mi segmento favorito sea el de La marea.

    También hay algún producto menor, mucho menos reseñable y que ni siquiera voy a pasar de mencionarlo, como Nido Subterráneo, un direct to video que por la epoca se podía ver con frecuencia en estanterías de videoclub. Ni siquiera recuerdo haberla visto, pero la carátula siempre me dio escalofríos

    El post de bichos marinos lo terminé con una joya nacional, La grieta. Qué menos que hacer lo mismo aquí, y mencionar la gloriosa Slugs, Muerte viscosa. Editada por la casa Dister Video, trata sobre una repugnante especie de babosas que se alimentan de cuerpos humanos, en una pequeña ciudad norteamericana. Típica producción que mezcla actores americanos desconocidos con actores de su país de origen, España en este caso (entre ellos tenemos a nuestra boticaria favorita, Concha Cuetos).



    Extremadamente popular en la época, entre buscadores de casquería dura, adolescentes alienados que pululaban por los videoclubs intentando encontrar algo fuerte para ver con los amigos, con risas y cervezas a granel. La peli presente no es, ni mucho menos, tan mala como lo fue La grieta (pese a que ambas son del mismo director, Juan Piquer Simon). El inicio se parece a Piraña un poco, con pareja cachonda dirimiendo si se bañan o no en unas aguas sospechosas, él acabará devorado por las babosas en el tipico prólogo tiburonesco. Además hay una escena subidita de tono que, según he leído, le valió a Slugs la calificación X en los Estados Unidos.
    Última edición por Charles Lee Ra; 05/07/2018 a las 19:31

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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    x) Monstruos IV (Somos Freaks)

    En este post iré comentando todo aquello que se cae de otras secciones monstruosas... un post, pues, lleno de monstruos marginados entre los marginados, en tierra de nadie. Criaturas fuera de toda lógica, bebés mutantes asesinos, masas de plastilina animadas por stop motion, hombres que se convierten en panteras, deformes criaturas provenientes del Infierno, esferas voladoras descerebrantes… todo puede suceder, y seguramente, suceda.

    Un post de monstruos freaks debe empezar por El ataque de los tomates asesinos. Si o si, sin discusión. Es la típica película que en la España de aquellos días, no te creías que existía. Se rumoreaba, se hablaba, se decía, se la buscaba… pero nadie creía realmente en su existencia. Era fruto de leyenda, perteneciente a un mundo de películas peores que cualquier pesadilla, el tipo de películas de las que solo se hablaba en los más cutres y casposos fanzines.

    Basada en el best seller “Los tomates de la ira”, El ataque de los tomates asesinos es la película más casposa, mala y desvergonzada jamás contemplada por mis ojos.
    Los títulos de crédito repiten los mismos nombres y apellidos una y otra vez. Es ya una mala señal. Luego, aparecen escenas, con gente hablando, y es todavía peor. Una pareja de ancianos comentan el paso de un tomate gigante que devora a un niño, sin inmutarse ninguno de los dos. La abuela hace ganchillo pacíficamente mientras su vecino es devorado. La policía llega a la casa de una víctima, y ya de entrada, dicen que no hay pistas, ni móvil para el crimen… ¡sin haberlo investigado previamente! Hay explosiones increíbles. Un helicóptero de juguete juega a ser un helicóptero REAL de la policía. Los extras ponen cara de mucha sorpresa, vamos, la misma que pondría cualquiera que no fuera actor, que se limita a abrir mucho la boca y los ojos.



    A partir de ahí, la fiesta y el cachondeo están garantizados. Militares y científicos directamente gilipollas, intentan investigar el asunto. Los tomates son parte un experimento gubernamental para crear frutas y verduras gigantes, para acabar así con el hambre en el mundo, pero ahora los tomates están vivos, vuelan, y se comen a la gente, en lugar de lo contrario. Ahora, invaden la población, matando impunemente a los ciudadanos sin que sea posible evitarlo.

    ¡El hombre VS la verdura! El combate del siglo transcurre en este film.

    Y es que, no se puede hacer una crítica mínimamente coherente a esta cosa, no hay nada que decir, solo podría reseñar una escena tras otra, cada una más ridícula que la anterior, entre risotadas dementes, hasta que llegan los de la bata blanca y le ponen a uno una camisa de fuerza. Desde la escena de la reunión de emergencia en una sala del tamaño de los aseos de un avión, los responsables de esta cosa se desnudan por completo, quitándose también la vergüenza, y cualquier sentido del ridículo que pudieran poseer, y para sobrevivir al visionado, la única manera es imitarles.
    El film tuvo secuela, El retorno de los tomates asesinos, famosa sobre todo por la aparición de un George Clooney pre-cualquier cosa en la que le hayáis visto, y también, según me cuentan, hubo una serie de dibujos animados. El culto a la mugre, al cine basura, la ha ensalzado, convirtiéndola en una pequeña joya, y sacándola del guetto de las peores películas de la historia, donde es poco probable que gente como nosotros la hubiera encontrado.

    Larry Cohen, el padrino de la serie B, obtuvo su mayor éxito con Estoy vivo. Larry Cohen es un tipo al que siempre he admirado.
    Estoy vivo (he leído por ahí que supuso un auténtico éxito económico para la Warner BROS) es tal vez la primera película realmente exitosa de su director, y también, a nivel de acabado formal, y de logros atmosféricos, la mejor, la que más en serio se toma en si mismo. Muchos críticos la han dado de lado considerando que se trata de un mero panfleto anti abortista: yo no creo que el mensaje de una película, que se limita a servir al argumento de la misma, sea suficiente para despreciar un filme, aunque ese es un debate que merecería otro post… un matrimonio de clase media acomodada, que ya tienen un niño crecidito, se dirigen al hospital en plena noche para dar a luz a su segundo hijo. En un primer momento, pensaron en no tenerlo, y ella estuvo medicándose con píldoras abortivas, pero finalmente, cambiaron su decisión. Ahora, el parto, aparentemente común, deriva en un baño de sangre. Todos los médicos mueren brutalmente asesinados, y la criatura desaparece. Mientras se produce una auténtica conmoción social, y el entorno de la pareja, los Davies, comienza a venirse abajo, el bebé mutante comienza a cometer otros crímenes en la ciudad. La postura del padre es la de matarlo para demostrar que “es una persona normal” como si tuviera que justificar su humanidad matando a la “cosa” que ha engendrado, una criatura que, pese a sus ataques asesinos, demuestra que sus verdaderos objetivos son volver a encontrarse con su familia.

    Mientras los Davies viven su tragedia personal y los crímenes se suceden, el responsable de la farmacéutica que fabricó las píldoras abortivas llega a un acuerdo con la policía para que el cuerpo del bebé sea totalmente destruido, y no quede nada que analizar, seguramente en un intento de ocultar una negligencia grave….
    Cohen siempre ha sido amigo de meter mensaje en sus películas, algunos mejor resueltos que otros. Los mayores logros de su película son una banda sonora que está por encima de los otros recursos, una de las últimas que Bernard Herrman compuso. También se ha dicho que Ridley Scott tomó buena nota de esta película antes de hacer su Alien, respecto a la forma graduada de mostrar en pantalla a un monstruo, y lo cierto es que así parece: tanto en la obra maestra de Scott como aquí, al principio solo escuchamos sonidos, o vemos planos muy cerrados de partes del cuerpo de la criatura, que no se muestra (ahora si, al completo) hasta el final. Son interesantes los planos difuminados de la visión del bebé mutante, o la paranoia de la policía ante los crímenes (como la brutal escena de la policía enloquecida haciendo aparición en un parque y apuntando con sus armas a un crío normal, al escuchar su llanto).

    En resumen, una serie B muy bien resuelta, simpática y bastante ácida. El final además, tiene muy buena manera de, digamos, cerrar el círculo: por mucho que el Hombre se empeñe en borrar a la fuerza los hechos negativos que no le gusta ver o recordar de sus actos, estos siempre acaban por abrirse camino hasta él.



    La película fue un éxito, como ya he comentado, y no es de extrañar que hubiera secuelas. Ambas son muy parecidas, visualmente: la primera se titula, erróneamente, Sigue vivo, ya que no tiene que ver con el bebé del primer film. Aquí tenemos a un matrimonio que celebra una fiesta porque ella está embarazada. En la fiesta se presenta el padre del primer bebé mutante, Frank Davies, para advertir al matrimonio de que la mujer va a dar a luz a uno de esos seres, e intentar convencerlos de que no comentan los mismos errores que se cometieron en su caso.
    La película es bastante aburrida, muy interesante lo que cuenta pero no como lo cuenta, ya que en realidad, no cuenta nada realmente nuevo. Aparece el policía implicado en la anterior entrega (actor habitual en pelis de Cohen) y tiene un final circular, que parece indicar lo mismo que indicaba el de la primera parte: que no nos libraremos fácilmente de los errores, aunque intentemos escurrir el bulto de todas las maneras posibles.
    La tercera parte, titulada La isla de los vivos, incluye a otro fetiche de Cohen, el inimitable Michael Moriarty, como padre de uno de esos niños mutantes, que intenta defender la permanencia de su hijo en este mundo, ante los tribunales. Tras varios juicios, se decreta ilegal matar a estos bebés como hasta ahora se venía haciendo, pero también se prohíbe que vivan en la sociedad, y se les aísle en una isla desierta, abandonándoles a su suerte. Años Después, unos cazadores llegan al lugar…

    Sin ser gran cosa, me resultó refrescante en comparación con la segunda parte, que era puro calco de la primera. La presencia de Moriarty siempre es agradable, y el final queda perfectamente cerrado (por primera vez) dando colofón a la saga, allí donde las otras dos entregas no lo habían hecho. La primera parte es un clásico del género de monstruitos, y las otras dos, para pasar una tarde loca a lo serie B, valen, pero para poco más…


    En la misma onda que los tomates asesinos, pero en intenciones de mensaje (pocas, todo sea dicho) muy similar a la saga de Cohen, está Basket Case. Frank Hennenloter es un caballero que en los ochenta (aunque aquí en España, le conocimos, al menos yo le conocí, a principios de los noventa) dirigió Basket Case, título que aquí fue mutado a ¿Dónde te escondes, hermano? Una retitulación bastante tonta, porque el hermano está escondido en un sitio bien definido: la cesta, del título original.



    Frank dirigió Basket Case prácticamente sin dinero. He leído que el fajo de billetes que muestra Duane al casero, al principio del film, es toda la pasta que había de presupuesto. Yo me lo creo.

    Duane es un joven relativamente normal, aunque con pinta algo rarilla, interpretado por Kevin Van Hentenryck (y el festival de nombres divertidos continúa…) que llega a Nueva York, prácticamente sin un céntimo. Solo tiene una cesta, una misteriosa cesta… poco a poco, conocemos su triste historia: Duane nació con un hermano gemelo siamés pegado a su cuerpo. El problema es que dicho hermano era un trozo de plastilina mutante, al que sus padres bautizaron Belial (les comprendo). Se decidió, cuando Duane era un niño, separarlos quirúrgicamente, para que el chico pudiera llevar una vida normal, y tras la operación, dieron por muerto a Belial. Pero este no estaba muerto: su hermano le recoge, y juntos matan a sus padres. Luego, durante años, viven tranquilamente en su casa, junto con una anciana que fue su canguro de niños, y que apoya a los dos hermanos. Cuando la mujer fallece, los dos hermanitos deciden ir a Nueva York para matar a los médicos que los separaron de niños, propiciando un festival de gore más o menos apañado…

    Basket Case pertenece, nuevamente, al mundo de los fanzines casposos, de la Fangoria de principios de los noventa, de las esquinas más retorcidas y oscuras de los videoclubs. Aprecio esa cinta (esa saga) porque me recuerda mucho a aquella época, en la que uno no tenía más información sobre una película, que las fotos y la sinopsis de la carátula, y lo que el dueño del videoclub te quisiera contar. Alquilar una película, gastar 350 pesetas en una cinta, era un poco como un concurso de esos de cajas sorpresa: no sabías lo que te ibas a encontrar. En este caso, me encontré con un casposo delirio gore, rodado en las calles, en casas de amigos que se nota, son casas corrientes de las que no han cambiado ni un mueble. Todo el film chorrea caspa por todos los poros de su manchado celuloide, y la película existe solo para eso. No es, y jamás pretenderá ser, un clásico del cine fantástico, ni siquiera un buen film. Solo una película gore para gente que en su época, consumía estas cintas.

    De todas formas, se pueden hacer algunos apuntes sobre la especial relación entre los hermanos. Irónicamente, los padres de los gemelos acertaron al intentar destruir a Belial, basándose en que el hermano “normal” nunca tendría una vida normal: ahora, pese a estar separados, a los gemelos los une una enfermiza relación de dependencia, con Belial como “mano ejecutora” de todos aquellos que les han molestado. Los celos de la deforme masa de plastilina cada vez que su hermano habla con una mujer, por ejemplo, le dan a la película unos deliciosos toques de truculencia, junto con las dosis de sangre y las muertes, que son las que la han salvado del olvido, en los círculos menos exigentes de la cinefilia.



    Hubo dos secuelas. Ambas las vi en VHS, en su día, y luego revisé la saga durante un ciclo que hizo Calle 13 (cuando su programación todavía era algo digno de verse y grabarse). La segunda parte, Basket Case 2 a secas, nos introduce en un mundo ya directamente sacado del Freaks de Browning. Los dos hermanos están en el hospital, tras ser heridos por la policía, pero son rescatados por una amable ancianita, y su nieta. Resulta que ambas mujeres regentan una casa llena de seres grotescos, deformes, y sin semejanza alguna con los seres humanos (así, sin más explicaciones de dónde han salido todos los bichos) y ahora ofrecen integrar a los gemelos en su grotesca, aunque pacífica comunidad. Mientras la policía inicia la búsqueda de los fugados, un impertinente periodista va tras ellos, con malas intenciones… siguiendo la máxima que seguían los deformes miembros de aquel circo de la peli de Browning, aquí la comunidad monstruosa vive tranquila y pacífica en la casa de la anciana… a no ser que alguien se meta con uno de los suyos. Esto es la excusa perfecta para montar otra ensalada de tripas de bajo presupuesto. Además, entre los muchos engendros que pueblan la adorable casa de la anciana, se encuentra una masa asquerosa idéntica a Belial, solo que… hembra. ¡Amor en el aire!

    La tercera parte sigue siendo un absurdo e ilógico festival de gore. Belial y su “amiga” han tenido descendencia, concretamente, otros doce bichos idénticos a ellos. Ante el secuestro de estos bichos, toda la familia Monster se pondrá manos a la obra (o más bien, manos al gore). En realidad, vista la segunda, para mi es insuperable en cachondeo, sangre y locuras, de manera que esta tercera, en su día, se me descolgó un poco, siendo una especie de versión grotesca de 101 dálmatas.

    En 1979, el mundo estaba a punto de conocer una importante avalancha de slashers. La noche de Halloween había pegado FUERTE, y Viernes 13 iba pronto a rematar la faena. A partir de entonces, prácticamente toda productora de cine existente en América, desde las más grandes hasta las más carentes de vergüenza y presupuesto, harían una película (y si podía ser, una saga) sobre asesinos locos enmascarados persiguiendo a adolescentes. La avalancha todavía hoy, no ha muerto del todo.
    En medio de ese periodo de transición, nos llega una auténtica joya del cine fantástico: bizarra, irreal, casposa… si, pero una joya. Se trata, claro de Phantasm (Phantasma, en España) dirigida por Don Coscarelli, director bastante casposo, que en los ochenta consiguió un éxito fácil (y fugaz, hoy ya olvidado) con la explotation de espada y brujería El señor de las bestias, con Marc Singer (saga que se tratará ya en su correspondiente post). La otra saga por la que se conoce a Coscarelli, es la presente.


    Phantasma (la trataré así, por ser su título en castellano) es una marcianada impresionante. Empieza en una localidad americana indeterminada, una América Profunda que parece haber quedado olvidada, sin apenas personajes, sin casi gente viviendo allí, sin policía ni otra autoridad aparente. Dos de sus habitantes son los hermanos Jody y Michael. Michael es el pequeño, y al haber perdido a sus padres en un accidente años atrás, siente una fuerte dependencia por su hermano Jody y lo sigue a todas partes, temeroso de que este le abandone. Sus únicas ocupaciones son corretear por ahí, sin, aparentemente, ir a la escuela, y pasar el rato con su amigo Reggie, un ridículo personajillo que trabaja vendiendo helados, y que será el futuro protagonista de la saga.

    Otro amigo de los hermanos, Tommy, es asesinado en el prólogo del film, por una extraña muchacha que se convierte en un desagradable anciano, justo antes de acuchillarle hasta la muerte. Mike, a quien su hermano prohíbe asistir al funeral, acude de todas formas, y lo observa con unos prismáticos. Tras la ceremonia, Mike ve como el anciano, un hombre alto que aparentemente, es el guardia del cementerio, roba el ataúd de Tommy. Será el inicio de una surrealista odisea de horror, una inclasificable película que bebe del terror, de la fantasía de mundos paralelos, y de la ciencia ficción (un poco de andar por casa, eso si), mezclándolo todo en una entretenida coctelera.

    El Hombre Alto, como será llamado para los restos, es una especie de embajador de otra dimensión, que se ocupa de robar cadáveres para revivirlos con su ciencia desconocida, reduciéndolos de tamaño (para que puedan sobrevivir en una dimensión diferente, de mayor gravedad y temperatura que la nuestra) enviándolos luego como esclavos a su dimensión. Se trata de unas criaturas que en las secuelas serían vistas claramente, pero que aquí son seres que se atisban con el rabillo del ojo, que se intuyen, se sienten, pero no se ven claramente. Se parecen a los jawas de La guerra de las galaxias, enanos con túnicas, pero algo menos agradables.

    Así, los elementos, cada uno más deliciosamente imposible que el anterior, se van sumando: Mike consulta a una médium de baratillo, que PLAGIA descaradamente la prueba de la caja, sacada, supongo, de la novela de Dune (a la película aún le faltaban unos cuantos añitos para llegar). Hay una extraña sala blanca, con un portal por donde pasan los esclavos (las famosas varillas metálicas esas, como un diapasón). Tiros, persecuciones de coches. Extrañas premoniciones, desapariciones, asesinatos. El Hombre Alto dispone de sus poderes… los enanos esclavos son su mayor fuerza, además, posee como arma una esfera voladora metálica que persigue objetivos en movimiento, para clavárseles en la cabeza y extraerles toda la sangre. Dicha arma no aparece mucho en la primera entrega (las dificultades presupuestarias lo impedían) pero sus dos apariciones sobraron para incluirla en la lista de armas mortíferas de cine fantástico. Tampoco hay que desdeñar el poder de transformación en mujer del Hombre Alto, que podría haber sido interesante, pero se deja de lado en posteriores secuelas, aunque aquí queda más que evidente.

    Todos estos elementos alucinantes van subrayados por una marciana banda sonora, con un tema central simple, que, como el de La noche de Halloween, permanece en la mente mucho después de que la peli acabe. Una tonadila aparentemente inofensiva que subraya el peligro que corren los protagonistas. La expresión agriada y severa del hombre Alto, ajena a expresiones de sentimientos humanos, sus largos y tranquilos andares, crean un personaje mítico para el cine fantástico. Gran parte de la culpa de su éxito está en el final, un final donde parece que todo haya sido una pesadilla… ¿o no? Ese Hombre Alto suspendido tras el espejo (o quizás, dentro de él) gritando su mítico “¡Chicooooo!” que repetiría en posteriores secuelas, se le queda a uno en la retina por mucho tiempo.

    La película es simplemente única. No se me ocurre otra forma de describirla, mezcla una serie de ingredientes de una manera que nunca se ha vuelto a hacer. La magia, el miedo, el misterio (se responden escasísimas preguntas, lo cual acaba siendo un acierto) esa extraña sensación de que parece que el pueblecito donde residen los protagonistas sea incluso un mundo distinto al nuestro, casi sin personajes, sin preocupaciones, una especie de limbo inconsciente donde no pasa el tiempo… toda una imaginería fantástica, Coscarelli crea su propia mitología, aunque por desgracia no la respeta demasiado en posteriores secuelas.



    Las secuelas llegarían, cómo no, y ninguna lograría siquiera rozar esa sensación de magia y fascinación que provoca la primera parte… Phantasm El regreso fue la segunda parte, que llegaría en la segunda mitad de los ochenta, muy poco afortunadamente. Aquí se sustituye al actor original que hace de Mike (Michael Baldwin) y se le cambia por el soso Michael LeGross, actor secundario en algunas ochentadas.
    Era el único que se libraba de la sed de sangre de los vampiros en Los viajeros de la noche, en la celebrada escena de la matanza en un bar de carretera, y hacía de matón de barrio en una comedia que personalmente me encanta, CIA, Operación espacial, con John Ritter y James Belushi. Tenemos a Michael que, años después de escapar al Hombre Alto, está en un psiquiátrico. Cuando sale de él, decide irse a vivir con la familia de Reggie, pero son asesinados por el hombre Alto. Reggie y Michael deciden emprender un viaje por todo el país, armándose hasta los dientes con la única intención de encontrar y matar a su enemigo. Por otra parte, una joven rubia que vive en un pequeño pueblo afectado por las prácticas del Hombre Alto, sueña con Michael, que sueña a su vez con ella.

    Aquí se nos introduce en un oscuro mundo que volveremos a visitar en todas las secuelas: el de los pueblos americanos totalmente abandonados. Pueblos desiertos y olvidados, que según se nos explica, son los lugares en los que el hombre Alto ha estado, matando y convirtiendo en esclavos a toda la población. En uno de esos pueblos tendrá lugar el encuentro entre Michael y la chica, y Reggie ligará con una excursionista. Todos irán a refugiarse a una vieja fonda abandonada… la noche no será precisamente agradable.

    Esta entrega me resulta bastante aburrida, ya que no cuenta apenas nada nuevo: los pueblos abandonados ya se intuía en la primera entrega. Se nos presenta a una nueva variante de ayudantes del Hombre Alto: humanos con máscaras de gas que se ocupan de desenterrar los cadáveres. Algún momento logrado (el enfrentamiento del Hombre Alto con el sacerdote) y mucha comedia (Michael y Reggie yendo por ahí con escopetas, lanzallamas y sierras mecánicas) no la eximen de ser bastante aburridilla, y no aportar nada nuevo.

    Resulta curioso, o quizá no, que una peli hecha con 4 duros se convirtiera en un clásico, y esta, su secuela, amparada y financiada por una major, la Universal, devenga en película impersonal y que nada parece tener que ver con la anterior.

    Las siguientes secuelas tampoco fueron gran cosa, pero yo salvo la tercera parte por poseer unas dosis de bizarrada muy altas... con cada vez menos presupuesto, quizá su gran mal es que nunca han tenido una historia que contar, solo una sucesión interminable de persecuciones. Con todo, amo esta saga.

    Otra saga de bichos, muy popular, es Temblores. La primera parte es toda una joyita del cine fantástico con fuertes retazos de humor a lo buddy movie, realmente refrescante, divertida y con alguna escena semi gore desfasada… hay un pequeño pueblecito en el desierto, llamado Perfección, y ocupado por prácticamente cuatro gatos que viven en caravanas. Dos de estos habitantes son los inútiles de Valentine y Earl, dos auténticos perdedores que hacen el trabajo sucio de todos los vecinos, y que viven solos prácticamente en la indigencia. Valentine (Kevin Bacon) es joven y bastante creidillo, y Earl (Fred Ward, un actor horriblemente desaprovechado que aquí está genial) es más mayor, menos ambicioso. Un buen día, cansados de la rutina, deciden abandonar Perfección para ganarse la vida en la gran ciudad, con el sueño de hacerse ricos. Por desgracia, no llegarán a abandonar el pueblo: por el camino, encuentran varios cadáveres horriblemente mutilados, sin ninguna explicación, y a un anciano que inexplicablemente, murió subido a una torreta del tendido eléctrico… de sed, por no querer bajar de donde estaba. Volviendo al pueblo, no tardarán en descubrir que una extraña raza de gigantescos gusanos han decidido darse un convite en el pueblo. Cortados todos los accesos que salen de Perfección, sus habitantes tendrán que ingeniárselas para sobrevivir a los bichos…


    La galería de personajes que pueblan Perfección es realmente pintoresca. Desde esa pareja a lo Rambo que vive en un bunker, con más reservas de alimentos y más armas que un cuartel militar, obsesionados con la tercera guerra mundial que ellos creen inminente, al comerciante pesetero interpretado por nuestro amigo Victor Wong, o ese chaval repelente que constantemente está provocando sustos a la peña y gastando bromas pesadas… hasta que le toca asustarse a él, y de verdad. Con la ayuda de una sismóloga universitaria, Rhonda (que en el doblaje tiene la voz de Lois Griffin) y que será el interés amoroso de Valentine, conseguirán averiguar exactamente cuantos bichos hay, y cómo evitarlos.

    La película es todo un cachondeo, aunque la amenaza es real, y no son pocos los que acaban en las fauces de las bestias… ¡y que fauces! En la carátula, daba la impresión de que los bichos estos tienen dientes, a lo tiburón, pero en realidad tienen un gran número de serpientes que les salen de la boca, atrapando a todo ser vivo que se mueva para engullirlo. Las carátulas engañosas daban para todo un post…

    Volvemos a hablar del incombustible, el único, el inimitable Larry Cohen, para hablar de esa simpática producción que se llama Q, la serpiente voladora. Producción de 1982, es su peli más conocida tras la del bebé mutante y la del Stuff, el yogur que se come a la gente.

    Reúne ante la cámara a dos enamorados imprescindibles de la serie B como son el gran David Carradine, y el ya habitual Michael Moriarty (no tardaremos mucho en volver a hablar de él). En la ciudad de Nueva York (siempre Nueva York, tratándose de Cohen) hay una extraña ola de asesinatos rituales en los que las víctimas aparecen despellejadas. Al mismo tiempo se producen una extraña serie de ¿accidentes? Siempre en las alturas, y en los que varias personas resultan desmembradas. El detective Sheppard, interpretado por Carradine investiga el suceso, sin estar ni siquiera cerca de resolverlo, ya que no tiene ni idea de lo que realmente está pasando. El único que descubre la verdad y vive para contarlo es Jimmy Quinn (Moriarty) un matón miserable de los bajos fondos, demasiado cobarde para dejar esa vida, ni siquiera por su novia. Constantemente intimidado y obligado por otros delincuentes, se mezcla en un atraco que sale mal, yendo a parar al edificio Chrysler, en cuyas alturas está escondido el responsable de las muertes: Quetzalcoatl, una enorme serpiente prehistórica/mitológica, que ha sido traída del pasado por una secta (suyos eran los asesinatos rituales) y los extraños accidentes son en realidad, víctimas de la alimentación de la bestia. Quinn, teniendo la sartén por el mango, intentará chantajear a la policía, haciendo todo tipo de peticiones hilarantes a cambio de revelarles el paradero de la bestia, mientras los asesinatos siguen sucediéndose.



    Toca hablar ahora de las explotations que surgieron a raíz de Gremlins… pero para eso hay que hablar antes de Gremlins.

    Joe Dante es amigo del fantástico, un tipo que ha dirigido algunas de las películas más entrañables del cine fantástico ochentero, como Piraña, o Aullidos. En Gremlins, se dejó llevar por el espíritu Amblin, algo inevitable teniendo en cuenta que produce el señor Spielberg y la pareja Marshall/Kennedy. Hablar del argumento de esta película es casi un tópico, creo que todos la habremos visto alguna vez, seguramente, muchas veces: un viajante lleva como regalo a su hijo adolescente una extraña mascota que encuentra en una rara tienda oriental. El bicho, bautizado Gizmo, y muy manso, tiene sin embargo unas reglas que no pueden ser rotas bajo ninguna circunstancia: no puede mojarse, no puede darle la luz del sol, y sobre todo, la más importante, bajo ninguna circunstancia hay que darle de comer después de la media noche. Una vez regalado al joven Billy, las reglas no tardarán en irse incumpliendo UNA POR UNA, y como consecuencia, a Gizmo le salen unas extrañas criaturas de la piel: son Gremlins, unos repugnantes seres con ganas de juerga y con un imparable poder de destrucción masiva. A partir de entonces, la pacífica comunidad donde vive Billy no va a volver a ser como antes, y el chaval y su novia junto con Gizmo, tratarán de parar a las criaturas, antes de que sigan reproduciéndose y sembrando el caos.



    Creo que está demás mencionar las escenas clave de la película, pero tampoco puedo evitarlo: ese ENORME Dick Miller (una institución de la serie B en si mismo) como vecino racista, que es quien pondrá el nombre a los bichos, un paranoico que cuando llegue la amenaza, poco podrá hacer; la madre de Billy, atacada en la cocina por un gremlin especialmente violento, y como la sufrida ama de casa se deshace del bicho de la forma más asquerosa posible, y desde luego, la escena que causó más traumas que ninguna otra en toda la película: la confesión de Phoebe Cates acerca de la muerte de su padre, que se vistió de Santa Claus en Nochebuena y trató de bajar por la chimenea con los regalos para sorprender a su familia, partiéndose el cuello en el proceso. Realmente escalofriante, la escenita.

    En los ochenta, Gizmo y sus no tan pacíficos compañeros, los Gremlins se hicieron tan populares como podría serlo Rocky, o el Supermán de Reeve, personajes comunes sobre los que se hacían chistes en programas de televisión, se los parodiaba, y todo el mundo sabía de qué hablabas si te referías a la película, o a alguna de sus escenas.

    La película tuvo secuela (era inevitable en su época) que yo pude ver en el cine con los amigos. Aún hoy, pienso que fue un error hacerla, o que debió hacerse antes, o al menos de otra manera. Nunca me gustó mucho (hace muchos años que no la reviso) pareciéndome demasiado rara y con demasiado sentido del humor desbalanceado. No sé, tal vez un revisionado cambiara las cosas… o no. Aquí, un Billy más talludito, sigue arrastrando tras de si a Gizmo, uno de los osos de peluche más vendidos de toda la historia desde que se inventó el juguete. En la compañía en la que trabaja Billy, los Gremlins volverán a surgir, para desdicha de todos los trabajadores, y del ya sufrido dueño de la mascota favorita de América. Lo divertido es que aquí hay Gremlins nuevos, bichos diferentes, evolucionados, más variedad… increíble el gremlin inteligente “no me atrevería a usar la palabra atavismo” , el gremlin mujer, el Gizmo rambo (le deben haber agotado la paciencia). Pero en fin, el problema quizás es que todo queda en anécdotas y cameos simpáticos (Christopher Lee, otra vez Dick Miller…) sin más, sin llegar a resultar realmente interesante por si misma. Por eso, hoy en día se conocen unos cuantos gags, se celebran… pero la película en si, está consideraba bastante flojeras.

    Un imprevisto más que Dante y los suyos no podían prever (o quizás si) es que a la gente le gustó ver eso de bichos caóticos, ya vengan del espacio o de Perú, causando el caos, mezclados con adolescentes, pero con características humanas, como el habla y sobre todo, el ¡deseo de diversión!. ¿Cuántas películas de estas se habrán hecho? Imposible calcularlo, es que es sencillamente imposible. Me limitaré a reseñar todas aquellas más populares que han sobrevivido (más o menos) en la mente de los cinéfilos más cachondos y desprejuiciados.


    Ahora vendría hablar de los Critters, si… son la evolución natural de los Gremlins. Pero no, lo siento; Los Critters tocan en un próximo post, que tratará sobre monstruos venidos del espacio. Payasos asesinos, La cosa de Carpenter, Critters, Xtro, Hobgoblins, etc. De manera que, para empezar, hablaremos de los Ghoulies, esa saga, y después, de los Munchies.

    Una producción Band (otra más) cuando todavía eran Empire, y no Full Moon, como vendrían a llamarse en el futuro. Felices tiempos aquellos, 1985, año en que los Band crearían la mejor película jamás dirigida sobre cabezas decapitadas violadoras: Re-Animator. Amén de aquello, tuvieron la decencia de inaugurar la saga Ghoulies, en la cual están presentes varios de los hermanos Band, amén de otros nombres indestructiblemente unidos a esta gente, como Ted Nicolau, o Marc Albergh.



    Desde luego, lo que más me gusta de la película es su carátula de VHS en España. Ya metidos en camisa de once varas, el prólogo se sucede en una época indeterminada, en la que un despeinado brujo de ojos verdes intenta sacrificar a un bebé (su propio hijo, nada menos) pero la madre lo evita, ofreciéndose ella en lugar del pequeño. Ya en nuestros días, una pareja joven llega a la casa ancestral que ocupaba aquel brujo, y que él ha heredado. El chaval (no hace falta ser un genio para adivinarlo) es aquel bebé, hijo de aquel brujo, y una vez en la casa empezará a interesarse por los viejos libros y objetos de brujería que todavía se guardan en el sótano. Para animarse, la pareja decide montar una fiesta, invitando a los gilipo… a sus amigos, un grupúsculo de gente sin el menor cerebro, víctimas propicias que solo piensan en lo de siempre: comida, bebida, folleteo, cotilleos, juerga loca erótica-festiva, etc. Durante la fiesta, al chaval no se le ocurre otra cosa que montar un ritual de magia negra del que todos se cachondean, pero tras el cual, se va a convertir en un asiduo de la brujería, cambiando por completo su personalidad poco a poco, a peor, ansiando poder, y convocando a diversas criaturas, los Ghoulies, bichos invisibles para todos, excepto para él mismo.

    Finalmente, ya convertido en brujo (de ojos verdosos, y todo) convocará a sus amigos para, dominándolos, preparar un peligroso ritual, que traerá de vuelta a su padre muerto, y enterrado en la finca, con una pinta de loco a lo Brad Douriff, aunque el padre no tendrá buenas intenciones, ni para el hijo, ni para el mundo…

    El chaval se parece un poco a Kyle McLahan, hay diálogos delirantes, comportamientos estúpidos, jovencitos impúdicos sin cerebro, alguna escena de cama, música de sintetizador cutre, efectos especiales muy de la época, con maquillajes exóticos… ah, y los Ghoulies no vienen del váter, como todo el mundo piensa; eso sería en la secuela. En la primera parte son entidades satánicas que surgfen de la tierra y del agua para servir al joven nuevo amo, aunque no dudarán en volver con su auténtico amo satánico cuando este resurja de su tumba.

    ¡Ah, la secuela…! Ghoulies 2, la primera de la saga que yo vi, en casa de mis abuelos cuando era un crío.

    El joven Larry lleva una atareada vida como trabajador en una feria, con su tío el borrachín de Ned, que llevan juntos una atracción de magia. Una noche, paran a poner gasolina. En la gasolinera, un hombre está intentando deshacerse de los Ghoulies (así, sin más explicaciones acerca de quien es, o como han llegado hasta él las bestezuelas satánicas). Su intento resultará infructuoso cuando los Ghoulies le maten y escapen, en dirección a la feria, donde harán una y mil payasadas sanguinolientas. El tío Ned, en su intento de demostrar que es un mago de verdad, reproducirá un hechizo… que solo logrará AGRANDAR a uno de los Ghoulies, convirtiéndole en un gigantón que irá por ahí devorando a humanos y a los otros Ghoulies, sin hacer distinción en su dieta, ni tener el menor pudor a la hora de comerse a sus antaño semejantes. Por ahí tenemos a Phil Fondacaro prestando su carisma ante las cámaras, como ayudante de la feria. Por aquellos tiempos, Empire era todavía Empire, pero le quedaba muy porquito para morir ahogada por las deudas (los Band daban dinero hasta a los apuntadores para que dirigieran sus propias películas, y claro… no todos eran Stuart Gordon o Brian Yuzna) y renaciese convertida en Full Moon, pero gran parte de su saber hacer (serie B cutre, pero sabían hacerla como pocos) se perdió por el camino.



    Aún habría de haber dos secuelas más tras estas reseñadas: la cuarta hasta hace poco, ni sabía que existió, pero la tercera la vi en televisión, y la tengo en VHS, una auténtica locura desmadrada y puramente ochentera, aunque llegó ya en los noventa. Veamos: en una Universidad, los jovencitos y jovencitas sufren de calentamientos y guerra de hormonas varias, los tiempos no son como antes. Esto hará que un chiflado profesor de la vieja escuela (Kevin McCarthy, nada menos) convoque a los Ghoulies desde los abismos del infierno para que estos castiguen a los jovencitos sin pudor, y a las jovencitas sin ropa. Todo esto en un entorno en el cual, el protagonista es un universitario, jefe de una fraternidad estudiantil que está en guerra con otra fraternidad, cuyo lider le ha robado la novia al prota… vamos, una auténtica teenmovie donde los Ghoulies pintarán menos que más, y donde son solo una excusa para mostrar un poco de FX y escenas graciosas, a lo Munchies (no hay más que ver la carátula).Divertidilla, si, pero ya más cutre que otra cosa, aunque se agradece para pasar una tardecilla nostálgica.

    Munchies es un film que no puede ser negado. Mola si o si. Una película en la que unos ridículos seres, mezcla de los Gremlins y de un muñeco de trapo malo recién salido de un cubo de residuos radioactivos, se trata de unas criaturas venidas de Perú, bichos fanáticos de la tele, el porno, la cerveza, los aperitivos y los paseos por el videoclub.

    La película trata sobre un tipo loco que cree que los extraterrestres tuvieron mucho que ver con antiguas culturas, y está continuamente haciendo expediciones arqueológicas, arrastrando con él a su hijo adolescente, al cual esas cosas no le interesan nada. En la lucha del padre por demostrar que Machupichu recibió tecnología secreta de los extraterrestres (es verídico, no me invento nada) viaja a una cueva peruana donde se encuentra con un extraño ser amistoso, de palabras amables, que viaja en una bolsa de deporte hasta los EEUU, donde el padre lo usará como demostración final de triunfo de la veracidad de todas sus teorías. Pero antes de eso, debe ir a una conferencia, por lo que debe dejar a la criatura al cuidado de su hijo, y la novia de este.


    El chanchullero local, un tío engreído y ridículo que quiere que el padre del chico le venda sus tierras, decide secuestrar al bicho para pedir un rescate a cambio, y lo deja al cuidado de un sicario subnormal, que acabará atacando al munchie cuando este destroce sus discos de vinilos. Y es que los munchies son amables y cariñosos, dóciles y mansos… hasta que les hacen enfadar. Resulta que el drogata corta al munchie en trocitos con un cuchillo, pero… ¡de cada trozo sale un munchie nuevo! Convertidos en impúdicas criaturas, se dedicarán a robar deportivos, disparar a los buzones, conducir a máxima velocidad, y asaltar tiendas para llenarse la panza, mientras el chaval protagonista y su novia intentan encontrarlos, ayudados por el joven sheriff palurdo.

    Luego está el díptico Troll, auténticas guarradas, marcianazas ochenteras serie Z, realmente mugrientas. Son obra de la Full Moon, una vez más.

    Muchas de sus películas ni las hemos visto aquí, su calidad ha llegado a ser tan ínfirma que realmente ya no valen la pena. Lástima, porque en su momento apostaron por buenos productos de serie B, cutrecillos pero entretenidos, y con cierta magia y entusiasmo. De ahí, pasaron a convertirse en una fábrica industrial de desangeladas películas de serie Z, sobre todo subproductos con mucha escena de cama, y secuelas de sus sagas más emblemáticas (a las dos mencionadas arriba, habría que sumar la saga de ciencia ficción Trancers).

    La primera entrega de Troll, que data de 1985, tiene como padre de familia a Michael Moriarty… ¡y SI, venga, preguntadlo, que sé que lo estáis deseando! Si, lleva una gorra del equipo del Betis toda la película, si. Pero es que además, atención a esto… ¡se llama Harry Potter! ¡¡¡Y su hijo también!!! la historia cuenta como una familia llega a una antigua casa. La hija pequeña entra en el sótano, siendo secuestrada por un horrible troll que toma su aspecto, comenzando a comportarse como una auténtica poseída, mientras va matando a los vecinos y usando sus cuerpos como puertas al mundo de los trolls y las hadas, para traer a todo su repugnante ejército y con su ayuda, dominar la Tierra. El hijo mayor de la familia, toma conciencia de que hay algo muy raro detrás del comportamiento de su hermanita, y comenzará a investigar, haciéndose amigo de la anciana dueña del edificio, que resultará ser una antigua princesa que vigila el edificio. Antigua novia de Torok, el líder de los trolls, cuando este era un apuesto príncipe y los dos vivían en el mundo mágico, las ansias megalómanas de Torok lo llevaron a convertirse en un troll, o algo así, y desde entonces, ella controla que su antiguo prometido y su pandilla de seres moqueantes no se desmadren demasiado… con ayuda del chaval, planea detenerles de una vez por todas.


    También está por ahí Phil Fondacaro. Para quienes no le conozcan, este hombre es una auténtica institución para la casa Full Moon, un actor enano que ha salido en prácticamente todas sus producciones, cara conocida para cualquiera que alquilara pelis cutres en el videoclub a principios/mediados de los noventa, a menudo haciendo incluso varios papeles por película, y Troll no es una excepción. Suya es la labor de interpretar a Torok, el líder de los Trolls (a mi, no sé porqué, me recuerda a Pilaf, el pobre hombre azul de Bola de dragón) pero también interpreta, ya sin maquillaje, a un hombre que vive en el mismo edificio, y que Torok, debido a su baja estatura, confunde con uno de los suyos.

    Si la primera parte es una cutrería entretenida y divertida, la segunda es un auténtico horror… en el sentido equivocado. Es mucho más repugnante, sangrienta, y llena de mocos verdes y efectos especiales, lo que debería ser más o menos bueno para la película, pero juega contra ella, porque la peli se pasa de locuras, es demasiado zetosa, incluso para mi. La historia empieza con un abuelo contándole un cuento a su nieto. Un cuento realmente traumático, donde el héroe de la función se enamora de una princesa que resulta ser un troll, y al final lo convierten en planta y se lo comen.

    La película está repleta de música realmente inapropiada, y encima tiene un doblaje de los más espantosos que he escuchado jamás. Los elementos cada vez más idiotas van apareciendo sin cesar, como la hermana del chaval, que se mata a hacer pesas rodeada de pósters de Tom Cruise y Johnny Deep, y tiene un novio subnormal que tiene a su vez un grupo de amigos subnormales que le siguen a todas partes.

    Aquí, apostaría a que ni hubo un guión previo al rodaje, muchos de los diálogos dan la impresión de ser totalmente improvisados (y bastante mal). Por no hablar de la loca druida sirviente de los trolls, de pinta completamente horrible y una sobreactuación que ni Jack Nicholson en El resplandor. ¡Todo es un sinsentido!

    Por último, pero no menos importante, mencionar La puerta... un GRANDIOSO filme ochentero, cutre, si, casi amateur, tal vez... pero parte importante de la infancia de muchos. Su gloriosa carátula nos enamoraba en el videoclub. Salía Stephen Dorff, hoy un actor más o menos conocido, entonces, un niño.

    Dos hermanitos se quedan solos en casa. No se les ocurre otra cosa que abrir un agujero en el jardín, agujero que da ni más ni menos, al hogar subterráneo de unos pequeños demonios con intenciones muy avisesas para con el ser humano... gracias a poner del revés un disco de heavy metal, descubren todo sobre esos seres, especialmente descubren que no pueden escapar, si no se les hace un sacrificio... los dos hermanos se quedan más tranquilos, y luego llegan sus amigos (los amigos en estas películas suelen conseguir que te maten, literalmente) y uno de ellos sumará perro muerto más agujero en el jardín, desencadenando la tragedia



    Recuerdo haberla visto en la tv hace muchos años, y luego revisada alguna vez en VHS. Es una de esas películas que ya en su momento, intuía casposa, pero su magia me podía... los dos hermanitos me caían muy bien (tener hermanos te ayuda a coger empatía a ciertos personajes en ciertas situaciones).
    Última edición por Charles Lee Ra; 05/07/2018 a las 20:35

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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    x) Monstruos IV (Somos Freaks) Parte II

    En la década de los 80 hubo varios remakes, tres de ellos muy buenos (dos excelentes) y de dos, hablamos en este post. El primero, El beso de pantera, de Paul Schrader. Es un remake de La mujer pantera, un clásico de la RKO y del cine fantástico, que, tácitamente, se acepta que es muy inferior a su original. Pero no por ser inferior es mala; es más, se trata de una cinta sugestiva, hipnótica, perversa, enfermiza, erótica, incestuosa, fascinante…

    Tras el hermoso prólogo, con la canción de David Bowie que luego Tarantino usaría en su Malditos Bastardos, conocemos a Irena (Kinski, aquí más jovenzuela y atractiva que nunca, con esos ojazos). Antigua hija de domadores de leones, siendo una niña, sus padres se suicidaron, y ella ha ido pasando su vida en orfanatos y hogares de acogida provisionales. Ahora, llega a Nueva Orleáns para reencontrarse con su único pariente, su hermano mayor Paul (un inquietante Malcom McDowell) que la recibe con alegría, pero poco a poco, se va viendo que hay algo de interesado en esa alegría… trasladada a casa de su hermano, Irena busca trabajo, y lo encuentra en un zoo, donde se ve atraída por las fieras… allí conoce a Oliver (John Heard) el veterinario jefe, por el que pronto se siente atraída.

    Esto vuelve loco de celos a su hermano, que la vigila de cerca, y que finalmente, le revelará su auténtica naturaleza: ambos provienen de una vieja raza que sacrificaba a sus hijos a las panteras, y solo pueden mantener relaciones sexuales entre parientes más cercanos (los padres de ambos eran hermanos). Si hacen el amor con otras personas, se convierten en bestias, en panteras, y no recuperan su forma humana sin antes haber derramado sangre…


    Esta horrible maldición ancestral es afrontada por los hermanos de forma distinta. Mientras que Paul ha vivido su vida en manicomios, siendo más mayor y más consciente que Irena cuando sus padres murieron, es un perturbado, un fanático religioso que no puede evitar mantener relaciones con mujeres, a sabiendas de que luego, inevitablemente, las matará, y va acumulando cadáveres de prostitutas en su sótano por culpa de sus instintos. Irena en cambio, no aceptará esto de buena gana, intentando rebelarse a su condición sobrenatural y conservar a Oliver al mismo tiempo. Como cuarto elemento tenemos a Alice, la compañera y enamorada de Oliver en el zoo, que protagonizará el reboot de la famosa escena de la piscina, que por supuesto, no funciona como lo hacía su original, pero si logra inquietar un poco porque ahí vemos que Irena va cediendo poco a poco a su destino, usando su poder para asustarla por mero placer.

    Inestimables actuaciones, una ambientación sureña bastante conseguida, con un Nueva Orleáns supersticioso y dejado de la mano de Dios, con un ambiente caluroso y asfixiante, y una gran banda sonora (me repito en el tema principal de Bowie, muy grande) en su día se consideró la película como fallida, y lo entiendo: es TAN exagerada, TAN explícita, lo enseña TODO, hasta un nivel que incluso en aquellos días debió resultar escandaloso.


    Quiero mencionar a continuación el segundo remake de los tres que hablaba anteriormente: concretamente, La mosca, de David Cronenberg, y su secuela flojilla.
    En su momento, la vi alquilada en VHS, y su carátula me producía escalofríos, si, pero a la vez, una irrefrenable curiosidad. En aquel momento yo no sabía que aquello era un remake, tampoco había visto la original (que es un simpático producto cincuentero de ciencia ficción “optimista” que se vuelve poco a poco más y más oscuro, pero carece de las fascinantes reflexiones sobre los impulsos de la carne que aquí nos ofrece Cronenberg).
    Jeff Goldblum es el científico Seth Brundle, que trabaja en un secreto experimento de teletransporte de materia. Me encanta cómo presentan al personaje y su relación con la periodista Verónica (la deliciosa Geena Davis, que ya había coincidido con Goldblum en un subproducto llamado Transilvania 6-5000, y posteriormente, tras esta película, ambos se casaron). El científico está en una convención de científicos claro, y la periodista los va abordando para ver qué pueden ofrecer al mundo. Pero Seth es el único que realmente está haciendo ALGO, algo que cambiará las cosas, y él lo sabe, y se lo dice a ella, que intrigada, acude a su laboratorio, donde están las cápsulas de teletransporte. El mayor problema de Seth es que, aunque puede transportar con éxito cualquier objeto inanimado, no sucede así con cualquier materia orgánica, que se descompone violentamente durante el transporte.

    Seth le pide a la periodista que no publique nada de lo que ha visto, y a cambio le permite acompañarle en sus experimentos, y cederle la exclusiva para escribir un libro cuando hayan alcanzado el éxito. Naturalmente, no tardan mucho en liarse, aunque hay un problema: el jefe de la revista en la que trabaja Verónica, su ex amante, se siente enfermizamente celoso, por lo que decide publicar por su cuenta todo lo que ella ha averiguado. Ella sale corriendo a regañarle en cuanto se entera, y Seth, deprimido y borracho, deciede probar el teletransporte consigo mismo, ya que ha logrado por fin “enseñar a la máquina a volverse loca por la carne”. Por desgracia, una pequeña mosca se cuela con él en el aparato, y es suficiente para provocar la tragedia: tras el transporte, aparentemente, todo ha ido bien, y Seth siente que la máquina no solo le ha transportado: le ha mejorado. Se siente más fuerte, se incrementan sus apetitos, y parece que realmente la experiencia ha resultado beneficiosa, pero los síntomas (tanto físicos como psicológicos) no tardarán en aparecer…


    Siempre me resultó la mar de curioso como hacia el final de la película, Cronenberg cambia los roles sin ningún disimulo: el protagonista, “héroe” de la función, se convierte en un inhumano monstruo que quiere fundirse con la chica, convirtiéndose ambos en un solo ser, y el “villano” el editor jefe que indirectamente causa toda la situación, y que había demostrado ser un despreciable hijo de puta que trataba a todos como meros objetos, se vuelve el héroe. Es realmente tan atípico, y a la vez, tan atractivo ese cambio…


    El responsable de los efectos especiales, Chris Walas, se avino a dirigir la secuela, que sin resultar (ni de lejos) tan buena como la original, es una buena monster movie sin la menor pretensión. Aquí, el hijo de Seth, Martin (en homenaje a Martin Bundle, supongo, un motorista de cuyo apellido, sacó Cronenberg el apellido de su personaje). Resulta que los genes del niño sí se han visto comprometidos, resultando de ello un envejecimiento súper acelerado: a los cinco años, ya parece un veinteañero. No solo física, sino intelectualmente. El niño crece en el frío y controlado entorno hospitalario de las Industrias Bartok, que financiaron las investigaciones originales de las cápsulas de transporte. Pero ahora las cápsulas están estropeadas, han sido arregladas por expertos, pero de nuevo, estos solo logran trasladar objetos inanimados, nada vivo. El todopoderoso mangate, Bartok, planea usar al joven Martin para reparar las cabinas, y así dominar al mundo… mientras Martin trabaja en ello, se enamora de una oficinista que trabaja allí, y al mismo tiempo, comenzará la transformación…


    La relación que se establece entre el magnate y el chico daba para más, y está bastante desaprovechada. En un principio, cuando Martin tiene aspecto de niño y conoce al magnate, Bartok le dice que no quiere que le considere como a un médico más de todos los que le rodean, controlando su vida, sino que quiere que le vea como a su propio padre, algo que podía haber sido interesante de explorar, pero al final era todo palabrería, y en cuanto el viejo tiene las máquinas arregladas para el teletransporte humano, y el chico está en proceso de convertirse, habiendo averiguado ya toda la verdad, demostrará una absoluta indiferencia hacia su horrible destino, comportándose como el típico villano megalómano sin el menor matiz de originalidad.

    En general, todo es efectos especiales, correctos, claro, aunque sin la perversa belleza de la descomposición que nos mostraba Cronenberg: todo bastante tópico, incluido el cameo de John Getz para explicar lo sucedido en el pasado (aquí de nuevo, nos lo pintan de villano). Pero con todo, la película me resulta más simpática que el bodrio que la gente suele ver en ella, aunque no le llegue a la de Cronenberg ni a la suela de los zapatos (para comprobarlo, no hay más que comparar los finales de ambas). Lo mejor casi acaba siendo la banda sonora de Christopher Young, que aporta su sobradísima profesionalidad en esas lides al conjunto. De momento, no hay más secuelas, ni remake a la vista (creo).

    Ahora, quisiera tocar una de mis películas favoritas dentro del género fantástico: Re-Sonator (From Beyond en inglés) de Stuart Gordon. En una solitaria mansión viven dos científicos que investigan la forma de desarrollar un sexto sentido, que vendría dado por nuestra glándula pineal, y que planean “despertar” mediante las vibraciones de una máquina de su invención, el Re-Sonator. El doctor Thilligast lo consigue, pero descubre que activando la máquina, se ponen en contacto con una dimensión paralela donde viven unos extraños gusanos, que están a nuestro alrededor todo el tiempo, pero no nos ven, ni los vemos… salvo si está la máquina encendida. El doctor la apaga a tiempo, pero su socio el doctor Pretorius, enloquecido por su éxito, la vuelve a encender, y las criaturas le devoran el cerebro. Thillingast apaga la máquina, pero es condenado por su asesinato y encerrado en un manicomio, por loco. Allí llega una joven doctora, Katherine McMichaels (mi adorada rubia, Diosa del videoclub) cuyas ideas progresistas incluyen el sacar al doctor del manicomio, llevarlo de vuelta a la casa con escolta policial, y reproducir el experimento para “demostrarle” que todo son alucinaciones. Acompañados por un policía de raza negra llamado Bubba, que está interpretado por el actor Ken Foree, el policía de Zombie de George Romero.




    Por supuesto, una vez en la casa, acaban activando el Re-Sonator y con ello, comunicándose con Pretorius, que ahora es un semi Dios que vive en la otra dimensión, pudiendo moldear su forma física según sus deseos, y que claro, después de todo eso, sus ansias megalómanas le han podido, y ahora quiere dominar al mundo entero, empezando por la rubia, a quien Combs protegerá (obviamente, enamorado de ella). Sin embargo, Pretorius estimula la glándula pineal de su antiguo colega, y el doctor tendrá que alimentarse de cerebros humanos…

    Se trata de la segunda película de Stuart Gordon en colaboración con Brian Yuzna para la Empire: estamos en 1986, el esplendor ochentero todavía duraba, pero le quedaba menos tiempo del que muchos imaginaban para agotarse… la Empire todavía era Empire, gloriosa compañía que tantas horas de entretenimiento nos proporcionó.

    Bastante oscura y enfermiza, recuerdo haber visto fragmentos de niño, al alquilarla mi hermano en el videoclub de abajo, y que mis padres le hicieron quitarla, porlo que, para mi, durante años, Re-Sonator significó “prohibido”. Era una de esas carátulas que en el videoclub llamaban mucho la atención, se quedaba uno mirando las fotos e imaginando todo un mundo de posibilidades… ¿qué pasará ahí dentro?, me preguntaba.
    Una joya de lo enfermizo, de lo oscuro, sin héroes absolutos, habría hecho las delicias de Cronenberg o Clive Barker, con toda esa carne retorcida, viscosa, moviéndose continuamente, viva… cambiando. Es una de esas pelis que (perdonadme si uso mucho la frase) hoy ya no se hacen. El gore, el sexo (el Re-Sonator despierta los instintos más básicos y aumenta la líbido, de ahí Crampton vestida de cuero) los grandes monstruos babosos, muy lovecraftianos… una auténtica gozada para cualquier amante del fantástico, más allá de los ochenta; esta película está por encima de las décadas. Culto inmediato. Gordon nunca volvió a alcanzar esos niveles que tuvo en sus dos primeras películas, y nos regaló una simpática e inofensiva serie B (Dolls) antes de desaparecer en el limbo de las tv movies y los encargos alimenticios sin alma.


    Hablando de Yuzna, no puedo resistirme a mencionar Society. Es su ópera prima: vedla. No diré más. Es chunga, el guión es inexistente, los actores en su mayoría son de saldo total, el montaje parece haber sido realizado por alguien que pensaba que estaba haciendo calceta… y aún así, vale la pena.

    La peli está protagonizada por un chaval de clase alta, Billy, que tiene constantes problemas de adaptación, cree que su familia no le quiere, que toda esa alta sociedad en la que vive está corrupta, y que todos ocultan algo. Durante gran parte de su vida, esto han sido solo pequeños delirios paranoicos controlados por su psiquiatra, pero ahora, Billy empieza a ver, a oír, cosas que no son normales… ¿forman sus padres, y todos sus amigos de alta sociedad, una secreta secta? ¿A qué se dedican? ¿Por qué parecen no tener límites en su poder para dominar, para hacer y deshacer? ¿Por qué parece que son… algo más? Porque lo son, claro.



    Mencionar brevemente una película bastante cafre, que Wes Craven dirigió (perpetró, sería más adecuado) en 1982, antes de su pesadillesco éxito, La cosa del pantano, basada en el cómic creado por el guionista Len Wein y el (gran) dibujante Berni Wringhston, que más tarde retomaría con éxito el (grandioso) Alan Moore. Además, el cómic tuvo una noventera serie de televisión. El doctor Holland es un biólogo que realiza importantes investigaciones en un pantano, y que acabará convirtiéndose en un monstruoso ser, perdonen la broma, muy pantanoso (esto es, algas y moho y váyase a saber que más, cubren su cuerpo). Lo mejor del conjunto, Adrienne Barbeau, la ex de Carpenter, poniendo algo de dignidad al producto (y ni a eso llega). Muchas peleas increíbles, meten a un niño que no pega ni con cola (según Craven, para que los espectadores tuvieran a alguien con quien identificarse…).

    King Kong, de 1976 fue un gran éxito. Era lógico que hicieran una secuela… secuela que tiene el dudoso honor de ser la peor película de los ochenta. Hablo en serio. Si los FX de la del 76 le parecen malos a alguien, esperad a ver esto… un tío embutido en un disfraz de mono del todo al euro, rodeado de bonsáis y jugando con tanques de plástico. Una locura. King Kong 2 (King Kong lives en su país) vuelve a estar dirigida por Guillermin. Resulta que el mono no murió tras ser tiroteado y caerse del World trade Center (hace poco leí una indocumentadísima crítica que se quejaba de la falta de respeto y el mal gusto del director por situar la caída de Kong en un lugar tan tristemente recordado por tantas muertes… y me pregunté en que año creía aquel lucerito que se había hecho la peli) sino que permanece en coma. Necesita otro corazón, y en un hospital universitario le han hecho uno artificial: el problema es que durante la operación necesitarán abundante sangre, y la de Kong es única. Sin sangre, no hay operación, sin operación, el mono no durará mucho. Los desvelos de los médicos desaparecerán cuando un “simpático aventurero” (préstense especial atención a las comillas, ironía absoluta) encuentra en las selvas de Borneo otro ejemplar de mono gigante, este, hembra. Trasladada a EEUU, tras la operación, los dos monos irán haciendo locuras por ahí, con la doctora jefa (Linda Hamilton, nada menos) y el aventurero, siguiéndolos para “protegerlos” y un militar loco deseando cargarse a King Kong a toda costa.



    Nos metemos ahora en el farrangoso y espinoso tema de la Troma... brevemente, eso si, solo unas anotaciones. En su día, la Troma tuvo su pequeño boom en España, debido a las ediciones de sus películas más señeras que se fueron sacando y reeditando con regularidad (especialmente, vengador tóxico). Los fanzines dichosos, la Fangoria, las visitas de sus responsables, y con la llegada de Internet, varios foros (uno de ellos fue responsable de la edición en DVD de varios títulos aquí en España).En estados Unidos también hacen convenciones tipo trekkies, donde hay charlas, concursos, regalos, apariciones estelares... que parece que han tenido su éxito. Hoy en día, sin embargo, ¿que es Troma? Algo que ya ha pasado de moda. Hoy, con Youtube, cortos y largos amateur, y medios de distribuir masivamente cualquier cosa, la Troma no tiene razón de ser. No sé si seguirán activos en los States, aquí hace tiempo que no veo nada de ellos, ni oigo hablar. Creo que hasta sus antiguos defensores y detractores acérrimos se han olvidado de ella... hoy hacer cine así, no sale rentable. Para eso, lo haces en tu casa, con el dinero del almuerzo, y lo cuelgas en Youtube, o mandas el currículum a The Asylum

    Revisando el Vengador tóxico, no es tan mala como yo la recordaba... es PEOR. En Tromacity, pueblo conocido por ser el lugar que más residuos tóxicos acumula, vive Melvin, un patético personajillo que trabaja como celador, despreciado por las mujeres, atacado por los matones, su vida es un infierno... un buen día será atacado por una banda, yendo a parar a un cubo de residuos tóxicos, que además de convertirle en un ser pestilente y deforme, le dota de extraordinarios poderes que usará para limpiar Tromacity y vengarse de los que anteriormente se metían con él, de las maneras más gores y salvajes que podáis imaginar.



    Fui gran Fan de la Troma, y nunca me he avergonzado de eso, y revisando estas pelis lo he pasado como nunca recordando aquellos momentos, aquellas búsquedas locas por videoclub (¿Y dice usted que no tienen en su videoclub Los surfistas nazis deben morir? Señora, no me mire así, yo... ¡Señora! No es necesario llamar a la polic..."). No puede negarse que vistas hoy, estas pelis han perdido el poco encanto del que gozaban, y no creo que ningún espectador actual comulgue con ellas. Hay que haberlas vivido para poder tenerles un poco de cariño, hay que haber pateado muchos antros intentando encontrar Mutantes en la universidad para comprender lo que significó Troma para muchos adolescentes y post-adolescentes. Yo no se las recomendaría a cualquiera...
    Siguiendo con Toxie, convertido en antihéroe, se dedicará a librar su ciudad de delincuentes, mediando escenas impagables como el asalto a la hamburguesería, realmente surrealista (ese disparo peor rodado imposible) o la intervención de nuestro héroe para arrancar un brazo de cuajo al atracador... ¡y este sigue caminando y peleando como si nada! Pronto el "monstruo de la fregona" se convertirá en un héroe para la ciudad, mediante hechos tales como evitar atracos, ayudando a ancianas a cruzar la calle, abriendo botes de comida demasiado apretados para las amas de casa, etc. Al final, tras derrotar al malvado alcalde corrupto, Toxie será aclamado como héroe, conseguirá a la chica, y se convertirá en un nuevo mito, al estilo de Paul Kersey o Mad Max, pero ligeramente... diferente. Toxie tuvo varias secuelas, una serie animada, y era la cabeza visible de Troma.

    Una Troma mucho mejor, más simpática (igual de cutre, eso si) pero que me hizo muchísima más gracia de revisionar, es El monstruo del armario. En su día la vi en televisión (el solo hecho de haber vivido una época donde echaban pelis de Troma en canales públicos a plena luz del día me hace sentir muy viejo). Se trata de un film desquiciadísimo, que además, algunos dicen, es toda una alegoría gay (por aquello del monstruo saliendo del armario, supongo, y otros, entre los que me encuentro, defendemos que se trata de un remake de Superman disfrazado. Pongámonos en situación: San Francisco. Se producen una ola de extraños asesinatos en la ciudad, que nadie logra explicarse. Todos los cadáveres aparecen dentro o cerca de un armario, y las puertas o ventanas no han sido forzadas. Nadie se explica este misterioso misterio, hasta que se descubre que el causante es un horrible monstruo de naturaleza desconocida que utiliza los armarios para desplazarse y cometer sus crímenes. Un intrépido grupo intentará detener al ser: uno de ellos es un periodista llamado Richard Clark: traje gris, gafas gruesas, aspecto y comportamiento apocado y tímido... hmm, me suena un niño repipi y superdotado al que todos, incluida su madre, llaman "profesor" un anciano científico chiflado (ni más ni menos que uno de los Klopeks de la peli de Dante)... la madre y el periodista se irán enamorando, es más: cuando él se quita las gafas, pasa algo extraño: ella pierde el control de sus actos, y se le queda mirando como su hubiera visto "algo diferente" en él.

    Al principio, las intenciones del profesor chiflado son comunicarse con la criatura, pero por supuesto, esto se revelará imposible, y el grupo pasará a la acción: la única forma de acabar con él es destruyendo todos los armarios del mundo... por cierto, aquí el monstruo, cual King Kong, tendrá también su, ejem, interés romántico: ni más ni menos que el periodista clarkkenteño Una película realmente divertida, el monstruo no es precisamente de lo mejor que he visto en FX, ni le hace falta: es un auténtico cachondeo bien entendido, y muy recomendable para echarse unas buenas risas sin prejuicios. Aquí se abandona casi por completo ese humor escatológico que trufó casi toda la filmografía de la Troma, y es una pena comprobar que los resultados son buenísimos: quien sabe qué pequeñas joyas del género habría rendido la Troma si hubiesen explorado más ese tipo de humor...


    Por último, recomendar un atípico y desconocidísimo film de la Troma: Screamplay. Cinta en blanco y negro, con efectos especiales muy caseros, trata sobre la miseria y la hipocresía de Hollywood, al mejor estilo de El crepúsculo de los dioses: un muchacho llega a Hollywood con intenciones de triunfar y escribir un guión de terror. Nada más llegar, le desvalijan, y acaba refugiado en un piso de apartamentos donde conviven viejas glorias del cine y gente fracasada: allí, el prota escribirá un guión de terror, en el cual todos sus vecinos mueren asesinados. Por supuesto, el guión es robado y los asesinatos comienzan a reproducirse exactamente igual... si podéis, tratad de verla.

    Ahora quisiera tratar algunas películas de Clive Barker: Rawhead Rex es una película británica basada en uno de sus relatos, que no satisfajo demasiado al escritor /director, pero que a mi me gusta mucho: vista por primera vez en un pase por el mítico programa Noche de lobos, y pese a que hoy en día puede estar envejecida, bien que me acojonó en su momento. Un padre de familia, antropólogo de profesión, viaja por la campiña en busca de pueblos abandonados, e iglesias con elementos paganos que estudiar, arrastrando consigo a su mujer e hijos en unas atípicas vacaciones, que al resto de la familia no ilusionan mucho... en un pequeño pueblo, una antigua deidad pre-cristiana, enterrada allí hace milenios, va a resucitar y a reclamar lo que es suyo: el planeta. Para llevar a sus propósitos "convierte" a su fe a un sacristán de la localidad (una comunión algo curiosa: se mea encima (literalmente) del sacristán, que a partir de ese momento se convierte en un fanático de la religión primigenia... película bastante oscura, con unos efectos especiales medianamente logrados (aunque el monstruo pudo y debió haber sido mejor) y bastante sangre y explicitud. Los actores no son conocidos, y el tono es de serie B bastante discreta, aún así, merece la pena echarle un vistazo: el planteamiento es tan potente y sugestivo que, por mucho que se destroce el texto original de Barker, siempre queda algo interesante que ver.


    Pasamos a la saga Hellraiser, cuya primera entrega siempre defendí y defiendo. Frank Cotton es un despreciable pervertido que en su búsqueda de "placeres sin límite" se hace con una misteriosa caja puzzle que puede "abrir puertas a los placeres del cielo y el Infierno". Lo que hacen es comunicarle con los cenobitas, una raza de seres que habitan otra dimension "angeles para unos, demonios para otros", que tras matarle y llevar su alma consigo a otra dimensión, le someten a un incalculable sufrimiento.

    Es curioso y reseñable que en la novela no se dice en ningun momento (en la peli se va insinuando mas, en las secuelas ya se da por supuesto) que el mundo cenobita sea el infierno. Es solo un mundo al que van a parar "viajeros inquietos" que buscan nuevas sensaciones, y cuyo mayor error (como reflexiona Frank en la novela) es creer ingenuamente, que la definición humana de "placer" coincide con la de los cenobitas.



    La pelicula está desarrollada con un presupuesto exiguo (pese a lo cual, los FX están bastante bien resueltos en cuanto a maquillajes y demás) actores prácticamente desconocidos, y a eso hay que sumar la inexperiencia del director... pero el texto por si solo es lo bastante atractivo para llamar la atención. Los conceptos de Barker calaron hondo en un fandom que empezaba a estar harta de Freddy y Jason, la complejidad de los cenobitas, frente a unos tipos que solo mataban gente con armas afiladas, resultó refrescante. Le sobran argumentalmente unos cuantos recursos narrativos totalmente comerciales, a saber: el insoportable novio de la protagonista, metido con calzador, el intento final de los cenobitas por llevarse a la chica, incumpliendo su palabra (cosa que en la novela no sucedía) y el final comercialoide prometiendo secuela... por lo demás, y pasando por alto su inevitable casposidad técnica, las imágenes me fascinan, me absorben... Clive Barker consigue crear ese aura de malsana decadencia moral en el mundo humano, y de fascinante anormalidad en torno a los cenobitas, criaturas que sin ser villanos, se mueven conforme a la lógica que impera en su mundo (aunque al final, pierdan esa imagen para ganar unos minutos de metraje... una pena).


    La primera secuela tardaría menos de un año estrenarse en cines. Hellraiser II: Hellbound, cuenta la historia inmediatamente posterior a la película, con Kirsty internada en un manicomio y la policía descubriendo los hechos en su casa. Kirsty cuenta su historia, aunque por supuesto, nadie la cree... salvo el doctor Channard, jefe de la clínica que, véase que casualidad, es un fanático de los cenobitas, colecciona toda clase de documentos sobre ellos, e incluso tiene TRES cajas para llamarlos (algo ridículo, en la novela se dejaba claro que solo había una, y en la peli esto no se desmentía). Pero el doctor no es tan constante como lo era el viejo Frank Cotton, y no consigue abrirla. Para eso tiene en su clínica a Tiffany, una chica autista que pasa cada segundo de su vida resolviendo puzzles... Kirsty por su parte, creída loca por todos, recibe mensajes de su padre desde el infierno cenobita, pidiéndole que le rescate. Channard acabará por resucitar a Julia, aquí ya convertida en pura villana principal, que acabará arrastrándolos a todos en un tour por el mundo cenobítico... una especie de carrusel sangriento de grotescos escenarios, cuando uno hubiera preferido miles de salas idénticas, igualmente sórdidas, donde estuvieran los prisioneros soportando el "placer" cenobita... pero claro, en las secuelas querían publicitar a los cenobitas directamente, como demonios.

    Con la aparición de casi todos los actores principales, excepto Andrew Robinson, que se negó a repetir su papel, la película recicla mucho de la primera parte, y tiene varias incoherencias argumentales bastante imperdonables, pero conserva parte de ese mugriento y malsano mundo, aunque aquí, echado a perder en un final que parece rodado a toda leche para acabar la película... una pena. Los cenobitas, como personajes, prometían y se merecían mucho más.

    La siguiente película de Barker como director sería Razas de noche. Un joven perturbado, Aaron Boone, resultará ser responsable de una brutal carnicería; un asesino de familias que, aconsejado por su psiquiatra, Decker (interpretado por un GIGANTESCO David Cronenberg) decide entregarse. En el último momento, escucha hablar de la leyenda de Midian, una necrópolis perdida habitada por monstruos como él, donde a uno se le perdonan todos sus pecados. Creyéndose él mismo loco, persigue ese lugar, y llegará a encontrarlo... o mejor dicho Midian le encontrará a él. Atacado por una de sus criaturas, sobrevivirá a tiempo para morir acribillado por la policía, descubriendo en el último momento que es inocente de todos los crímenes (su psiquiatra es el auténtico asesino). Sin embargo, gracias al mordisco que recibió de una criatura de Midian, vuelve de la muerte, ingresando en ese particular circo... mientras, su asombrada novia tiene que acostumbrarse a la idea de que él era un carnicero, y decidirá visitar el lugar en el que murió.



    Masacrada de arriba a abajo por productores, que querían un producto mucho más comercial de terror puro, remontada a traición y estrenada de tapadillo, esta extraña, bizarra y apasionante historia, que nos llegó mutilada, si, pero conservando muchos de sus valores, es muy apreciada. No era, nunca debió o quiso ser, una "peli de terror" sino una película época de monstruos... Freaks de Browning + Dune.
    Última edición por Charles Lee Ra; 05/07/2018 a las 22:03
    Jane Olsen ha agradecido esto.

  10. #35
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

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  11. #36
    Music of the Night Avatar de Jane Olsen
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Sólo he visto King Kong 2.

    Y suscribo plenamente todas y cada una de tus palabras. La idea era sugestiva. La idea tenía potencial. A todo el mundo le gustaría que su monstruo favorito no muriera al final de la historia. ¡Un King Kong que no se muere! Si Frankenstein tenía novia ¿por qué no King Kong? Y sin embargo, King Kong 2 es un mocordo de dimensiones tan colosales como las de su propio protagonista, que no se pone de acuerdo sobre el tipo de película que es (hay momentos en que tienes la sensación de estar viendo una parodia de King Kong. De verdad. Junto a éso, hay escenas muy serias y muy dramáticas). La dirección no existe, los efectos especiales son de derribo y las interpretaciones ni siquiera parecen interpretaciones. Mala, muy mala, y lo peor, es que maneja ideas y personajes interesantes... que desaprovecha totalmente.

    ¿Piensas hablar de Baby, el secreto de la leyenda perdida, una de esas pelis malditas de los 80'..? La vi en el cine (no ha he vuelto a ver desde entonces) en un cine de ésos grandotes de la Gran Vía que ahora es un Zara o alguna mierda de ésas (¿qué ha pasado con los cines? Aquellos donde yo ví La Bella Durmiente, Merlín el Encantador, las de Star Wars -tanto originales, en reestreno, como preculelas-, los Batmanes de Keaton-Schumacher... ya no existen ) y me aburrí cosa mala...
    "There is an inmense joy when you suddenly discover beauty in something that has been around you for ages".

    "Waving the flag with one hand and picking pockets with the other: that's your patriotism. Well, you can have it." Alfred Hitchcock's Notorious.


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  12. #37
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Baby, con William Katt; esa la alquilé en VHS en su día.

  13. #38
    ¡A jugar! Avatar de horner
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Uffff

    Yo tuve pesadillas con la de la serpiente voladora...

    Y no recordaba el título de la película.

    jajaja, que bueno Joaquin Prat recomendando en las carátulas de las cintas, vaya tiempos
    "The trick is not minding that it hurts"

  14. #39
    freak Avatar de azadkanjo
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Esta semana he revisado Johnny el Guapo y se conserva fenomenal. Maquillaje excelente para el rostro desfigurado de un gran Mickey Rourke, trama de venganza que como es habitual en Hill toma prestados elementos del western y un trabajo de cámara y montaje arriesgado y por momentos experimental, sin renunciar en ningun momento a la finalidad super comercial de la peli. Walter Hill, además de artesano, era un grande.

    La edición en bluray de Divisa aguanta el tipo en la pantalla de 165", pero tiene muchos artefactos digitales, y en aspectos generales no es una edición muy buena (yo la pillé por 3,50€).

    Saludos

  15. #40
    recién llegado
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    un saludo
    Última edición por ismarubio; 04/11/2022 a las 16:28

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