La entrada principal al parque nacional de Zhangjiajie, situada al final de una amplia avenida del anodino pueblo de Wulingyuan, resulta muy desconcertante. Es una gigantesca pagoda que parece sacada de una monumental película china de época. Y, sin duda, tras ese mamotreto se esconde un onírico tesoro natural, declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1992 y geoparque global en 2004, que sirve de magnífico escenario para una historia de seres capaces de dar saltos imposibles en un bosque de ensueño. Pero tienen poco que ver con los de pretéritas dinastías chinas: son azules, extraterrestres y viven el futuro. Esta es la tierra de Avatar y de los na’vi.


Paisaje de Zhangjiajie que inspiró las montañas flotantes de 'Avatar'. / ZIGOR ALDAMA
El éxito de la película de James Cameron, ha hecho que los 397,5 kilómetros cuadrados del parque, donde tienen su origen las montañas flotantes del filme, se hayan convertido en la principal atracción de la provincia de Hunan, en el centro de China. No en vano los espectaculares paisajes que aguardan en cada esquina, con profundas cuevas y grandes cascadas, son también protagonistas de antiguos murales de tinta china y una gran recompensa para quienes deciden pelear por un hueco en los autobuses que recorren el parque.

En la segunda parada, un mapa tallado en piedra invita a lo que parece un placentero paseo al resguardo de frondosos árboles siguiendo el curso de las aguas claras del arroyo del látigo dorado. El camino serpentea por la roca en un recorrido de 5.700 metros que augura unas vistas de cine. Y no defrauda. De lo que no advierte el mapa es de los 7.000 escalones que esperan al incauto visitante que decide subir caminando para evitar las largas colas que se forman en el ascensor, una impresionante máquina que escala la roca durante 330 metros. Los vendedores ambulantes tratarán de avituallarlos, pero la mayoría hace caso omiso y pagará su desdén con sed.


Las escaleras que llevan al mirador de Yuanjiajie. / ZIGOR ALDAMA
Afortunadamente, entre escalón y escalón también aguardan gratas sorpresas. El parque alberga unas mil especies vegetales, algunas de las cuales son únicas. Es el caso de la flor Long Xia, capaz de cambiar de color hasta cinco veces en un solo día. También se pueden ver árboles como la Davidia involucrata, considerado un fósil vivo cuya historia, sostienen algunos científicos, hunde sus raíces hasta la cuarta glaciación. Y metasecuoyas que se creyeron extinguidas hasta su redescubrimiento en China en 1948. Además, en el camino se puede aprovechar para hacer buenas migas con algún macaco Rhesus, y siempre cabe la remota posibilidad de sufrir un susto de muerte ante la aparición de una salamandra gigante que, según aseguran los responsables del parque, sobrevive aquí en libertad.

Mientras tanto, según se asciende hasta los mil metros de altitud, entre el denso follaje y la espesa niebla que dotan al lugar de un aura mágica, se va abriendo paso la razón de la caminata: inverosímiles pináculos de roca cincelados por los elementos a lo largo de siglos. Los miradores que jalonan la subida proporcionan vistas diferentes y un merecido respiro, pero nada como el escenario que se abre en lo alto de Yuanjiajie. Allí cuesta incluso asomarse a la barandilla, y parece como si en cualquier momento los na’vi fuesen a aparecer volando sobre sus dragones. Pero, por si la imaginación no es suficiente, algunos avispados hacen su agosto todo el año fotografiando a los visitantes con figuras a tamaño real de los protagonistas de Avatar.


JAVIER BELLOSO
Unos cuantos escalones más allá están también el Primer Puente del Mundo, la unión natural entre dos de los pináculos, y el Puente de los Inmortales, que debe de recibir ese nombre porque, debido a la ausencia de medidas de seguridad, solo quienes tienen asegurada la eternidad deberían saltarse el alambre de espino que prohíbe el paso y aventurarse a cruzarlo. Mucho más segura, pero igual de impactante, es la pasarela de cristal construida frente al pilar Qiankun, que, por razones comerciales, ha sido rebautizado como la Montaña Aleluya.

Si las fuerzas siguen acompañando, es posible caminar desde aquí, subiendo y bajando, hasta el pico de Tianzi. Allí espera uno de esos teleféricos en los que más de uno prefieren cerrar los ojos o mirar al suelo de la cabina durante los dos kilómetros en los que salvan 692 metros de altura entre nubes que convierten a los picos en montañas flotantes. Claro que quienes sientan pánico ante la mera posibilidad de quedar suspendidos a varios cientos de metros del suelo en el interior de un huevo metálico, tienen de nuevo a su alcance la opción de las escaleras. Y, alegría, esta vez son solo 4.000.

FUENTE EL PAIS:

http://elviajero.elpais.com/elviajer...08_507901.html