No Me Molestes Mosquito
Publicado en EL CORREO
Territorios, Ciencia-Futuro
Miércoles 27 de julio de 2005
En un momento, pues cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde, nos pican. Y el escozor dura a veces hasta una semana. ¿Cómo consiguen ser tan molestos? ¿Y por qué lo hacen?
Los mosquitos quieren nuestra sangre. Así de sencillo: buscan alimentarse a nuestras expensas. Para ello, disponen de un órgano, una probóscide que funciona de manera muy similar a una aguja hipodérmica. Las hembras de los mosquitos (siempre son las hembras las que pican) introducen ese órgano bajo nuestra piel buscando un vaso sanguíneo. En ese proceso, inyectan algo de saliva, que contiene un anticoagulante que facilita la extracción. Es la respuesta inmune de nuestro organismo a esas sustancias la que va a provocar el picor. Y sucede que para cuando notamos ese proceso ya es demasiado tarde: la mosquito ya ha realizado su labor extractora. En el fondo, la hembra requiere proteínas para poder crear sus huevos, porque habitualmente la alimentación de los dípteros se basa en néctar de flores o jugo de las frutas que también pican. Aunque se conocen más de 3.500 especies de mosquitos en todo el mundo, no todas tienen la costumbre de picar animales.
El proceso químico es similar al de una reacción alérgica. El sistema inmune provoca una liberación de histaminas en la región de la picadura, que son las que provocan el picor, así como la inflamación resultado de la afluencia de sangre a la zona infectada. Se trata de un proceso que pretende minimizar el problema (la presencia de sustancias ajenas a nuestro cuerpo), con un incómodo efecto secundario.
La especie de mosquito más habitual en Europa (en España se han descrito 54 especies diferentes) es la Culex pipiens, que no transmite enfermedades. Tiene un hábitat siempre cercano a zonas húmedas, donde se reproduce: de hecho, cualquier lugar con agua estancada es susceptible de ser un criadero de mosquitos. Su ciclo vital es corto: de menos de dos semanas en el verano a tres semanas en primavera u otoño, pues su metabolismo se acelera mucho con las altas temperaturas y caen en letargo cuando la temperatura baja de los 15 grados de media. Hay otras especies, de conducta diurna, que también pueden aprovechar nuestra presencia para alimentarse. Y no hay forma de evitar el problema salvo mantenerlos a raya, y mantenernos protegidos, cubriéndonos la piel o empleando mosquiteras o rejillas finas en las ventanas y puertas, o empleando sustancias repelentes de estos insectos.
La probóscide de la hembra del mosquito es todo un prodigio de la ingeniería: dispone de sensores capaces de captar la existencia bajo la piel de un pequeño vaso sanguíneo, y la saliva permite licuar la sangre (el anticoagulante evita que las plaquetas cierren la vía de escape abierta con esa pequeña aguja) y además crear una presión superior a la existente en el abdomen del insecto, de manera que la sangre fluye de forma natural alimentándolo. La velocidad con que se sacia la hembra varía según las especies: las diurnas son más rápidas que las nocturnas que, habitualmente, disponen de más tiempo -y mayor impunidad- para demorarse más en el proceso. Se ha localizado en la saliva de algunas especies de estos dípteros alguna sustancia analgésica, que contribuye a que, hasta que salta la respuesta inmune, uno no se dé cuenta de que está siendo asaltado.
El año pasado se detectaron en la región del Vallés colonias de una especie de mosquito invasora, de origen asiático, el Aedes albopictus (mosquito tigre), que causa una reacción inmune mucho más intensa y provocó en agosto de 2004 muchas visitas a los servicios de urgencias. En España existen varios centros de estudio de los mosquitos, como el Servicio de Control de Mosquitos del Baix Llobregat, creado en 1983 para controlar la región cercana al delta del Llobregat. En ellos se investiga y controla la posible invasión de estas especies no endémicas (el caso mencionado pudo deberse a importación de productos asiáticos, aunque no se llegó a encontrar el mecanismo). En Europa ha habido algunos casos curiosos, de infección por mosquitos que habían volado dentro de aviones que venían de lugares subtropicales, y que llegaron a causar una muerte por malaria (no fue posible diagnosticarla adecuadamente porque el enfermo no había viajado fuera de Suiza). Afortunadamente, el ciclo vital corto de estos insectos evita que estos casos sean habituales.
¿Qué podemos hacer si nos ha picado un mosquito? La reacción alérgica es, como comentábamos, reflejo de un proceso inmune, es decir, necesario para eliminar las sustancias extrañas que nos inyectó el mosquito. Utilizar antihistamínicos reducirá el dolor, pero también puede alargar el proceso. Se recomienda habitualmente lavar la zona con agua y jabón, evitar rascarse (porque esto puede provocar heridas que potencialmente pueden infectarse) y, a lo más, aplicar alguna loción refrescante que alivie la sensación de picor. Unas gotas de amoniaco, se dice, también alivian.
Complicaciones y Profilaxis.
Por supuesto, las picaduras de muchas especies de mosquito conllevan otros peligros más serios que el picor o la inflamación. Malaria, fiebre amarilla, dengue, filariasis, algunas encefalitis y muchos otros de enfermedades víricas o bacterianas son transmitidas durante las picaduras de los mosquitos. En conjunto, son las enfermedades infecciosas con mayor incidencia del mundo, causando varios millones de muertes al año. Cualquier viajero a países endémicos de estas enfermedades debe informarse antes de viajar en las oficinas de Sanidad Exterior, y proceder a las vacunaciones o profilaxis recomendadas, así como evitar en lo posible las picaduras de los mosquitos, con vestimenta adecuada y usando repelentes qe contengan ftalato de dimetilo o DEET (N,N-dietil-m-toluamida), los más efectivos. Los mosquitos suelen ser atraídos por el ácido láctico y el dióxido de carbono y esas sustancias bloquean su capacidad de oler estas moléculas.
Las horas más peligrosas comienzan al atardecer y durante la noche. Disponer de ambientes libres de insectos, mediante mosquiteras es una opción interesante: los mosquitos perciben el calor (las radiaciones infrarrojas), de manera que pueden localizarnos fácilmente en la noche. Paradójicamente, aunque solamos pensar que cerca de una luz tenemos más posibilidades de que nos piquen, no es del todo cierto: las bombillas despiden mucho calor, y pueden atraer más a los mosquitos que nuestro cuerpo, llegado el caso. A pesar de los anuncios televisivos, los métodos que dicen emplear ultrasonidos son completamente inútiles: simplemente los mosquitos no se enteran de que llevamos uno encima porque no son sensibles a los ultrasonidos.