Mirad qué artículo tan interesante han publicado en Lashorasperdidas sobre la historia del cine paquistaní:

El cine paquistaní es, realmente, un producto de su país. Ambos, al fin y al cabo, comparten la misma idiosincrasia desde hace casi 60 años: los dos están estrangulados. Y si bien 2013 ha sido el año del “chispazo” –la “nueva ola” que llaman los aficionados a esta cinematografía– protagonizado por la apertura de nuevas multisalas y una nueva conciencia cinematográfica dominada por el drama de personajes, ambos aspectos han compartido por desgracia escenario con ataques extremistas, la extendida práctica de la piratería, la falta de financiación y las tensiones con India, su país vecino y rival histórico, que a pesar de todo sigue siendo a día de hoy un elemento esencial para entender el cine comercial paquistaní. India ha dado a Pakistán sus grandes éxitos, tengan raíces dulces o amargas. Pakistán se ha construido con Bollywood, ha decaído sin Bollywood, y todo indica que puede resurgir a su costa: el último gran éxito del cine paquistaní es un film de espionaje profundamente nacionalista en el que los indios son descritos como villanos que se refocilan tras acabar con la vida de un centenar de soldados tras un atentado.

o cierto es que la historia de Pakistán está intrínsecamente relacionada con India y su partición en 1947 resulta capital para entender lo sucedido después. Emerge en estos años la figura de Nazir Ahmed Khan, actor indio-paquistaní, posteriormente director y productor, responsable de cerca de 200 películas en una carrera que abarcó más de medio siglo. Khan es considerado el primer gran héroe cinematográfico de Pakistán a pesar de verse obligado a escapar de India después de que ver cómo su estudio en Bombay ardía hasta los cimientos durante las revueltas derivadas del proceso de escisión de ambos países. Junto a su amigo Abdur Rashid Kardar, crearon una compañía de cine en Lahore que a la postre se convertiría en pionera de la industria del cine paquistaní, a punto de conocer sus mejores años.

Esto es Teri Yaad. El primer film de la historia de Pakistán. Data del 7 de agosto de 1948.



La época dorada del cine paquistaní comienza en 1960 y pervive hasta 1977, coincidiendo con el periodo de islamización iniciado por su nuevo presidente Muhammad Zia-ul-Haq, quien llegó al poder tras un golpe de estado e impuso la ley marcial. Ul Haq se convirtió en figura instrumental durante la invasión soviética de Afganistán mientras, de puertas hacia dentro, instauró un régimen ultraconservador que supuso la extinción de dos décadas extraordinarias, enormemente ricas tanto en temática como en cantidad: más de un centenar de films al año en 700 cines de todo el país. Durante los 60 triunfaron films como Bombay-Wallah (1961), Shaheed (Mártir, 1962) o Armaan (Deseo, 1966), con un star-system consolidado con estrellas como Waheed Murad, Nadeem Baig o la actriz Shabnam. Tan poderoso fue, que sobrevivió a la guerra Indo-paquistaní de 1971, y prosiguió con títulos exitosos como Umrao Jaan Ada (La Cortesana de Lucknow, 1972) o Aina (El Espejo, 1977).




Islamización

El daño causado por Ul-Zaq a la cinematografía paquistaní fue incuantificable. Este ensayo nos explica las múltiples vertientes del declive del cine paquistaní. Primero, la imposición de una nueva regulación que obligaba a los directores contar con un título universitario en un momento en el que estos lucían por su ausencia. Segundo: impuso la restricción permanente de los films indios; un decreto que tardaría 40 años en ser anulado, y que hoy en día amenaza con resurgir de nuevo. A esto hay que añadir la puesta en marcha de un nuevo sistema impositivo que llevó al cierre masivo de salas de cine. Pero el peor golpe fue el propiciado al legado indio del cine paquistaní: Ul-Zaq decretó como fahashi (“vulgar”) cualquier tipo de entretenimiento, particularmente el derivado de India. Por todo ello, según explica Anuj Chopra en Foreign Policy, “se crea una división artificial entre la cultura india y paquistaní”. Los bailes quedan prohibidos; el sari tradicional queda prohibido.



Las restricciones impuestas por Ul-Zaq degeneran en nuevos males para el cine paquistaní. Las audiencias de esos años “nunca dejaron de demostrar su amor por la cultura india”. Como consecuencia, la llegada del VHS supone el golpe de gracia para una deteriorada cinematografía. Cada día aparecen en el país estrenos cinematográficos pirateados prara el sistema doméstico, mientras la calidad de los films desciende a cada año que pasa coincidiendo con la explosión del cine de las regiones del habla punjab, Lahore particularmente –de ahí el inicio de la vertiente conocida como Lollywood– caracterizados por su recurrencia al soft-porno y a la violencia indiscriminada. Durante los once años en los que Ul-Zaq ostentó el poder, relata Chopra, “la mentalidad de los paquistaníes hacia el cine y su industria resultó alterada permanentemente”.

Para que os hagáis una idea, frente al centenar de films estrenados anualmente en los años 60, solo unos 20 vieron la luz en 2013. Y eso después de que el ex presidente Pervez Musharraf decretara en 2005 el levantamiento de las restricciones contra las películas indias de Bollywood. “La industria está renaciendo a gran velocidad”, explicó a The Guardian el propietario de cines Nadeem Mandviwalla, “pero después de 30 años de declive nos queda mucho por hacer”.

Los problemas son enormes. Para empezar, infraestructurales. De 700 cines nacionales se ha pasado a solo 150 en un país con 180 millones de habitantes. Se calcula que solo 30 están en perfecto funcionamiento. La apertura de multicines como el Nueplex en marzo de 2014 son considerados como un acontecimiento histórico. El segundo es que el Gobierno paquistaní todavía no ha terminado de asumir la importancia esencial de la cinematografía india. “La supervivencia del cine paquistaní”, manifestó el distribuidor Rehmat Fazli, “reside en los films indios, porque compartimos el mismo idioma y la misma cultura”. Y sin embargo, desde hace unos meses comienzan a correr noticias preocupantes sobre la retirada del llamado “certificado de no objeción” a films indios, el documento que permitía su estreno en cines paquistaníes.

“La verdad es que los inversores están profundamente preocupados porque han invertido millones de rupias y tenemos una enorme cantidad de intermediarios dispuestos a canalizar la inversión, pero ahora mismo todo está detenido”, hizo saber a Press Trust of India el responsable del Atrium Cineplex de Karachi, Nawab Siddiqui.

Aquí es donde la situación se antoja complicada, porque en paralelo a las nuevas restricciones sobre los films indios y, a sabiendas de su dependencia del cine de Bollywood, comienza a ascender en Pakistán una nueva corriente de cine ultranacionalista representado en el film Waar (Ataque), considerado el film más caro de la historia del país, dirigido por Bilal Lashari, y el primero rodado íntegramente en inglés.



El film, presupuestado en 2,2 millones de dólares –la media económica apenas llega a los 25.000–, es descrita como “una fantasía estatal paquistaní en la gran pantalla” concebida para contrarrestar películas de corte nacionalista estrenadas en India, en el marco de una tendencia que se ha reactivado desde hace seis años. “La sala de cine se volvió loca en una escena donde hacen pedazos la cara de un hombre indio”, indica la pieza de Reuters. Villanos indios se alían con islamistas para atentar contra instalaciones paquistaníes. Es, según su director, “un film de acción en el que el bien triunfa sobre el mal”, pero en realidad es considerada un producto de la historia reciente: los ataques supuestamente perpetrados por milicias paquistaníes en Bombai, en 2008, que dejaron más de 160 fallecidos y que realimentó el sentimiento antipaquistaní en India. La película ha contado con el apoyo total y absoluto del Ejército paquistaní, ahora enzarzado en nuevos enfrentamientos en la dividida Cachemira, y en una operación a gran escala en Waziristán del Norte, en la frontera afgana, contra los talibán y otras milicias islamistas, no necesariamente asociadas con estos últimos, que perpetran atentados como el que costó la vida a 13 personas y dejó 20 heridos en un cine porno –los hay– en la región del Jíber.

Hoy

“La verdad es que la situación es un poco anticlimática”, explica el bloguero Samra Muslim para el The Friday Times. “Muchas productoras han anunciado sus películas, e incluso algunas han estrenado subrrepticiamente un tráiler, pero hasta ahora no han pasado de ahí”. Estas declaraciones contrastan con piezas de opinión como las de la escritora Bina Shah, que tacha el estado actual del cine paquistaní –en particular tras el estreno del primer film que mandaron a los Oscar en 50 años, Zinda Bhaag (Corre por tu vida, de Meenu Gaur y Farjad Nabi)– de “recuperación milagrosa”.



Por contra Muslim denuncia, citando fuentes de la industria, que existe una “falta de comprensión en Pakistán sobre las dinámicas del mercado y las relaciones de producción”. “Los cineastas locales necesitan trabajar con los distribuidores y las audiencias; comprender fenómenos como el de la temporalidad, y atender a las demandas del público para proporcionar más films de Bollywood, que al fin y al cabo son los que les proporcionan ingresos estables”. Muslim acompaña su pieza con un resumen de los films más notorios que están en preparación dentro de las fronteras paquistaníes, y que esperan ver la luz algún día.

Como bonus, aquí os dejamos un vídeo para The Guardian realizado por Jon Boone sobre el estado actual del cine en Pakistán.



http://www.lashorasperdidas.com/inde...angre-y-fuego/