“CELLE QUI N’ÉTAIT PLUS” vs.
LES DIABOLIQUES
Boileau-Narcejac tienen otra novela que merece un lugar especial en la historia del cine:
“Celle qui n’était plus”, publicada en 1952, dos años antes que “Sueurs froides (d’entre les morts)”. La novela fue llevada poco después al cine (
Las diabólicas), en 1955, por Henri-Georges Clouzot, quien también fue el autor del guion junto a Jerôme Géronimi (con quien ya colaboró en
El salario del miedo). La edición que he leído es
“Las diabólicas (la que no existía)”, editada por Planeta en 1985.
De entrada, merece la pena citar textualmente el párrafo inicial del prólogo escrito por Boileau-Narcejac que incluye la edición comentada, donde se plantea de manera abierta la dialéctica entre novela y película, entre original y adaptación (las negritas son mías):
Entre La que no existía...
y la película que esta novela ha inspirado a H. G. Clouzot, Las diabólicas
, sólo hay una relación, tan ligera que podría considerarse la película ajena al libro, y tan sólida que uno se ve, sin embargo, obligado a reconocer su íntimo parentesco. En realidad, ambas desarrollan la misma idea con métodos diferentes, y puede incluso decirse que cuanto más la película se esforzase en mantenerse fiel a la novela, más obligada estaría a apartarse de ella. En este sentido, la película de Clouzot es mucho menos una adaptación que una nueva creación de la que es oportuno subrayar la originalidad.
Veamos en qué se separa la novela de la película. En el texto original los personajes se reducen considerablemente, hasta el punto que prácticamente podemos decir que solo tiene peso específico el triángulo protagonista… pero es un triángulo con inversión de sexos. Tenemos a: Fernando (utilizo los nombres de la traducción), un amargado viajante de comercio, que vive a caballo de las afueras de París, donde reside con su mujer, y de Nantes, donde tiene un pisito para poder descansar de sus rutas por la zona (el personaje de Fernando se correspondería con el de Véra Clouzot en la película); su esposa, Mireya, que está sola gran parte del tiempo en su casa de París, y que parece solo jugar el papel de víctima (se correspondería al personaje de Paul Meurisse); su amante, Luciana, una doctora que trabaja en un hospital de Nantes y que es amiga de la pareja (que juega el papel de Simone Signoret en la pantalla).
La trama criminal es similar: Fernando y Luciana atraen a Mireya al pisito de Nantes y allí le administran un somnífero para después ahogarla en la bañera.
Luego se desplazan en coche hasta el domicilio conyugal y allí se deshacen del cuerpo lanzándolo a un arroyo que hay junto a la casa. Pero el cuerpo desaparece y Fernando empieza a creer que su mujer es un fantasma que va dejando un misterioso rastro: ha visitado a su hermano, encuentra una carta de su puño y letra, etc. Cuando se acerca a la morgue para interesarse por si han encontrado su cuerpo, como en el film, un policía retirado le ofrece sus servicios, pero una vez lo ha acompañado a su casa y realizado una inspección ocular, deja el caso (no es el detonante del final como en el film). La estructura criminal, por tanto, es idéntica a la película, aunque con los sexos cambiados (aquí la “víctima” es la esposa y el crimen lo han tramado el marido y la amante; en Clouzot, la “víctima” es el marido y el crimen lo han tramado la esposa y la amante de él).
El contexto, en cambio, es completamente distinto. El film nos sitúa a los personajes en una escuela (francamente sórdida, aunque se hace referencia a que algunos alumnos son de buena familia), lo que comporta muchos más personajes: los profesores, los niños, el bedel, etc. Este es para mí uno de los mayores aciertos de Clouzot: recrear un ambiente opresivo como es el de esta institución educativa. En el seno del colegio se descubren unas relaciones de lo más inapropiadas: el director, Meurisse, trata cruelmente a su mujer (una mujer de origen venezolano, muy católica; de hecho, Véra Clouzot era brasileña) mientras mantiene una relación adúltera con otra profesora a la vista de todos. En la novela, los personajes no parecen albergar malos sentimientos unos contra otros. La relación de los amantes es fría y el desencanto del matrimonio es vulgar. El motivo del crimen es económico: quieren hacerse con el dinero del seguro de vida de la esposa para marcharse al sur de Francia, donde el tiempo es soleado y caluroso, y huir así del frío, la niebla y la lluvia del norte. Quieren realizar un sueño y huir de un presente gris, aburrido y vulgar. En la película, también se trata de deshacerse de la esposa, que es quien tiene el dinero y posee la escuela, pero el personaje de Meurisse es tan canalla que todo acaba pareciendo propio de su instinto cruel y mezquino.
La novela, como ya pasaba en “Sudores frios”, se narra en tercera persona pero siempre, salvo la coda final, desde el punto de vista de Fernando: sus temores, sus dudas, su miedo creciente ante la evidencia de que su mujer ha vuelto de la muerte, su creencia irracional en fantasmas, etc. Precisamente la resolución de la novela juega con ese sentimiento de terror que va embargando a Fernando, de manera creciente. Si en la película se quiere provocar la muerte de Véra Clouzot aprovechando su salud delicada (tiene un corazón débil), y se consigue, en la novela se fuerza el suicidio de Fernando: cuando cree que su mujer va a aparecer por la puerta, no puede resistirlo más y se dispara un tiro.
La diferencia más substancial en lo argumental es que, mientras en la película el policía retirado los descubre y, por tanto, los criminales serán castigados (Clouzot incluye un apunte final un tanto inquietante, ya que un niño dice haber visto a la muerta), en la novela las asesinas consiguen su objetivo: se instalan en el sur de Francia, aunque entre ellas el vínculo no parece garantizar un futuro demasiado optimista.
Tanto en una obra como en la otra, flota en el ambiente cierto aire de relación lésbica entre las mujeres. En la película, entre las supuestas asesinas (da la impresión incluso que una vez muerto el marido, duermen en la misma habitación), mientras que en la novela entre las asesinas reales, aunque en este caso la esposa, Mireya, tiene muy poca presencia en la narración (está presente sobre todo por su ausencia).
A mí la sequedad de la narración de Boileau-Narcejac y la descripción de las obsesiones de Fernando me han recordado bastante el estilo típico de Patricia Highsmith, esa gran escritora tan llevada al cine (seguro que aparecerá por este hilo más de una vez). La novela me ha parecido excelente, aunque cae a menudo en lo inverosímil (el fingimiento del ahogamiento, el traslado del cuerpo, la desaparición del “cadáver”, sus andanzas posteriores, la ingenua credulidad de Fernando, etc.). El film aun me parece más inverosímil, porque hay muchos más personajes alrededor del crimen y los asesinos, reales o no, actúan con total impunidad y libertad de movimientos provocando situaciones difíciles de creer (lo de arrojar el cuerpo a la piscina me parece excesivo). Quizá se justifica en el caso de Clouzot por ese tono marcadamente de cine de terror que adquiere la película en el último tercio: ya se sabe que la suspensión de la incredulidad es algo característico del cine de terror, y eso Clouzot lo explota. También el director juega con elementos de gran impacto visual (las sombras del tramo final; el edificio, que casi es un personaje más; esa caracterización de Meurisse, con los ojos blancos), mientras que la narración es mucho más contenida y sobria.
En resumen, una excelente novela que dio origen a un film muy distinto y canónico en su género, a pesar de sus debilidades, que creo que las tiene. Del
remake (en este caso sí es claramente un
remake, más que una nueva adaptación, porque se parte directamente del film, no de la novela) de Jeremiah Chechik,
Diabólicas, poco puedo decir porque solo lo he visto parcialmente por televisión y hace además mucho tiempo. En todo caso mantiene el esquema: marido-supuesta víctima; esposa y amante-supuestas asesinas. No sé cómo se resuelve el
remake. En todo caso, tanto en un film como en el otro, a mí eso de “las diabólicas” no me parece un buen título, creo que es demasiado sensacionalista, además de inexacto.