Chris Marker muere a la edad de 91 años
"Tristeza infinita: Chirs Marker está muerto". Con estas palabras comunicaba el crítico Jean-Michel Frodon a través de Twitter la muerte de Chris Marker. France Presse y Le Monde lo confirmaron poco después. El cineasta francés cumplió ayer 91 años, edad con la que ha fallecido hoy. Se trata de la pérdida de una de las figuras mayúsculas más incontestables de la historia del cine, fundamental para el desarrollo del lenguaje documental y autor de películas como La jetée, La sexta cara del Pentágono, El fondo del aire es rojo o Sans soleil, fundamentales para entender no sólo el desarrollo del arte cinematográfico, sino la memoria y la política del siglo XX.
Recibió el apodo de ser "el más famoso de los cineastas desconocidos" por la sobresaliente influencia de su trabajo que, sin embargo, se ha mantenido recóndito para el gran público, al menos en su totalidad. La esquiva personalidad del cineasta, reticente a las apariciones públicas y agazapado tras su alter ego felino Guillaume-en-Êgypte, también ha contribuido a engrandecer su misterio, en los últimos años diseminado en identidades tan líquidas como una región de Second Life o una cuenta de YouTube.
Marker empezó su carrera a la orilla izquierda de la Nouvelle Vague, co-dirigiendo junto a Alain Resnais el corto documental Las estatuas también mueren (1953), obra pionera en la denuncia del colonialismo. Volverían a colaborar en la gran obra maestra del segundo, Noche y niebla (1955). Pero Marker no tardó en volar solo. En 1952 ya había registrado los Juegos Olímpicos de Invierno de Oslo en 16 mm. y pronto hizo suya la gramática del vídeo-diario y el ensayo fílmico para reflexionar tras sus viajes con obras como Sundays in Peking (1956), Letter from Siberia (1957) o ¡Cuba sí! (1961). En estos primeros trabajos ya se encuentra depurado el estilo de narración lírica, reflexiva e increíblemente divertida en off más jugueteo con la yuxtaposición de imágenes que unos años más tarde llevaría a su máxima expresión con Sans soleil (1983).
Antes, la fama internacional le vino gracias al cortometraje de ciencia-ficción La jetée (1962), galardonado con el premio Jean Vigo. Prodigio de narrativa y belleza, con un 99% de imágenes fijas cuenta una fascinante historia de viajes en el tiempo y determinismo post-apocalíptico que mucho tiempo después Terry Gilliam remakearía en 12 monos. Fue su gran obra maestra de ficción, mientras que en el terreno documental ese rango le corresponde a varios títulos, como El fondo del aire es rojo (1977), sobre el auge y disolución de los movimientos sociales de los 60 y 70; o los dedicados a la memoria cinéfila: A.K. (1985), acompañando a Akira Kurosawa en el rodaje de Ran; La tumba de Alejandro (1992), sobre Alexandr Medvedkin; o Un día en la vida de Andrei Arsenevich (2000), inconmensurable homenaje al cine y la figura de Andrei Tarkovsky.
Las palabras del ex director de Cahiers du cinéma que citábamos más arriba no pueden ser más ciertas. La muerte de Chris Marker deja al mundo del cine sumido en una tristeza infinita, así como a un gran número de gatos y lechuzas (sus animales fetiche) tan huérfanos como la cinefilia. Ahora nos queda, tal y como él hacía en Level Five (1997), reconstruir su legado infinito a través del recuerdo personal y la memoria colectiva de las imágenes que nos brindó.