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Resultados 1 al 14 de 14

Tema: Ha muerto Joaquim Jordá

  1. #1
    sabio
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    12 jun, 03
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    Predeterminado Ha muerto Joaquim Jordá

    Muere a los 70 años el director de cine catalán Joaquín Jordá

    • El cineasta de Santa Coloma de Farners era una personalidad polivalente dentro del mundo de la industria cinematográfica

    agencias

    Barcelona. -- El director de cine catalán Joaquín Jordá ha muerto a los 70 años a causa del cáncer de hígado y páncreas que padecía desde hace casi un año.

    Joaquín Jordá (Santa Coloma de Farners, 1935) era una personalidad polivalente dentro del mundo del cine, ya que había ejercido de profesor, guionista, traductor, actor y director. En 1957 se instaló en Madrid para estudiar cine y formó
    parte de la Unión Industrial Cinematográfica, ligada al Partido Comunista.

    La trayectoria de Jordá consta de 14 películas, entre las que destacan Numax, El encargo del cazador, Un cos al bosc, Monas como la Becky, Veinte años no es nada y De nens. Actualmente, estaba acabando su producción Al otro lado del espejo.

    Jordá retornó a Barcelona en los años 60 y participó activamente en la gestación de la Escuela de Barcelona, dentro de la cual dirigió su primera película en 1967, Dante no es únicamente severo. La vida de Jordá ha sido un continuo peregrinaje entre Madrid y Barcelona, pero también vivió en Francia e Italia, donde creó su cine militante más comprometido desde las filas del Partido Comunista.

    Documentales

    Pionero del cine documental español, la última intervención pública de Jordá se produjo el pasado día 8 de este mismo mes cuando presentó en rueda de prensa su biografía, en la que afirmó que en el cine su único propósito había sido "no mirar allí donde no quería".

    En el libro, titulado Joaquín Jordá. La mirada libre (Filmoteca de Cataluña/Portic), el director de Monos como Becky, dijo: "No sé lo que es una mirada libre, pero siempre he intentado no mirar allí donde no quería y lo he podido hacer".

    La visión del cine de Jordá cambió, según explicó en esa comparecencia, cuando hace ocho años sufrió un infarto cerebral, una experiencia que le llevó a realizar la citada Monos como Becky, que rodó casi en su totalidad en blanco y negro porque había perdido la visión de los colores.

    Reivindicaciones

    En sus trabajos plantó cara a las más diversas problemáticas de la actualidad social, incluso en su debut con el corto El día de los muertos (1960), que fue considerado por la censura como una película nauseabunda.

    El cierre de una fábrica barcelonesa en Numax, la pederastia en el Raval barcelonés en De Nens o los límites de la psiquiatría en Monas como Becky, son tres ejemplos de su reivindicación constante.

    El conseller de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, ha afirmado hoy, tras conocer la noticia del fallecimiento del cineasta, que Jordá ha sido un "creador que ha tenido un papel muy importante en el cine catalán, desde el cual se ha significado por abrir caminos nuevos".

    "Primero -añade el conseller- en la época de la Escuela de Barcelona, destacando con sus realizaciones de cine comprometido y, más tarde, con su dedicación e implicación en la renovación del género documental que ha influido de una manera decisiva en la generación de documentalistas que actualmente hacen cine en nuestro país".

  2. #2
    6E, rue Pillore Avatar de diomede
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Una lástima y una gran pérdida!

    la Filmoteca de Catalunya se está conviertiendo en la nueva San Sebastián??

    hace unos meses Sjoman presentó su ciclo en Barcelona, a la semana falleció...

    hace dos semanas se presentó el libro a Jordà editado por la Filmoteca y el ciclo que empezará el mes que viene...

    vade retro!

    al menos podremos ver sus mejores obras en la Filmoteca...



    adéu!
    Jusqu'ici tout va bien...

  3. #3
    Save Us????? Avatar de chinocudeiro
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Me has dejado de piedra con la noticia Trelk

  4. #4
    Senior Member Avatar de woody allen
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    No sabía que tenía cancer y que estaba tan mal. La leche con la mierda de enfermedad esta eh. DEP

  5. #5
    sabio
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    :!

    Su último trabajo, ese documental sobre el caso de pederastia en el Raval, era tan mediocre en el aspecto formal como fascinante y valiente en su mensaje.

  6. #6
    Senior Member Avatar de nogales
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Tremendo, me he quedado con la boca abierta.

    Pobre hombre, solo vi una peli suya, pero era muy interesante , cuerpo en el bosque y se salía de la tendencia general, lo que ya es digno de aplauso.

    Y luego he oído maravillas de Monos como Becky y De niños , así que a ver si distribuidoras o televisiones se ponen de acuerdo y programan alguna de sus peliculas, porque cineastas tan valientes como él se lo merecen.

    Creo que era el mejor representante de la escuela de Barcelona.

    Descanse en paz.
    RECREATIVOS NOGALES!!!!! Si entras, ya no sales!

  7. #7
    maestro
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    Predeterminado Re:

    Monos como Becky estaba muy bien. Además era un señor entrañable e inteligente. Una pena que se nos haya ido...

  8. #8
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Vaya día, entre Aaron y Jordá...
    DEP
    El tabaco es malo. Mató a mi padre y violó a mi madre.
    Padre de Família

  9. #9
    maestro
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Hombre, en cuestiones de cine no comparemos a un petardo como el Aaron cuya preocupación intelectual nunca paso del "como puedo ganar más dinero" a Jordá. No sé, el compromiso con el medio era bastante distinto entre uno y otro y mezclarlos en mismo post me parece un poco delirante...

  10. #10
    sabio
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Pues yo si que me quedado de PIEDRA! :ala :ala :ala

    ..xq precisamente yo estaba antes de ayer en San Sebastián ( http://www.arteleku.net/4.1/programa/2006/Jorda.pdf ) por unas conferencias sobre Jordá a las que el mismo iba asistir… se tubo que volver a Barcelona xq se encontraba mal y hoy ha muerto…

  11. #11
    sabio
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    Una verdadera lástima. Por lo que he podido leer hoy, estos últimos años habían sido muy duros con esa extraña enfermedad que también pasó a ser el tema central de su última obra recien acabada.


    Descansa en paz, Joaquim Jordà.

  12. #12
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    El otro día que me sobraba tiempo, traducí del catalán algunos artículos, de los 6 que le dedica a Jordá, Quadern, suplemento cultural para Catalunya de EL PAÍS del jueves 29 de junio de 2006. (AQUÍ puede encontrarse el suplemento en catalán). Los iré poniendo en este hilo:

    IN MEMORIAM

    Herencias de Joaquín Jordá
    Memoria de la obra y la vida de un cineasta, guionista y traductor atípico a quien no le gustaba la normalidad.

    MIRITO TORREIRO

    Joaquín Jordá se apagó de golpe, el sábado pasado, cuando ya nos había convencido a todos que, sencillamente, era inmortal. Que tenía perfectamente dominado el tenaz tumor que lo enflaquecía de manera evidente y que, a pesar de todo, sería capaz de acabar a tiempo los cuatro o cinco proyectos que, en un último año frenético, tenía entre manos.

    Jordâ, el cineasta más peculiar que ha producido el cine catalán en los últimos 50 años (por insólito: porque su carrera, más que un Guadiana, es un curso tormentoso que, sin cuaderno de bitácora, resulta virtualmente imposible de entender), se va después de una irónica, elegante, casi despectiva relación con la muerte, de la que nunca tuvo miedo.

    Se va en plena posesión de facultades, cuando acaba de ultimar el que seguramente será su último proyecto (aunque con él nunca se sabe: ha dejado demasiadas notas, y demasiadas imágenes registradas para que algún día alguien nos sorprenda con nuevas propuestas), este Del otro lado del espejo en el que aborda frontalmente uno de sus males, la agnosia que le afectaba, ya hace unos años, como consecuencia de un infarto cerebral, y que es una rara dolencia neurológica que separa radicalmente significado y significante y que, por tanto, impide reconocer personas y cosas. Y con este handicap, Jordá no sólo creó la mayor parte de su filmografía (siempre con la ayuda de sus colaboradores, porque su memoria era obviamente deficiente) en menos de 10 años, sino que lo hizo, como en toda su carrera anterior (en toda su vida, para ser exactos), contra las nociones más depuradas del sentido común: contra el gusto instituido, contra los hábitos culturales, contra la normalidad.

    Esta es una de sus herencias: una vida construida como una instancia de interrogación, la creación artística (y la militancia política) utilizada antes que nada contra las certezas (también las propias), contra el aborregamiento. A sus discípulos les queda un trabajo difícil; pero, en todo caso, apasionante.

    Del bando de los vencedores. Todo en la vida de Jordá parece una paradoja. Para empezar, su lugar de nacimiento, un hogar de economía desahogada, de Santa Coloma de Farners (allí nació, en 1935); la casa de un notario falangista, Jefe Provincial del Movimiento, con quien nunca se portó bien. Una infancia de curiosa marginación, porque sus compañeros de juego no eran precisamente del mismo palo que su padre, no del bando de los vencedores. Y una prematura dedicación a la literatura, para la cual en algún momento se creyó predestinado. Pero después todo se hace diferente: estudios de Derecho, amigos comunistas, la creación de la primera célula del PSUC en la Universidad, a mediados de los años cincuenta. Y muchas lecturas: Jordá es un lector voraz, como será después un traductor infatigable y un escritor casi compulsivo (Glòria Salvadó lo explica por aquí, los casi 40 guiones que llegó a escribir para otros cineastas: la mayoría no se rodaron nunca).

    Y alguien capaz de gestos imprevistos, como invertir el dinero que le regaló su padre con motivo de su matrimonio en una aventura cinematográfica medio clandestina, la productora UNINCI, un aparato legal que mantenía el Partido Comunista de España y que, entre otros títulos, produjo varios de Juan Antonio Bardem y la buñueliana Viridiana, antes que las autoridades franquistas se hartaran y les obligaran a cerrar.

    Estamos a principios de los sesenta, Jordá ha ido a Madrid a estudiar cine al oficial Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, rodará su primer cortometraje, Día de difuntos (1960), que tiene problemas con la censura, pero volverá a la ciudad condal, distanciado ya de la ortodoxia comunista, con una primera crisis psicológica importante y con la idea de sobrevivir. Y a hacerlo en una Barcelona que comenzaba a soñarse como un Londres, y a hacerlo entre unas gentes, aquellas mismas que Joan de Sagarra bautizó como la gauche divine, que montaron un peculiar tinglado para intentar olvidar la mediocridad ambiente del franquismo acartonado. Esos fueron los que vendieron que Barcelona era una cosa muy cosmopolita, totalmente alejada del Madrid funcionarial de misa diaria; una ciudad europea en la que crecían en destreza e intelectual y artísticamente hablando, los que después serían los responsables políticos de Catalunya ya en democracia.

    Barcelona es Europa. Eso fue la Escola de Barcelona, la rama digamos cinematográfica del invento, y en la que Jordá militó con el escepticismo que le era intrínseco: tanto, que muchos años después, descreído de que la cosa hubiera servido para algo más que para pasarlo bien durante unos pocos meses, nos la "regaló" a Esteve Riambau y a mí ("Total, os la creísteis más que yo", nos dijo), como quien regala a un amigo un vestido bonito, aún elegante pero decididamente fuera de temporada. Allí forjó a sus primeras criaturas, su participación en Dante no es únicamente severo (1967), el verdadero manifiesto de l'Escola, que hizo junto con Jacinto Esteva y con la inestimable ayuda de otro gran amigo, Carles Duran (ninguno de ellos ya entre nosotros).

    En aquella corta temporada, no más de un año y medio de intensas idas y venidas, ejerce de ideólogo de la EdB, vende sus célebres recetas sobre lo que debería ser el nuevo cine, hace carne de eslogán ("Ya que no nos dejan hacer Víctor Hugo, haremos Mallarmé; ya que la censura no nos permite el realismo crítico, haremos denuncia soterrada"), toda una práctica a contracorriente, la de un cine curiosamente enraizado con toda una tendencia internacional que en España se desconocía (La Escuela de Nueva York, sin ir más lejos).

    Pero a pesar de no tener pasaporte, un buen día Jordá se nos va de España, se instala en Italia y allí rueda algunos films militantes. En Italia vive la experiencia post-68, la eclosión de la extrema izquierda, lo que en su época se llamó "el área de la Autonomía". Y de vuelta a España, intentó transplantar esas ideas, su radicalismo: no es casual que su primer film a su vuelta fuera un curioso artefacto también militante, pero al mismo tiempo distante, complejo, apasionante: Númax presenta (1979), crónica de una huelga y de una experiencia de autogestión que se perdió, pero con los protagonistas de la cual habría de rodar, dos décadas después, uno de sus mejores films, Veinte años no es nada (2004) que acaba, ni más ni menos, con los viejos obreros cantando con el puño en alto La internacional...
    ¿Quién se atreve, en estos tiempos, a acabar así una película?

    Los últimos años. Pero sin duda si Jordá ha acabado por convertirse en un cineasta indispensable para repensar la Catalunya cinematográfica de la democracia es a partir de 1990, cuando rueda El encargo del cazador, conmovedora, pero también ácida y muy lúcida reflexión sobre la EdB, sobre su amigo Cinto Esteva, entonces ya desaparecido; sobre aquello en lo que se había convertido ya entonces la gauche divine. Entonces, sin dejar nunca de traducir y escribir para otros, viene el infarto cerebral, su intento de volver al cine de ficción con Un cos al bosc -Un cuerpo en el bosque- (1996), una mirada entre el sarcasmo y la indignación hacia la Catalunya profunda, enriquecida y soberbia, en la que el mismo Jordá (acostumbra a salir en todas sus películas) se reservó el papel de un chef de cocina independentista.

    El cambio de siglo sorprende a Jordá en una de esas labores que menos se hubiera podido imaginar que haría: ejercer de docente en el Master de Documental de la Pompeu Fabra, desde donde ha ido haciendo discípulos (Isaki Lacuesta, Laia Manresa, Glòria Salvadó, entre otros muchos), y desde el cual también ha conseguido montar proyectos ambiciosos, como Mones com la Becky (1999), brillante reflexión sobre los límites del concepto de "normalidad" (otra vez la normalidad) a partir de lo que parecería una biografía muy sui generis de Egas Moniz, el médico portugués descubridor de la lobotomía.

    Y De nens (2003), su criatura más radical, tres horas y siete minutos de análisis, entre la performance y el documental, de lo que han sido las dos últimas décadas de vida en el Raval, con la trama de pederastia y la denuncia de la forma en que los medios informaron del asunto, como eje de un discurso que deja pocas dudas sobre a favor de quién se posiciona el cineasta. Con él se va el más brillante de los cineastas interrogadores, el menos adocenado de los hombres de cine que haya dado Catalunya en los últimos años. El mismo que, una mañana fría de enero de este mismo año, le dijo a quien esto firma, a Glòria Salvadó y a Esteve Riambau, una frase que resume toda su vida, y también su principal herencia: "A mí, la normalidad no me gusta". Qué mejor epitafio para una carrera construida desde la insobornable lucidez, desde la orgullosa posición del incordiante: desde la más absoluta libertad.

    El festival de Cine Documental de Marsella, que se celebrará entre el 6 y el 11 de julio, ofrecerá una retrospectiva de todos los documentales de Jordá, en un homenaje póstumo.

    www.elpais.es/diario/autonomias.html

  13. #13
    Jean-Luc Picard
    Invitado

    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    [center:f99e85447e][/center:f99e85447e]

    D. E. P.

  14. #14
    experto
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    Predeterminado Re: Ha muerto Joaquim Jordá

    He continuado traduciendo del catalán otros artículos sobre Jordá publicados el mismo día y en la misma sección que el artículo traducido arriba. Los pongo aquí debajo (Recomiendo especialmente el artículo de Manuel Delgado):

    Poética y política en Jordá
    MERCÈ IBARZ

    El cine de Jordá está atravesado por el continuo batallar con la sociedad del espectáculo. De alguna manera Jordá es un situacionista y, como tal, un heredero de los dadá, Duchamp y Buñuel, con quien le une una especie de parentesco. El arte es así una relación, compleja y vital, entre experiencia y zarandeo de imágenes heredadas y de imágenes abandonadas por el hilo de la historia. La historia es la del franquismo, su tardía desaparición, el presente. En Jordá, el cine político es una poética.

    Una poética a sangre fría -en bruto, indirecta, antiartística- que arranca de una forma de vida. Extraterritorial de la familia y de otras estructuras que no sean las de la amistad y el sentido del desorden necesario. Para mí el Jordá más político no es el de juventud, que me recuerda más bien a la casta de los hijos de notario; ni el de las filmaciones del exilio literario catalán, un encargo que no sale de lo vivido. Es el que comienza con el premonitorio El encargo del cazador (1990), continúa con la fábula a la manera hitchcockiana y chabroliana de Un cos al bosc (1996) y se eleva, imperativo y con coraje, al primero de sus films de adulto enfermo, muy enfermo, Mones com la Becky (1999). Tres obras en relación con la propia experiencia de la historia. El "cazador" es el retrato de un aventurero y cineasta amigo de juventud, Cinto Esteva. De primeras podemos pensar que es un fresco sobre la gauche divine barcelonesa, pero es más interesante cuando nos lleva entre los borrachos de las Galerías Tuset, que no por Bocaccio, o cuando emerge la doble cara de algunos patricios de la izquierda que dominaban una cierta vida de la ciudad. Un cos al bosc es impensable sin el trabajo de campo -expresión totalmente apropiada aquí- en las regiones ampurdanesas que conocía por orígenes, por hedonismo y por observación directa de las transformaciones contemporáneas de las carreteras rurales. Un mundo vivido. Político, implicado. Una cadena moral. Hasta llegar a Becky, un film sobre el estado de salud mental no ya de los individuos "sino de toda la población" (en expresión de uno de los psiquiatras que anuncian el tema en un paseo por el Laberinto de Horta), que Jordá hizo cuando su cerebro petó y, a la vez, le indicó que no debía dejar de hacer cine.

    Becky fue un puente hacia el cine más político. Era entonces un hombre de sesenta años cumplidos, más conocido como guionista y traductor que como director. Un profesor estimulante que acogía a los estudiantes con generosidad irónica en las aulas y despachos de la UPF y en su piso del Raval. un hombre de talleres, de equipos. Su operador de siempre, Carles Gusi, puede hablar del tema.

    De nens (2003) se le complicó. Materiales perdidos después de dificultades de rodaje, autoridades que no quisieron participar (ni Maragall ni Clos ni Serra), una complejidad temática que se ensanchaba a medida que el juicio de apariencias pederastas se alargaba. Jordá aceptó los imponderables y los interrogó: qué dicen las cosas cuando dejamos que se expresen tal y como son -según la fórmula clásica del fotógrafo Walker Evans. Las cosas decían, dicen, que el Raval es uno de los pozos más densos de memoria de la ciudad, entendiendo aquí esta cualidad a la manera de Saul Bellow cuando dice que la memoria hace referencia a los orígenes ocultos de aquello que verdaderamente cuenta.

    La misma poética guía Vint anys no és res -Veinte años no es nada- (2005). También es un film vivido, que no se habría podido hacer si Jordá no hubiera mantenido contacto con los protagonistas, a los que había filmado en 1978. Película obrera, magmática, llena de resonancias, rescata el pasado de la gente que trabajaba en la fábrica Numax e interroga el presente. Enfoca aquello que la transición ha negado y, vital, hace ver que sólo los destruidos hablan de fracaso colectivo, de ningún manera la gente de Vint anys no és res: no fueron abandonados, abandonaron ellas y ellos una práctica que los había formado -la autogestión- y lo hicieron cuando la política daba vuelta de hoja, antes de que no les arrastrara. Hacía tiempo que no veía en la pantalla gente tan libre ni planos tan bellos en el cine de Jordá. Gente aliviada, que ha soltado lastre, cine aliviado. Ahora esperamos el último film, que Jordá no quería dejar de hacer por ningún motivo, y que a pesar de un cáncer doble y terminal ha dejado acabado. También aliviado le imagino.


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    Sin domesticar
    JORGE HERRALDE

    Cuando conocí a Joaquín Jordá, ya le precedía una cierta leyenda clandestina ("muy estalinista", comentaba, con cierto respeto, un amigo común, antifranquista moderado). Había fundado con Luis Goytisolo, compañero mío de colegio, Octavi Pellissa y unos cuantos más, la primera célula comunista de la Universitat de Barcelona, a mediados de los años cincuenta, y después se había trasladado a Madrid, donde se vinculó a UNINCI, la célebre productora del PC, la de Bardem y Muñoz Suay.

    Lo ví por primera vez el verano de 1962, en Cadaqués, durante el rodaje de Los felices sesenta, de Jaime Camino. Mi gran amigo Carlos Durán era ayudante de dirección, mientras que a Joaquín se le había asignado el improbable cargo de director de producción. Aun así, no empezamos a tratarnos hasta un poco después, en Dante no es únicamente severo, la película-manifiesto de l'Escola de Barcelona. Y en especial nos vimos con frecuencia, conversando sin parar sobre cine, literatura y política, a finales de los sesenta, cuando yo estaba inmerso en la preparación de Anagrama y él en diversos proyectos cinematográficos, como Liberxina, la película que dirigió Durán, con guión de ambos.

    En aquella época tuvo lugar la efímera aventura de Films de Formentera, una productora que pretendía ser la sucesora de la casi encallada Films Contacto de Jacinto Esteva.
    La fundamos con Durán, Jordá, Bofill y Gubern, si no recuerdo mal, y tuvo una efímera existencia; su cartel albergó Liberxina, una película machacada por las diversas censuras, así como un desconcertante documental de Jordá a partir de la lectura (y nunca mejor dicho, ya que la autora leía su novela delante de la cámara) de Un lloc entre els morts -Un lugar entre los muertos- de Maria Aurèlia Capmany.

    Antes de marchar a su largo exilio italiano, un mediodía Joaquín estaba en la editorial, y llamó por teléfono Elías Querejeta: pasaba por Barcelona y quería verlo, parece que para tantear algún proyecto. Vino a Anagrama, subió a mi despacho y tuvo lugar una conversación cautelosa y bastante breve, con comentarios entre crípticos y sardónicos. Hacía tiempo que no habían hablado y en realidad no hablaban: como dos pistoleros que hacen el gesto pero deciden no desenfundar (delante de la mirada intrigada del barman del saloon). Telón de fondo: la polémica entre l'Escola de Barcelona y el nuevo cine español, más o menos "mesetario" (aunque en alguna película de Eceiza y de Saura la "contaminación barcelonesa" parece clara). También de fondo, la política: posibilismo o portazo.

    Una anecdota. Yo estaba buscando nombre para la editorial y al final encontré el definitivo. Una tarde, curioseando en las estanterías de la agencia de Carmen Balcells, ví en el tomo de un libro de Feltrinelli el título siguiente: Senso e anagramma, de Renato Barilli. El enamoramiento fue inmediato: se llamaría Anagrama. Había quedado después con Joaquín en su estudio, donde se encontraba también Terenci Moix, y les conté mi scoperta, acogida con entusiasmo: "¡Anagrama!", decía Terenci, dando saltos, "¡es una palabra mágica!".

    Joaquín empezó muy pronto a colaborar con Anagrama como traductor; se estrenó, en 1969, con uno de los primeros títulos de la editorial: Laclos. Teoría del libertino, de Roger Vailland, un afilado texto sobre el autor de Les liaisons dangereuses, que (perdiendo algunas plumas) consiguió pasar la censura de la época. Y desde entonces ha seguido traduciendo para la editorial, a su aire, pero con gran asiduidad: algo más de 150 versiones del italiano, francés y catalán.

    A Joaquín le gustaba traducir, con los matices de rigor en una trayectoria tan extensa. Por un lado, es un modus vivendi, le da una cierta tranquilidad económica, llena su tiempo y mantiene en forma las neuronas en temporadas azarosas de militancia política o de escaso trabajo profesional como guionista. Por otro lado, prefiere, es natural, y se nota en su trabajo, aquellos textos con los que está en sintonía ideológica -como por ejemplo Toni Negri- o literaria -sus traducciones, por ejemplo, de Gesualdo Bufalino, con quien hizo una buena amistad, son extraordinarias-, o política y también literaria -como pasa con nuestro amigo común Nanni Balestrini.

    A finales de los sesenta preparé una colección de textos breves, que serían los Cuadernos Anagrama, abiertos a temáticas varias. Así como las series de política y de literatura (esta última, por cierto, tres cuadernos dedicados a Gombrowicz) las dirigía yo, otras áreas estaban a cargo de expertos, como Eugenio Trías en filosofía, Josep R. Llobera en antropología y Ramón García en psiquiatría. Y le pedí a Joaquín que se encargara de la serie de cine, de la cual se llegaron a publicar 11 títulos de 1970 a 1976, entre los cuales figuran Cine de poesía contra cine de prosa de Rohmer y Pasolini, Entre el underground y el off-off de Arbasino y Mekas. También, en la colección Cinemateca Anagrama, iniciada poco después, fue el inductor de la publicación de la biografía de Eisenstein a cargo de Viktor Sklovski (y también de otros de este autor extraordinario, que leíamos en italiano y sus traducciones eran también de esta lengua; pecado venial, quiero pensar, propio de la época).


    (Extracto del texto incluido en la monografía "Joaquín Jordá", compilada por J.M. García Ferrer y J.M. Martí Rom y publicada por la Asociació d'Enginyers Industrials de Catalunya. Se incluirá en el libro de J. Herralde "Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos", que Anagrama publicará el próximo mes de septiembre).


    -----------------------------------------------------------------------

    El encargo del cineasta
    MANUEL DELGADO

    No se trata de glosar y elogiar sus películas, casi todas ellas condenadas desde su misma concepción a convertirse en obras de culto. Ya habrá quien lo haga. Se trata más bien de poner el acento sobre la dimensión ética de una biografía personal toda ella hecha de encuentros y desencuentros con lo real, es decir, con aquella masa amorfa de experiencias y acontecimientos que nos rodean, que no sabríamos describir, que no acabamos de entender nunca del todo, pero cuyo peso inmenso nunca dejan de notar nuestras cabezas. Joaquín Jordá fue -se repetirá con frecuencia estos días- un luchador, pero no un luchador contra el poder, ni contra el sistema, ni contra las convenciones, ni contra la industria cinematográfica. Jordá estaba en guerra con la realidad, enfrentado permanentemente con cualquier cosa que pareciera evidente, furioso delante de la estulticia consubstancial a las cosas obvias.

    Joaquín Jordá no era un generador de films de denuncia o militantes, aunque algunas de ellas, vistas superficialmente, hubieran podido recibir esta etiqueta. Como ha puesto de manifiesto Carles Guerra -el que más ha hecho ultimamente por profundizar en esta faceta de Jordá como un impugnador a la totalidad- se nos ha muerto un hombre que entendió más y antes que la mayoría, la urgencia de este combate que no es combate contra el capital, el neoliberalismo o el imperialismo, sino combate contra la mierda que nos están vendiendo como existencia. Todas sus películas hablan de esta manera que tenía Jordá de coger por las solapas "lo que haya" para zarandearlo pidiéndole explicaciones. Pero de todas destacan dos, la capacidad turbadora de las cuales delata no sólo el talento de un director de cine de enorme originalidad, sino su capacidad para transmitirnos el vértigo de una percepción al mismo tiempo lúcida y alucinada del mundo en el que hacemos como que vivimos.

    Una de ellas es De nens -De niños- (2003). Dificilmente se podría comprimir mejor en tres horas cómo todas las instancias de poder se articulaban, se trenzaban, coordinaban discursos y actuaciones, para producir una determinada realidad con aspecto de incontestable, aquel montaje al mismo tiempo periodístico, policiaco, judicial, médico, sindical, urbanístico y político que condujo a la destrucción de un puñado de seres humanos en el Raval de Barcelona.

    La otra, El encargo del cazador (1990), una de las cosas más extrañas e inquietantes que se han hecho nunca en cine, una película maldita, no sólo por su avatar una vez producida -de cajón en cajón, sentenciada a no existir durante casi diez años-, sino porque se nos aparece como poseida por una especie de espíritu maligno, una fuerza no exactamente humana que arrastra al espectador a un precipicio de verdades inaceptables. Es posible que pasen todavía años antes de que tomemos conciencia de la importancia abrumadora de esta película que nos hablaba de la sombra tremenda de Jacinto Esteva sobre la vida de los que le conocieron, especialmente de su hija Daria.

    Estas dos obras ponen de manifiesto hasta qué punto Jordá más que películas lo que hacía era suscitar emergencias, en el sentido que indica la etimología del término -de emerger, salir de dentro: surgir, manar al exterior desde no importa qué fondo, aparecer, superar el impedimento que no permitía ver alguna cosa, desvelarse, salir a la luz, hacerse visible lo que antes no lo era; protuberar, sobresalir, constituirse en accidente de una superficie; también para indicar una situación extrema e imprevista que provoca o debería de provocar alarma delante de un peligro grave por el contexto en el que se produce. Cada una de sus películas funcionan como erupciones, manifestaciones repentinas de lo escatimado u oculto por inaceptable, de lo insoportable por absurdo o por insufrible. Jordá desgarraba el mundo para mostrarnos la masa purulenta y sucia que oculta en las entrañas.

    Calificar a Jordá de "intelectual comprometido" sería injusto, por inexacto y por insuficiente. Jordá no se comprometía; se implicaba. La naturaleza de su crítica de la realidad no era meramente social o política. Iba más allá, aspiraba y conseguía traspasar al lado oscuro de las cosas y a colocarse en el paraje de los desmentidos y los desenmascaramientos más absolutos y despiadados. En los últimos años, Jordá había sido invocado como referente básico por los centros oficiales de producción de prestigio cultural. Los recientes seminarios que le dedicaron el MACBA o Arteleku son una muestra. Pero, poco sensible a las solemnidades y a los intentos de reducirlo a discurso, Jordá confraternizaba de una forma especial con los sectores más radicales de la crítica política, amigo y visitante habitual de guaridas de acción y pensamiento que la policía vigila y los medios de comunicación tienden a mostrar como desaconsejables.

    Viéndolo rodeado de jóvenes descontentos, discutiendo sobre vida y cine en los lugares más inimaginables con gente furiosa por su secuestro, se podía tomar conciencia de hasta qué punto el problema de Joaquín Jordá era su absoluta inmadurez -es decir, su negativa a dejar de aprender, a morir sin haber vivido-, su incapacidad para hacerse grande -es decir, para rendirse-, su incapacidad para evolucionar, que entre nosotros ha querido decir a menudo sencillamente venderse. He aquí porque Jordá nunca consiguió rodar su segunda película. Sólo sabía hacer primeras películas.

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