Paterson (2016)
Jarmusch cierra, hasta el momento, su obra de ficción con un film, Paterson, que es la quintaesencia del gusto por la repetición, por las variaciones sobre el mismo tema, tan caro al director. Sitúa la acción (es un decir, porque de acción más bien hay muy poca) en la ciudad de Paterson, en el estado de New Jersey (en Jersey localizó anteriormente Ghost Dog), ciudad respecto a la cual la película nos va a dar una serie de nombres que se relacionan con ella: desde el actor Lou Costello, natural de Paterson donde hay un parque a su nombre, a “Hurricane” Carter, el boxeador que acabó en la cárcel por un delito supuestamente realizado en sus calles (al cual Bob Dylan dedicó una canción), pasando por el anarquista italiano Gaetano Bresci (asesino del rey Umberto I) o Dave Prater (uno de los integrantes del duo de soul Sam & Dave), y por encima de todos el poeta de New Jersey William Carlos Williams, autor de un libro de poemas titulado “Paterson” y poeta de cabecera del protagonista del film, él mismo aficionado a escribir poemas y que se llama… Paterson (un extraordinario Adam Driver).
Tanta referencialidad y circularidad se plasma también en la estructura del film: siete días (y el inicio del octavo) en la vida del conductor de autobuses municipales Paterson (dedicado a repetir trayectos día a día y dar vueltas y más vueltas por la ciudad que tiene su nombre), de lunes al lunes siguiente, iniciando cada segmento temporal con un plano cenital fijo (como el del póster) sobre la cama de la pareja que componen Paterson y Laura (la bella actriz iraní Golshifteh Farahani), con el nombre del día sobreimpresionado.
Cada día va a tener un desarrollo similar: Paterson se levanta, se despide de la mujer, con un beso o una caricia, desayuna, va a la central de autobuses, habla con algún compañero e inicia su jornada. Por la noche, saca a pasear al perro (un bulldog) y se para en un bar, siempre el mismo, a tomar una cerveza. De fondo, oímos su voz en off mientras construye sus poemas (que escribe a mano, pulcramente, en una libreta; Paterson no usa el ordenador ni tiene móvil… y su bar habitual no tiene televisor), mientras a su vez se sobreimpresiona en pantalla el texto.
Los temas de los poemas (en realidad, del poeta Ron Padgett, que los cedió a Jarmusch para el film) son aparentemente triviales, cotidianos, contemplativos, con un ligero tono amoroso. Del mismo estilo será lo que nos cuente Jarmusch, básicamente centrado en tres bloques: el día a día de Paterson como conductor (las conversaciones de los pasajeros, la presencia reiterada de gemelos, algún pequeño incidente, como la avería eléctrica del vehículo, etc.);
la actividad casera de la mujer, obsesionada en decorarlo todo con tonos blancos y negros, elaborar cupcakes y aprender a tocar la guitarra, porque quiere ser cantante de country (!!!);
y el paseo del perro y la parada en el bar, donde conocemos al propietario, dedicado a recopilar noticias y memorabilia sobre la ciudad (incluida una, cómo no, sobre Iggy Pop), y a una pareja de amigos en la cual él no soporta que ella no acepte su amor (hasta el punto de fingir un suicidio… con un arma de juguete, el momento de máxima tensión del film).
El tema central, no obstante, es la poesía (ya habíamos comentado que Jarmusch siempre ha sido un gran aficionado a la poética, y que él mismo ha compuesto algunos poemas –es suyo el que lee en la película una niña como si fuera de ella-). Ese apacible, aburrido, conductor de autobús, de vida gris y funcionarial, se sumerge en sus poesías, como si fuera lo más importante de su existencia, por encima del rutinario trabajo, de sus costumbres fijas y repetitivas, y de una vida de pareja en la que parece un tanto incómodo, ya que ni Laura encaja con Paterson ni el futuro de ambos aparezca demasiado definido (dudamos que él llegue a ser nunca un poeta “profesional” ni que ella, evidentemente, sea una cantante de country; incluso nada sabemos de sus proyectos familiares, solo que al inicio Laura le dice a Paterson que ha soñado que tenían gemelos… y a partir de entonces Paterson, con cierta perplejidad no exenta de inquietud, no va a dejar de encontrar gemelos de todas las edades por todas partes). La gran tragedia va a ser que Marvin (¿referencia a Lee Marvin?), el bulldog, destrozará el cuaderno donde Paterson escribe los poemas, de los que no tiene copia.
El domingo, día de descanso, con Paterson aún bajo el shock de haber perdido sus poemas (le espeta a Marvin: “I don’t like you”), va a encontrarse casualmente con un japonés, admirador de William Carlos Williams (encarnado por Masatoshi Nagase, el turista nipón de Mystery Train, una de las clásicas autoreferencias de Jarmusch a su cine, como si toda su obra estuviera interconectada), que le regalará una libreta en blanco, para que escriba sus poemas.
Paterson le cuenta que su padre le cantaba una canción que en uno de sus versos preguntaba: "Would you rather be a fish” (se trata de la popular “Swinging On A Star”, que ha tenido versiones de Bing Crosby y Frank Sinatra entre otras muchas). Antes que ser un “fish” (que es lo que parece la vida diaria que lleva Paterson), llegamos a la conclusión que nuestro héroe de la cotidianidad prefiere, como dice la canción, “…swing on a star/carry moonbeams home in a jar/and be better off than you are/…”, o al menos quizá morir en el intento. Bella forma de cerrar la semana y dar inicio a un nuevo lunes. Si este fuera el final de la obra de Jarmusch (que espero que no), sería sin duda un final precioso, digno de una filmografía llena de matices.
Formalmente, la película (de nuevo con fotografía de Frederick Elmes, especialista en imágenes nocturnas, con esos neones del bar) está muy depurada, las piezas encajan con precisión, y el ritmo se desarrolla cadenciosamente, sin prisa pero sin pausa. A mí me ha recordado una vez más el cine de Eric Rohmer, quizá el director que más puntos de contacto encuentro con Jarmusch, sobre todo en estas historias mínimas, donde parece que no pasa nada, pero donde pequeños elementos narrativos generan nuevos significados en lo que vemos. La película, como pasaba en Only Lovers Left Alive, está bañada por una música electrónica ambiental obra de SQÜRL, nombre que esconde al mismo Jarmusch y a su colega Carter Logan (también en labores de producción). En definitiva, un film depuradísimo, obra maestra de lo jarmuschiano, sea esto lo que sea.
Y no me resisto a señalar un divertido detalle cinéfilo: en la única salida conjunta que vemos de Paterson y Laura van a un cine donde programan Abbott and Costello meet Frankenstein (ya he comentado el vínculo de Costello con Paterson) y Island of Lost Souls, de Erle C.Kenton. En el film sobre la isla del Dr.Moreau aparece una inquietante belleza, la de Lota, la mujer pantera (Kathleen Burke):
El espectador no puede dejar de pensar que Lota se parece extraordinariamente a Laura (Golshifteh Farahani).
Pues bien, después de la sesión, Paterson le comenta a su compañera (¿esposa?) lo mucho que ella se parece a esa mujer pantera, hasta el punto de que “podrían ser gemelas”. Una referencia cinéfila que tengo la impresión que apunta mucho más al fondo de la relación de la pareja de lo que parece.