RoboCop (2014).
Sin ser mala (de hecho, creo que es una película con valor por sí misma) este remake de la obra maestra
cyberpunk de Paul Verhoeven, me parece un filme un tanto fallido. Creo que su principal problema es el mismo de que padecen otros muchos remakes y nuevas versiones de hoy en día: se quiere ser muy original y muy moderno y contar una historia diferente, pero a la vez, se quiere ser muy respetuoso con el material original (de hecho, los únicos momentos en que yo tenía realmente la sensación de estar viendo una película de RoboCop es los diez segundos en que suena el tema de Poledouris -un poco metido con calzador, al igual que la famosa frase "vivo o muerto, usted se viene conmigo"- y las apariciones del Samuel L. Jackson en su versión chunga del programa de Ana Rosa, diciendo que América es estupenda y que si no compramos los productos OmniCorp somos unos rojos de mierda y ganan los terroristas). Dicho esto, creo que la película original es quizá más un peso que una ayuda para este filme, que se podría haber titulado perfectamente (y de hecho, quizá hubiese sido hasta preferible)
El superpolicía biónico de un futuro cercano, y hubiera dado lo mismo. Por supuesto, carece de la visceralidad, incorrección política, nivel de bizarrismo y mala leche de la película original, una mezcla de feroz sátira anticapitalista y cine de acción policial, para contarnos más bien una historia de ciencia-ficción en plan Frankenstein con unos científicos un poco locos (sólo un poco) tentados por el poder y de unos empresarios capaces de vender a su propia madre, pero nada que no veamos casi a diario en cualquier reunión de la CEOE. Será que estamos curados de espanto, ya a estas alturas. Si el mensaje de la película original era que el capitalismo deshumaniza a las personas, en esta parece ser más bien que la tecnología (en malas manos, por supuesto) es quien las deshumaniza. Por demás, se llega a hacer aburrida y pesada en varios momentos (se tiran casi la primera hora de película para contar la creación -sin tampoco contar realmente nada- de RoboCop, y a partir de ahí, a éste de pronto se le cruzan los cables y le da por pasarse el resto de la cinta yendo de acá para allá investigando el atentado contra Murphy). Joel Kinnaman no acaba de convencer ni como Murphy (no hay una escisión clara de ambos personajes, como ocurría en el filme de Verhoeven), ni como RoboCop (un RoboCop que empieza la historia razonablemente bien para ir acabando conforme ésta va avanzando y el pobre Gary Oldman -con pinta y ademanes de profesor de instituto a punto de jubilarse- le va haciendo más y más perrerías a instigación de un mefistofélico Michael Keaton -en plan ejecutivo listillo y gilipolllas integral, que te cae ciertamente antipático, pero que no te da el grado de maldad que un personaje así requería- como una espuerta de gatos). Keaton es algo así como una especie de Santiago Calatrava de los
roboces, pero olvídense de ver aquí todos los sucios tejemanejes empresariales y la corrupción de la película de Verhoeven. Te cae más gordo que otra cosa, y lo peor es que todo lo ves venir de lejos. Oldman, como ya queda dicho, con pinta de profesor a punto de jubilarse, es el típico personaje que hace cosas malas contra su voluntad, que piensa que pueden ser buenas, pero que se acaban fastidiando (como una especie de Henry Frankenstein y Dr. Pretorius). Muy desaprovechado el personaje de Samuel L. Jackson, quizá lo más interesante -y desasosegante- de toda la película: una mezcla de telepredicador y presentador de teletienda con tendencias republicanas, alguien que podría votar al Trump ése, que da más miedo que un nublado. Todo el tema de la familia de Murphy me parece bastante mal llevado, casi como de telefilme dominguero de sobremesa. Con todo, hay unas cuantas referencias y apuntes visuales interesantes: el tema de El hombre de hojalata de El mago de Oz que se oye en varios momentos, los inquietantes cuadros de Bacon que cuelgan en el despacho del personaje de Keaton (y que entroncarían con la escena en que
el personaje de Oldman quita la carcasa de RoboCop para mostrar las cuatro tristes tripas que han quedado del pobre Murphy -como idea es sublime, pero el efecto, visto en imagen, resulta un tanto ridículo-: en uno y otro caso, es el hombre reducido a una víscera lo que se trata
). Bastante fuera de lugar esa especie de absurdo final feliz que han querido meter: la película debería haber terminado
en el momento en que Murphy/RoboCop queda tendido en la azotea del edificio después de haber disparado y sido disparado por Sellars: es absurdo que luego se reúna con su familia, porque Murphy es, en esencia, una especie de Monstruo de Frankenstein, y el Monstruo de Frankenstein es un personaje trágico
.
Bueno, se puede decir de esta película lo mismo que los fulanos ésos de la IFRA dicen de las armas: las armas no son malas, las armas no matan a la gente, a las personas las matan otras personas. Pues éso, ni la tecnología ni el capitalismo desenfrenados son malos, no destruyen a la gente. Lo que dañan y destruyen a las personas son otras personas que usan mal ésas dos cosas. Pues éso.