“QUE CUARENTA AÑOS NO ES NADA”
Sigo revisando películas de 1977. Esta vez se trata de dos films en francés, aunque uno de ellos está firmado por un aragonés universal.
Ese oscuro objeto del deseo (Cet obscur objet du désir), de Luis Buñuel (Bunuel en los créditos). Se trata de una adaptación muy buñueliana (que firma el guion junto a su habitual colaborador, Jean-Claude Carrière) de la célebre novela de Pierre Louÿs “La femme et le pantin”, que ya fue llevada al cine con anterioridad varias veces, entre otros por Josef von Sternberg con Marlene Dietrich en
El diablo es una mujer, o por Julien Duvivier con Brigitte Bardot en
La femme et le pantin. No he leído la novela (y no he visto la versión de Duvivier), con lo que no sé cuál de las dos adaptaciones, la de Buñuel y la de Sternberg, es más fiel, pero hay que decir que se parecen como un huevo a una castaña.
La de Buñuel nos cuenta la historia del enamoramiento de un maduro y atildado caballero, Mathieu (Fernando Rey, perfecto para el papel), por una joven de origen andaluz, Conchita (interpretada por dos actrices tan distintas como son Carole Bouquet y Ángela Molina). Cuando Mathieu se encuentra en la estación de Sevilla en el interior de un tren con destino a París aparece una joven con aspecto de maltratada (Conchita, con la cara de Bouquet) que le increpa por haberla dejado. Mathieu le lanza un cubo de agua por encima, para después contar a sus compañeros de compartimento el porqué de la extraña acción. Eso da pie a un largo
flash back que ocupa casi todo el metraje. Buñuel parece que utilice a una u otra actriz en función del clima de excitación sexual de la secuencia, como si Bouquet se transformara en Molina según el nivel del deseo de Mathieu. En el fondo, Mathieu será ese pelele (“pantin”) del título de la novela, un muñeco en manos de una mujer pobre, caprichosa y voluble, que parece solo interesada en sacar el máximo beneficio de ese viejo verde rico que se ha prendado de ella. La narración, además del juego de actrices, está trufada de detalles buñuelescos, como esos atentados terroristas que se suceden a lo largo del metraje, con la coda final en París, o ese saco que acarrea en un momento dado Mathieu, o ciertos detalles de erotismo malsano (esa faja con la que se cubre Conchita). También introduce una imagen cara a Buñuel: la de la encajera que nos recuerda el cuadro de Vermeer. Último film del de Calanda, demuestra que Buñuel en su madurez seguía en forma (aunque con los años tiendo a preferir su etapa mexicana).
Precisamente, la posible misoginia de la novela de Louÿs y del film de Buñuel, contrasta con la otra película del mismo año, ésta dirigida por Agnès Varda:
Una canta, otra no (L'une chante, l'autre pas), un film que creo que sin exagerar se puede calificar de combativamente feminista, eso sí, con esa especial dulzura, firme suavidad, de Varda. En este caso, se trata de la profunda amistad entre dos mujeres, Pomme (la que canta) y Suzanne (la que no) a lo largo de varios años. De una manera o de otra, ambas se verán en la necesidad de abortar y tendrán problemas en sus relaciones de pareja, optando por afrontar sus problemas mediante eso que ahora se llama el empoderamiento personal. Suzanne montará un centro de planificación familiar, criará a sus hijos como madre soltera (el padre se suicida) y acabará casándose con un hombre divorciado. Pomme llevará una vida más bohemia, cantando y bailando con un grupo ambulante, se casará con un iraní, pero decidirá volver a Francia, dejar a su hijo con el padre y criar otra criatura y regresar a la carretera con un grupo musical de chicas. Las canciones, todas ellas alusivas a la lucha de las mujeres por la igualdad y por la autoestima, tienen letra de Varda. Film delicado, luminoso, característico de la época (imaginaos lo que podía representar en la España de 1977 un film claramente feminista y que trata el asunto del aborto abiertamente), y que me da la impresión que a día de hoy sería impensable, y no porque la problemática que refleja haya desaparecido (aunque es obvio que algo sí se ha avanzado).