In the Line of Fire (Wolfgang Petersen, 1993)
Por algún motivo me dio ayer por revisar esta película, otra de esas que te sabes de memoria aunque hacía un tiempo que no la revisaba.
Parece que la idea partió del productor, Jeff Apple, a raíz de un recuerdo de conocer a Lindon B. Johnson rodeado de agentes secretos mezclado con la intriga del asesinato de Kennedy. Añado que siendo rodada en 1992, y estrenada en 1993, el tema estaba de moda por un lado por el 30 aniversario del asesinato y por otro por la película de Oliver Stone, JFK, que soltaba bastantes dudas sobre lo ocurrido aquel día.
Frank Horrigan (Clint Eastwood) es un agente bastante veterano del servicio secreto, lo suficiente como para estado aquel día de 1963 con Kennedy en Dallas. Ahora trabaja en asuntos alejados de la protección del Presidente hasta que investigando una de las múltiples posibles amenazas hacia el actual se da cuenta de que en este caso puede ir en serio. El asunto se confirma cuando el amenazante, Mitch Leary (John Malkovich) contacta con él por teléfono. Horrigan usa sus contactos para entrar de nuevo en la protección personal del Presidente, algo que chocará con su edad, con su joven jefe pero que le permite seguir de cerca el caso al tiempo que Leary sigue contactando con él e intenta ligarse a la agente Lily Raines (Rene Russo). Los avances en el caso permiten al servicio secreto dar con la identidad del amenazante aunque no es hasta el final cuando Horrigan ata cabos y consigue detener el disparo que Leary realiza en una cena benéfica en Los Ángeles.
Siempre me ha gustado y anoche mantuve esa idea. Frank Horrigan responde también a ese cuadro que el propio Eastwood cimentó en Dirty Harry y que solemos ver en el cine de acción policial: agente solitario, con un pasado oscuro, separado, problemático pero de gran talento natural. Y por supuesto, choque con los mandos superiores y con las normas. Horrigan choca aquí con su jefe más cercano y con el de gabinete de la Casa Blanca aunque no con su jefe digamos natural, tal vez porque es quien mejor le conoce. El guión y tal vez Petersen consiguen que la película no sea víctima de esos tópicos ya que hasta cierto punto tienen sentido: Frank pide cambios muy complicados en una agenda como la del Presidente y su paranoia y edad son reales ya que tiene un fallo en un acto y termina enfermando debido a que no tiene el estado físico adecuado para el puesto. Una nueva salida de tono es la que le lleva, por segunda vez, fuera del alcance del Presidente y de rebote a resolver el caso.
Posiblemente lo mejor sea el equilibrio que consigue Petersen entre el habitual film procedimental con amenaza que investigar, el toque personal de la batalla entre Horrigan y Leary, y sobre todo el toque personal con un certero aire crepuscular sobre la figura del veterano agente: aunque 1993 nos quede ahora casi tan lejos como entonces 1963, Horrigan es de otra época, demasiado veterano para una amenaza de ese tipo y con la sombra de haber perdido a un Presidente en un día en el que saltaron muchas dudas sobre todo lo ocurrido en el tiroteo. Los avances en la investigación suponen nueva información para nosotros aunque ya sepamos que cara tiene Leary y como actúa, lo cual es narrativamente interesante. De esa forma el hecho de que los servicios secretos vayan bastante por detrás de Leary (tan sólo se acercan a él un par de veces y debido a las llamadas telefónicas) no implica que no podamos disfrutar de esas escenas ya que con ellas rellenamos el espacio que hay entre el Leary que hemos conocido y el que le llevó a su estado actual. Un asesino con un plan muy preciso, complejo y muy bien ejecutado, pese a que Leary muestra una innegable inestabilidad emocional en cuanto los avances en el caso permiten a Horrigan entrar en terreno personal.
Las charlas entre ambos sé que son otro de los fuertes de la película aunque a mi no me van demasiado: tienen ese punto malsano del amenazante tomándose el asunto como un juego en el que su rival se convierte en un problema pero a la vez en una necesidad, no dejando que le atrape pero a la vez dejándole migas para que siempre esté cerca. Una necesidad también de ser honesto con él o de entender que ambos se parecen aunque en ningún momento parece que Horrigan esté realmente afectado ni sabemos si Leary está en sus cabales. Mucho mejor es el dibujo de Horrigan como un agente que, pese a todo, vive con la misma calma con la que toca el piano en los bares.
Por cierto: viendo la escena inicial, la clásica de incógnito, sigo convencido de que Eastwood dispara (simula, claro) de una forma y nadie debe decirle nada. Es decir, es similar a Dirty Harry y sin duda es un estilo muy western, a una mano, sin demasiada flexión y, con perdón, pero un poco lento y poco creíble. Suerte que sólo es esa escena! (me imagino que Eastwood lo quería así y los directores no le decían o no podían decir nada.
Huelga decir que Eastwood y Malkovich aportan quilates en el resultado final y una mezcla curiosa de estilos, más tradicional en el primer caso, más metódica y moderna en el segundo. Russo, como siempre, es un valor seguro. Tiene un don para que te creas sus papeles o soy yo?
El guión ofrece diálogos habituales en este tipo de films pero hay una joya al final. Antes, Horrigan comenta que después de vivir en NY le gusta usar el transporte público. Más tarde, al final:
Frank, the president sent his limo for you.
I love public transportation.
Si algo tiene In the Line of Fire es una parte final vibrante, redonda: Horrigan es trasladado a la avanzadilla de la siguiente parada del Presidente, en San Diego, por lo que se dispone a dejar Los Ángeles (adonde el Presidente tiene una cena de gala en un hotel de lujo y donde Leary pretende matarle), y por una de aquellas casualidades da con la resolución de una pista que le llevará, finalmente, a obtener el nombre falso que ha usado Leary para colarse en la cena como un jefazo de una empresa tecnológica que aporta su dinero a la causa.
Horrigan regresa a tiempo (merced a un taxista que tiene pinta de verse motivado al ayudar al servicio secreto), entra en la cena, le dan la lista de los invitados y localiza a Leary en una mezcla de imágenes en las que vamos viendo como este monta su arma especial, diseñada y fabricada por él mismo con materiales que le han permitido el paso por el arco de seguridad. Horrigan se da cuenta de que Leary está a punto de disparar y se lanza a salvar, ahora sí, al Presidente recibiendo una bala por él.
Leary se lleva a un Horrigan herido leve (llevaba chaleco) a uno de los ascensores mientras Raines dirige a los tiradores de élite en su intento de acabar con la amenaza. Leary deja a oscuras el ascensor por lo que Horrigan usa el comunicador para hablar con Raines y poder decirle donde apuntar para terminar con la amenaza. Al final es Horrigan quien, en un forcejeo poco logrado (insisto, Eastwood es como
lento), deja a Leary listo para que se deje caer al vacío.
La escena:
La BSO de Ennio Morricone, muy clásica, es otro de los ingredientes esenciales de un film muy logrado por parte de Wolfgang Petersen.