Revisitada
Blancanieves y los Siete Enanitos, que creo, no volví ver desde que era una preadolescente...
Sé que se me va a odiar por decir esto, pero ¡qué mal ha envejecido esta película
!. Sí, ya sé. Es una película de finales de los años 30: normal que hoy se vea vieja (por no decir nada del machismo rampante o de lo gays que me han parecido los enanos
). Sí, tuvo una producción accidentada. Sí, hoy se considera un clásico. Pero es que tengo la sensación de que casi no he visto una película. Cosas importantes de la historia, o escenas dramáticas, apenas se explican: el grueso de la historia son numeritos musicales, animalitos monos, secundarios cómicos (que llegan a resultar un poco cargantes), princesitas perfectas y malas malísimas. Y Disney lleva más o menos con la misma fórmula desde esa época
... Y con éxito. Creo que es para que nosotros, como público, nos lo hagamos mirar. En ningún momento se explica qué pasa con los verdaderos padres de Blancanieves: su romance con el endulzadísimo y planísimo Príncipe (prototipo de las historias en plan Señorita Relimpia y Don Pasteloso), te lo tienes que creer porque sí; y en cambio, momentos tontorrones como la escena previa al descubrimiento de la chica por parte de los enanos o la fiesta nocturna están claramente estirados. También te tienes que creer que la azucaradísima princesa tenga alguna clase de poder mágico que se nos escapa: pues le basta un día y una noche en casa de los enanos para metérselos en el bolsillo. Una Princesa, por otra parte, a años luz de otras chicas Disney más interesantes, como Bella o Tiana... aunque tendrían que pasar casi cincuenta años para éso, que ya es otra historia...La Blancanieves de Disney (aunque se dice está inspirada en actrices como Janet Gaynor o Sylvia Sydney), me resulta terriblemente roma y plana -en todos los aspectos-, y cuya fascinación, me temo, no se llega a trasladar al espectador tan resabiado y postmoderno de hoy.
Con todo, tiene unas cuantas cosas que me han resultado muy sorprendentes, y es que junto a escenas muy ñoñas, muy dulzonas y muy cursis combina otras notablemente oscuras y hasta terroríficas. Casi todo lo relacionado con la Reina Mala y su alter ego, la Vieja Bruja, que, de lejos, es el personaje más interesante de la historia (su cripta subterránea, barca incluida, que me recuerda a la del Fantasma de la Ópera en la cinta de Lon Chaney, aunque ésta estaba notablemente más limpia y no tenía tantos esqueletos). La otra es, por supuesto, la gran maestría técnica de la película en una época tan remota. La calidad de la animación es más que notable en una época sin ordenadores ni tantos rollos tecnológicos como hay ahora, con detalles de una gran dificultad, como por ejemplo, el espejo mágico con esa especie de niebla que se mueve en su interior, que me pregunto cómo demonios lo hicieron.
A pesar de sus muchos peros, un hito histórico.