Bueno, pues ya que hablamos de terror gótico, pues por fin hoy he podido ver
Canción de cuna para un cadáver. Con ésta, intentaba Aldrich replicar el éxito de
¿Qué fue de Baby Jane?. Por razones evidentes no lo logró (la primera era tan memorablemente terrorífica como irrepetible), pero con todo tuvo cierta fortuna crítica (ganó varios premios y nominaciones) y recaudó en taquilla cuatro veces más de lo que costó. En manos de un Tenesse Williams, de un Richard Brooks, de un Manckiewicz... esta podría haber sido una obra maestra. En manos de Aldrich, es simplemente una película interesante... aunque demasiado predecible en su desarrollo y con un final feliz o algo parecido, que me parece francamente fuera de lugar. En efecto, por momentos no sólo recuerda mucho a su predecesora (pionera, dicen, en el subgénero que se ha dado en llamar
old hag horror), sino también a cintas como
Atormentada, de Hitchcock, o las dos versiones de
Luz que agoniza. Con guiños, incluso, a
El crepúsculo de los dioses. Con todo, merece la pena por su excelente reparto y la atmósfera francamente malsana y ominosa -plenamente encuadrable en el subgénero que se ha dado en llamar
gótico sureño- con que Aldrich relata la historia.
Nos van a contar la historia, con cierto trasfondo edípico, de Charlotte (Bette Davies), una
southern belle de familia bien, a la que su poderoso padre sobreprotege. Su prometedora juventud acabará de manera traumática, cuando su pretendiente, con el que pretende fugarse y además es un hombre casado, aparece brutalmente asesinado en el trascurso de una fiesta celebrada en el alocado trasfondo de los Estados Unidos de la época de la prohibición. El escándalo subsiguiente será de los gordos: a Charlotte se le culpará de la muerte, y pasará sola y amargada el resto de su vida en su fantasmal caserón, tras la muerte de su padre y la ruina de su familia, siendo considerada como una loca por todos. Sólo Velma (Agnes Moorhead), una leal y sufrida sirvienta, permanecerá a su lado. La vida de Charlotte puede cambiar drásticamente, pues las autoridades planean demoler la casa donde vive y poner en su lugar un puente. Desesperada, escribe a su prima Miriam (una Olivia de Haviland francamente inquietante) -a quien la vida le ha ido mejor y ahora vive en Nueva York- en busca de ayuda, pero la presencia de la prima servirá en gran medida para remover fantasmas del pasado y sacar a la luz viejas rencillas familiares. También andan por ahí el Dr. Bayliss (Joseph Cotten), con el que antes se entendía, y no se pudo casar porque entonces su familia era pobre, y Jewel Mayhew (Mary Astor), la viuda del pretendiente de Charlotte, que la culpa de todo lo ocurrido, y que aún estando enferma, arruinada y en las últimas, no tiene intención de perdonarla. La noticia del derribo de la casa llama la atención también de un par de periodistas, que deciden rescatar la historia del asesinato, que nunca se esclareció del todo. Sin embargo, nada es lo que aparenta...