Vida íntima de Julia Norris (
To Each His Own, 1946), de Mitchell Leisen
En el hilo que estamos dedicando a Elia Kazan hemos comentado estos días, con pasión, diversos aspectos de
Splendor in the Grass. Uno de ellos, sacado a colación por tomaszapa, es el carácter de dramón de la película, y la comparación que admite el melodrama kazaniano con las obras de otros insignes directores de melodramas, con Douglas Sirk a la cabeza. En la misma lista de maestros del melodrama (y, en este caso, también de la comedia) ha de figurar, sin duda, Mitchell Leisen, con especial mención para esta
To Each His Own (traducible por “a cada uno lo suyo”), que en español se tituló
Vida íntima de Julia Norris, bautizando de nuevo a la protagonista, Josephine “Jody” Norris (esplendorosa Olivia de Havilland), aventuro que quizá porque esto de Jody, que es como se la llama durante todo el film, podía parece una palabra malsonante.
La película parte de una historia original del habitual colaborador de Billy Wilder en aquellos años, así como de Lubitsch o del propio Leisen, Charles Brackett (también en tareas de productor para la Paramount), convertida en guion por él mismo con la colaboración del francés Jacques Théry, que también había colaborado con Leisen anteriormente.
Estos referentes (Wilder, Lubitsch, Brackett) ya nos dan una pista sobre lo que puede ser la película, una finísima obra de orfebrería melodramática, no exenta de algunas notas de humor elegante. Leisen era un director extraordinariamente sutil, que, sin forzar el relato, consigue cotas dramáticas que transmiten emoción a raudales. Advierto que la película se ha de ver con el pañuelo a mano, al que tuve que recurrir en más de una ocasión.
El film, perfecto en su engranaje (que hace que las dos horas de metraje pasen volando), se sostiene en especial gracias a la extraordinaria labor interpretativa de De Havilland. Si bien es verdad que era un tanto mayor para encarnar a la Jody joven (tenía unos 30 años en el momento del estreno), aunque no resulte inverosímil, en cambio encaja a la perfección en la caracterización de una Jody cuarentona y prematuramente envejecida.
De Havilland, después de tres años en el dique seco a consecuencia de su conflicto contractual con la Warner, ganó con justicia por su interpretación el Oscar a la mejor actriz (aunque desconozco las rivales, está claro que Olivia se merecía todo tipo de reconocimientos). Junto a ella, el resto del reparto cumple a la perfección, con el único pero ya expresado de John Lund, actor de origen noruego que debutó en este film, y que desarrolló una carrera cinematográfica más bien corta y discreta (según imdb, 28 largometrajes entre 1946 y 1962, entre los cuales destacan sus films con Leisen, para el que trabajo en otras cuatro ocasiones, y el film de Billy Wilder
A Foreign Affair). Como curiosidad, Lund, que encarna tanto al amante como al hijo de Jody, tenía cinco años más que Olivia de Havilland.
En resumen, ideal para quien tenga ganas de depurarse con una buena llantina. Llorar también puede ser un placer.