La loba humana (
She-Wolf of London, 1946), de Jean Yarbrough
Hace unos días nuestro admirado Alcaudón, incansable desde que se ha instalado en su ático bilbaíno, nos regaló una sesión doble dedicada a los licántropos (complementando así su comentario de
The Curse of the Werewolf, de Terence Fisher, publicado en el hilo de la Hammer). Su entusiasmo lobuno me ha llevado a hacerme con la novela de Guy Endore, que espero leer en uno de estos días estivales, y a revisar tanto
Werewolf of London, de Stuart Walker, como
The Wolf Man, de George Waggner. Reconozco que no tengo en demasiado aprecio el film de Waggner, aunque ocupa sin duda un lugar destacado entre los films de monstruos de la Universal, quizá porque Lon Chanet Jr. (acreditado aquí sin el Jr., lo cual es especialmente doloroso por comparación con su padre) me parece un pésimo actor, sobre todo en estos tiempos. Quizá con los años, su rostro envejecido y ajado por el alcohol le acabó modelando una máscara natural más creíble. Su hombre lobo es, por encima de todo, patético, y no solo porque lo sea el personaje (que lo es, normalmente, en todas sus variantes). Prefiero sin duda el film de Walker, mucho más bello y poético, con su nada disimulada aproximación al texto de Stevenson sobre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, aunque el supuesto Tibet de las escenas del inicio del film cantan por soleares.
Para completar la revisión, he vuelto a ver la más olvidada probablemente de las películas sobre la licantropía de la Universal, la pariente pobre, esta
She-Wolf of London dirigida por Jean Yarbrough. Yarbrough fue un modesto director de películas de serie B (lo supongo, porque en realidad solo he visto tres de su extensísimo catálogo), dedicado a la televisión a partir de los años 50. Aquí nos entrega una película que, más que a los otros films de la Universal sobre monstruos, me hace recordar los films producidos por Val Lewton para la RKO. Y en eso radica a mi modo de ver su gracia y su interés. Es cierto que no tenemos a Tourneur, Wise o Robson dirigiendo, ni a Nicholas Musuraca tras la cámara, pero, con todo, el film consigue cierto aire enfermizo y malsano, sin mostrar prácticamente nada, que crea la suficiente inquietud y extrañeza en el espectador como para garantizar una sugerente velada, mucho más si, siguiendo la máxima de Gracián, el metraje se reduce a una hora.
Reparto de actores poco o nada conocidos por sus nombres, aunque algunos de los rostros nos sean familiares (como el de Dennis Hoey, el inspector de policía), la película nos narra cómo una rica heredera, Phyllis (June Lockhart), se obsesiona en creer ser la mujer lobo que ha cometido diversos crímenes en la zona.
La trama acabará desvelando un caso más prosaico y humano de lo que se apunta inicialmente, pero lo hace dosificando los momentos de tensión y resolviendo el final con cierta elegancia. No es un gran film, pero si alguien se lanza a bucear en la filmografía licantrópica de la Universal, creo que vale la pena no olvidar este título.