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The Grapes of Wrath (1940) / Director: John Ford / Guión: Nunally Johnson (sobre la novela de John Steinbeck) / Intérpretes: Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine, Charley Grapewin, Dorris Bowdon, Russell Simpson, John Qualen.
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Grandiosa y sobrecogedora obra maestra de la historia del cine, Las uvas de la ira trata sobre la miseria humana (en sus diversos ámbitos) y la lucha infatigable y casi imposible por sobrevivir a ella.
Estamos en la época de la depresión, los años 30. Tom (Henry Fonda) regresa a su hogar tras cumplir su condena en prisión y se encuentra de bruces con la nada, el caos, la tierra desértica, como si una plaga bíblica hubiera arrasado las tierras. Tom, junto a un viejo conocido, antaño predicador, busca a la familia perdida, obligada a atravesar graves dificultades para subsistir. Tras el encuentro con los suyos, la familia de hambrientos y pobres desarraigados es conducida a abandonar sus tierras de toda la vida para emprender un viaje y buscar un futuro esperanzador como recolectores de frutas. El pesadillesco viaje, realizado sobre un camión destartalado, se cobra sus víctimas a lo largo del recorrido. La pobreza de estas gentes es absoluta, pero con tenacidad logran salir adelante a pesar de la precariedad de sus medios. La búsqueda de la tierra prometida transcurre por un camino sembrado de espinas que se asemeja al mismo infierno, dado que, a las durísimas circunstancias del desplazamiento y el dolor de ser errantes, se une la explotación de los empresarios, que aprovechan la situación de extrema necesidad de las clases bajas para abusar más allá de todo límite y ofrecer sueldos que ni siquiera permiten la subsistencia, aplacando cualquier revuelta con el instrumento de la violencia y la amenaza.
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John Ford reduce a cenizas cualquier acusación de conservador y reaccionario dirigiendo una de las películas más crudas, lúcidas, contundentes y emotivas del cine social y político de todos los tiempos. Porque esta joya cinematográfica, que se mantiene increíblemente fresca más de 65 años después, es un drama modélico que roza la más absoluta de las perfecciones. Su retrato de, como decía antes, la miseria no puede ser más eficaz: el hambre, la pobreza y la carencia de un destino u hogar se unen a la podredumbre moral de unas clases privilegiadas que exprimen, ahogan y pisotean sin piedad a esos desfavorecidos dispuestos a todo con tal de seguir viviendo.
Cuando uno ve Las uvas de la ira, queda impresionado con la plasmación hiperrealista (atención a la fotografía expresionista de Gregg Toland) de un mundo sin esperanza ni consuelo por el que pululan personajes al borde del abismo de la muerte y la destrucción. Sin embargo, y es aquí donde residen los mayores méritos de la película, los personajes salen a flote a pesar de los desgarradores sucesos mediante el ímpetu por no darse por vencidos. Unidos hasta el final y resignándose a los que quedan por el camino, resulta conmovedora la solidaridad y generosidad que siempre lucen por muy infranqueables que parezcan los obstáculos. Y por supuesto, estos personajes, retratados con mano maestra, son encarnados por espléndidos actores, capaces de dotar de una asombrosa credibilidad a sus roles y generar que el espectador se identifique con ellos desde el arranque.
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Por si fuera poco, Ford elude cualquier sentimentalismo facilón y aboga por la dureza de unos seres que, pase lo que pase, guardan la compostura y la dignidad. Todos y cada uno de esos momentos trágicos y melodramáticos son tratados con una lírica fascinante, contenida y amarga, sin incurrir jamás en molestas concesiones lacrimógenas o cursis. Incluso el desenlace dista de ser feliz, de forma que mantiene una coherencia de hierro con el tono áspero de una película que es una lección de vida, que deslumbra con el revolucionario y rebelde discurso final de un monumental Henry Fonda. El que vino, se va, cerrando el círculo abierto, huyendo del soñado Edén y consagrando su vida a la lucha por los derechos y la batalla contra la tiranía.
Simplemente… perfecta.