Cita:
Se cumplió el guión tal y como lo había previsto. Sin sorpresas. Me perdí el primer tiempo del partido contra el Athletic y no pude ver el gol de Agüero. Éramos pocos, muy pocos, y si la concentración de la Plaza de la Villa llega a tener alguna repercusión mediática, será anecdótica. Pero en algo me equivoqué. Pensé que el encuentro no serviría para nada y fallé.
Sé que muchos de los presentes estarán tristes, desanimados y deprimidos por la poca respuesta de la afición. Yo, al contrario, estoy sorprendida de ver tanto amor por el Atleti en tan pocos metros cuadrados.
Éramos pocos, muy pocos. Tan pocos que al principio casi había más policías que manifestantes, tan pocos que según íbamos llegando nos mirábamos con timidez, tan pocos que nuestros gritos quedaban ahogados por el ruido del tráfico de la calle Mayor. Éramos tan pocos que, tras las palabras de los organizadores, tuvimos que hacer una fila india para sujetar las pancartas, enormes por su extensión, pero también por su contenido. Y así, de uno en uno, partió la caravana rumbo al Vicente Calderón.
Y al ver esa larga línea arropada por pancartas irrumpiendo en la Plaza Mayor ante el asombro de turistas despistados me di cuenta de lo que era: una cordada.
Uno de los mejores montañeros del mundo, Alberto Iñurrategui, escribió un poema tras la muerte de su hermano en un altísimo pico del Himalaya. En su homenaje, Alberto le decía a Félix que “uno es menos que uno y que dos son dos y medio”. Sólo quería decirle cuánto le echaba de menos en sus nuevos desafíos y lo importante que es cada miembro de la cordada.
Y eso pensé yo ayer. Cada uno de los cien atléticos que caminábamos por la calle, al amparo de una pancarta, que nos sujetaba a nosotros, éramos los miembros de una gran cordada. La cordada de la ilusión, de la lucha, de la rebeldía, del orgullo y de la esperanza. Y como en cualquier expedición montañera, todos, los cien, éramos igual de importantes. Porque luchábamos por un mismo objetivo, por alcanzar la misma cumbre.
Cada uno de nosotros, por separado éramos menos que uno. En pareja, en grupos, unidos por esa cuerda invisible tejida de ilusión, muchos más de cien.
Y yo hice cumbre. Cumplí con mi propósito de mostrar mi descontento ante la realidad del equipo que me late por dentro.
Quizás los organizadores tengan ahora que plantearse otras medidas para que no muera el “espíritu del 26”. Es su turno para hacer un balance sincero y real y poner las alternativas sobre la mesa: Plantearse otro tipo de fechas, otra forma de movilizarse, organizar un grupo de presión mediática, buscar el apoyo de personas relevantes en la historia del club. Que sé yo…
Hoy, contentísima por la victoria en San Mamés, no quiero hablar de fútbol. Porque las victorias, los goles o el buen juego no hacen más que darnos alas en el reencuentro con nuestro Atleti campeón. Y en ese reencuentro sobran los responsables de todo lo que ha pasado en los últimos diez años.
Esta directiva no va a liberarnos de querer a nuestros compañeros de cordada, los que estuvieron físicamente y todos los que de alguna forma han alentado y hecho posible esta marcha. No queremos que nos libren del cansancio de la escalada porque la cumbre es un Atleti sin ellos y porque cada vez que superamos una nueva arista les estamos diciendo un poco más fuerte: “que se vayan, que se vayan de una vez”.