¿Sangre roja? ¡Decía la verdad! No era de este mundo.
Cavar, cavar y cavar... Dejo la pala a un lado. ¡Imposible! Sobre la cubierta del ataud vacío, una nota. "Enseguida vuelvo."
¡Está furiosa! Un platillo volante... ¡puedo ver las estrellas! Ojo morado. Esta cocina es un peligro.
El alienigena bulboso de siete ojos me mira. Le devuelvo la mirada. Silencio incómodo. Sin nada que decirnos, seguimos nuestro camino.
La gigantesca flor carnivora de Tacnos Retorus se acaba de comer a Iris. Que pétalos de cristal brillante líquido ni que niño muerto. Estos poetas son todos iguales.