A mí también me ha gustado, sin pasarse, pero está guay para unas palomitas y olvidarla antes de que acaben los créditos. ¿Una palabra? ÁGIL. Y le sienta muy bien ese ritmo que mantiene el interés sin apenas descanso, junto con momentos de especial espectacularidad.
Es una película que Guy Ritchie ha hecho con el manual de estilo de Guy Ritchie en la mano. Parece que ha optado por plasmar directamente el imaginario colectivo de películas de fantasía épica, con mucho cgi, rayando el plagio, porque él personalmente no tenía mucho que aportar al género, en el que es un completo extraño. Sin embargo, estuvo siempre pendiente de aprovechar cada ocasión en la que podía “hacer lo suyo”, lo que sabe y lo distingue, especialmente en esos rápidos montajes que resumen de manera más sugestiva algunas elipsis o momentos en los que, sencillamente, no quería pararse. Y a mi juicio a veces es muy certero, por ejemplo, con la infancia de Arturo, que consigue contar de manera estimulante sin que, por mi parte, denote signos de desgaste en aquellas formas que sorprendieron en los inicios de su filmografía. Tampoco deja que se nos olvide su mano con otros “toques” como la cámara pegada al rostro de los que corren perseguidos por las calles de Londonium. El efecto general es el de una película llena de “moderneces”, a menudo impostadas, pero que si entras en su juego te mantiene atento y disfrutando.
En cuanto al CGI en sí, yo lo que más acuso son esas batallas a espada en las que el protagonista se ralentiza y acelera con giros de cámara imposibles. Ni me convence la idea ni el resultado técnico, donde “canta” demasiado la artificiosidad. De hecho, esas son las escenas donde el aire de videojuego aparece y molesta, que se ha criticado bastante, pero yo no veo más allá de lo mencionado. En cuanto a criaturas y demás, lo considero suficientemente bien resuelto, teniendo en cuenta al alto nivel actual.
Charlie Hunnam confirma valía para el papel de héroe, capaz de sumar ese “algo más” que se necesita para no quedar como un maniquí vacío. Aquí lo considero un acierto de casting, está muy bien. Jude Law, me ha sorprendido cuánto encaja en el rol de malo, que parece que sea lo natural cuando yo siempre le he visto en papeles muy diferentes a esto. Es siniestro y su actuación luce en pequeñas escenas, como sus sufridos sacrificios familiares, porque es un buen actor y su presencia aquí no es baladí. Obviamente esta película de acción y fantasía veraniega, no es de grandes papeles donde lucir complejidades interpretativas, pero cumple perfectamente con lo que podemos pedir en esta clase de producto. En los secundarios encontramos grandes rostros del cine y la televisión, pero como es habitual, están muy por encima de lo que el guion les permite. Suelen ser estereotipos de género, pero especialmente me duele lo desaprovechado que está Aidan Gillen (Petyr Baelish, alias “meñique”, en Juego de Tronos), que me hace pensar que la supuesta franquicia le deparaba algo con un poquito más de enjundia. También merece la pena mencionar a Astrid Bergès-Frisbey (“Orígenes”, Mike Cahill, 2014), aunque no es nada del otro mundo, pero su rostro encaja como un guante con el místico personaje que interpreta, y también intuimos que se hubiera lucido más en un futuro.
En cuanto al arco argumental y el despojo de elementos inherentes a la leyenda conocida, es evidente que se reservaban cada uno de los episodios más famosos para las futuribles entregas. Faltan Ginebra, Lancelot, Morgana, Merlín, el Grial… Y aquí nos dejan con el ineludible origen de la espada liberada. Realmente es muy poco para buscar en esta producción una nueva heredera de anteriores adaptaciones, pero si somos benévolos juzgándola al margen, como simple blockbuster, es cuando gana bastante. Eso sí, es de agradecer que la cinta cierra su historia perfectamente, y que en sí misma no hace pensar en la necesidad de más continuaciones. Por otro lado, es fácil que algunos conceptos o decisiones rompan por completo con la ambientación que le presuponemos, ya desde el inicio con esos “olifantes” tan fuera de lugar, que a mí tampoco me gustó.
La fotografía está bastante bien, con un grande como John Mathieson, sobradamente acostumbrado a grandes producciones de marcada identidad (“Logan”, “X-men: Primera Generación”, el “Robin Hood” de 2010, “El Reino de los Cielos”, “El fantasma de la Opera”… ). A la altura de las pretensiones de una película de 175.000 dólares, que además quiere jugar la baza de “rompedora”. La banda sonora llama la atención, y conmigo ha tocado los resortes adecuados. El compositor Daniel Pemberton ya trabajó con Ritchie en “Operación U.N.C.L.E”, y le coge el pulso perfectamente a esta revisionista adaptación con claras intenciones anacrónicas, es pos de sentirse nueva y vigorizada. Así, además de sonidos étnicos en forma de melodías celtas o percusiones primitivas con coros femeninos, suenan temas electrónicos, rock o hip hop, que dan aún más dinamismo al cóctel. En lo que se refiere al diseño de producción, resulta cumplidor sin ganarse un calificativo mejor, pues decorados, utilería o incluso vestuario, no hacen más que pasar desapercibidos sin buscar resultados más meritorios.
Defectos hay a patadas, pues muchas cosas pueden no gustar. Y por supuesto que el Sherlock Holmes del director fue mucho mejor, con resultado de más empaque, y donde sus piezas hallaban un equilibrio más que interesante entre Conan Doyle y Guy Ritchie. Esta película cabreará a los acérrimos de las leyendas artúricas, pero debería gustar al espectador casual que solo quiere algo con cierta emoción para desconectar, ya que no es realmente mala por no ser lo buena que podría haber sido. De hecho, los aciertos, que hay unos cuantos como lo que concierne a la dama del lago, hacen pensar en lo mucho mejor que podría haber sido esta extraña mixtura. Aquí no hay aire de cuento, ni por supuesto nada parecido al espíritu evocador de las leyendas artúricas vistas antes. Y aunque yo hago hincapié en sus bondades, me es imposible negar que es fallida con respecto a sus intenciones, cosa que sus productoras ya tienen claro.
Sin embargo, es una película que se puede disfrutar, que te mantiene expectante hasta el final, y que a mí personalmente no me irrita como otras muchas propuestas destinadas igualmente a romper la taquilla. Te lleva de una cosa a otra ágilmente y no decae. Quizás no cuaje del todo, pero algo de gusto sí que hay. Y, lo chocante del fondo con la forma, refresca. Por tanto, yo recomiendo echarle un vistazo teniendo claro que no es un peliculón, ni tiene la magia y romanticismo de las antiguas historias de caballería. Y, si no es demasiado pretencioso por mi parte, recomiendo a todo el mundo olvidarse un poquito de buscar experiencias sublimes, y apreciar cosas sencillas como esta película (entiéndase lo de “sencilla” en cuanto a resultados, claro). Es muy fácil pasártelo bien con ella, en serio. No diría a nadie “¡no puedes perdértela!”, o “¡está genial!”, ni me la compraré, pero sin efusividad: me vale.
Un saludo a tod@s.