“Si un regalo no supone sacrificio, ¿qué clase de regalo es?”

Se dice que cuando dos personas se aman, siempre hay una de ellas más fuerte que la otra, y es precisamente la más débil la que ama sin mesura, la que se entrega de todo corazón. Cristalizada ironía que modela la fuerza, la seguridad y la arrogancia en cobardía, en temor a las heridas, en miedo a disfrutar de lo mejor de nosotros mismos. Después, en los ocres claroscuros del Apocalipsis aflorará sin remedio el remordimiento para torturarnos con el pudo ser.
Si amas el cine de Tarkovski no tienes opción: nuestro atávico instinto de protección nos dicta, irracional, para protegernos, nos alerta y nos acoraza porque no hay, no puede haberla, respuesta equitativa, reflejo dimensionado para su generosidad, ética y estética, los dos pilares sobre los que se sustenta la verdadera creación artística. A la manera del amante egoísta que mide cuidadosamente sus sentimientos, que suple su falta de afecto con el exceso del ajeno para mantener su estabilidad, como la esposa afronta su relación con Alexander en “Offret”, así nos enfrentamos a la obra de arte que nos conmueve y nos desconcierta, con admiración pero también con recelo, no vaya a lastimarnos (desarmarnos). Porque no existiría la belleza si no hubiese fealdad.
Como ese otro hermoso icono de sabiduría cinematográfica (con el que comparte no pocas cosas), “Ordet” de Dreyer, “Offret” se articula y expande a partir de lo maravilloso, de lo excepcional, de lo raro, de ese poderoso anhelo apropiado por todas las religiones, manoseado por todas las iglesias, sometido y cercenado por lo tanto, al que denominamos “fe”. Fe en el amor, en su cualidad catártica capaz de obrar milagros, capaz de propiciar la caída del ángel maligno por mediación de una hechicera redentora.
Congratulémonos todos una vez más. En un mundo de descreídos, en una época en la que el silencio es inaceptable, en estos tiempos que corren en los que cada vez hablamos más para decir cada vez menos, en los que la palabra (otra vez “Ordet”) carece de valor, tener la oportunidad de contemplar una obra como “Offret” es un precioso regalo legado con infinito amor por un padre a su hijo poco antes del fin de sus días, a modo de elegía circular sobre la esperanza, que comienza con un travelling ascendente sobre un lienzo de Leonardo da Vinci hasta encuadrar el denso follaje de un árbol y termina con otro travelling, igualmente ascendente, de otro árbol, seco, hasta encuadrar sus ramas desnudas que algún día, sin duda, florecerán, aunque solo sea por el particular deseo de un niño.