El chico, de 13 años, estaba sentado en su hogar californiano, con los ojos fijos en el ordenador. Nunca había estado entre los chicos más populares y hacía mucho que había recurrido a Internet para encontrar los amigos que anhelaba. Pero aquel día la fascinación de Justin Berry por el ciberespacio iba a cambiar su vida.

Unas semanas antes Justin había instalado una cámara en su ordenador (webcam) con la esperanza de poder relacionarse con otros chicos. Sin embargo, los únicos que habían respondido eran hombres que se comunicaban con él por mensajería instantánea mientras contemplaban su imagen. Para Justin no eran más que unos amigos que le halagaban y le hacían regalos.

Una tarde de 2000, uno de sus espectadores le envió una propuesta: estaba dispuesto a pagarle 50 dólares si posaba sentado frente a su webcam, con el torso desnudo, durante tres minutos. El hombre explicó que Justin recibiría el dinero de forma inmediata. Justin se quitó la camiseta. "Pensé que, al fin y al cabo, me quitaba la camisa gratis en la piscina", explicaba hace poco; "¿cuál era la diferencia?".

Así comenzó la vida secreta de un adolescente al que engatusaron para vender imágenes de su cuerpo en Internet durante cinco años. Este alumno brillante y aficionado al fútbol se vio arrastrado a ofrecer un espectáculo delante de la webcam -desnudarse, ducharse, masturbarse e incluso tener relaciones sexuales- para un público de más de 1.500 personas que le pagaron en esos años cientos de miles de dólares.

La siniestra historia de iniciación de Justin es un efecto secundario de los recientes avances tecnológicos. Hay menores que crean, muchas veces bajo el patrocinio de adultos, páginas pornográficas de pago en las que colocan sus propias imágenes. Y lo hacen desde la intimidad de sus hogares, con los padres al otro lado de la puerta. El negocio ha producido la aparición de estrellas juveniles de la pornografía en Internet, con apodos como Riotboyy, Miss Honey y Gigglez, con cuyas imágenes se sigue comerciando en la Red después de que las páginas hayan desaparecido. En este mundo, los adolescentes anuncian los horarios de su próxima masturbación para los clientes que pagan por actuación o por una suscripción mensual.

Una investigación realizada por The New York Times durante seis meses sobre este rincón de Internet ha descubierto que estos sitios han ido surgiendo sin llamar la atención de la policía ni las organizaciones de protección del menor. Aunque los expertos de dichos grupos dicen que ya habían observado una avalancha de imágenes ilícitas, tomadas por los propios adolescentes con una webcam, no conocían el desarrollo de páginas en las que los menores venden imágenes de sí mismos. Algunos niños se convierten en mercancía pornográfica sin darse cuenta e incluso sin saberlo. Algunos adolescentes se desnudan ante su webcam por broma, o como un regalo al novio o la novia, y luego se encuentran con sus imágenes colocadas en páginas pornográficas de pago. Una página web presume de tener 140.000 imágenes de "adolescentes en braguitas, ante sus webcams de adolescentes".

No se conoce la dimensión de la pornografía infantil a través de webcam, porque es un fenómeno nuevo y clandestino. Pero Justin Berry no está solo, ni mucho menos. Un portal de la Red que anuncia páginas webcam de pago, muchas de ellas pornográficas, enumera un mínimo de 585 páginas creadas por adolescentes. Una consecuencia de las indagaciones del periódico es la puesta en marcha de una investigación criminal a gran escala.

En junio, The New York Times localizó a Justin Berry, que entonces tenía 18 años. En diversas entrevistas, Justin reveló la existencia de un grupo de más de 1.500 hombres que pagaban por sus imágenes en la Red, además de pruebas sobre otros menores identificables, incluso de 13 años, que estaban siendo explotados.

El periódico obtuvo los nombres y los datos de las tarjetas de crédito de las 1.500 personas que pagaron a Justin para que actuase ante la cámara, y analizó los antecedentes de 300. La mayor parte de esta muestra ha resultado estar formada por médicos y abogados, hombres de negocios y profesores, muchos de los cuales estaban en contacto con menores.

The New York Times convenció a Justin para que dejara el negocio y contribuyera a proteger a otros chicos en peligro, para lo cual le ayudó a ponerse en contacto con el Departamento de Justicia estadounidense. Las detenciones y acusaciones contra los adultos a los que identificó como proveedores y traficantes de pornografía comenzaron en septiembre.

"El hecho de que estemos deteniendo a tantos posibles implicados, personas que han pagado de forma consciente por entrar en una página web de pornografía infantil, puede llevarnos a centenares más de individuos y quizá salvar a cientos de niños de los que aún no sabemos nada", explica Monique Winkis, una agente especial del FBI que trabaja en el caso.

Fuentes de la policía dicen también que, con la cooperación de Justin, han logrado tener una guía para descubrir este sector oculto. "No quería que esa gente hiciera daño a ningún chico más", explicaba recientemente Justin. "No quiero que nadie más tenga la vida que he tenido yo".
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Joder, cómo está el mundo :>:

Hay chicos/as que por dinero harian cualquier cosa, pero lo dicho, que con 13 años, tanto si se masturba, enseñas tus partes en su webcam, es porque quiere, nadie le obliga :!