No iba por nadie en particular porque, cuando lo he escrito, no recordaba quién lo había mencionado (en la misma línea, también se nos ha recomendado hacernos franciscanos y retirarnos a un monasterio). Pero, puestos a no sacar las cosas de contexto, no nos quedemos en lo anecdótico (el ruido) obviando el fondo de la cuestión: la desmesura y la desproporción entre la trascendencia de un hecho y la importancia que se le da.
También se incide una y otra vez en que hay otras celebraciones masivas acompañadas de ruido. Efectivamente las hay. Y personalmente también me resultan desconsideradas y desagradables, como toda agresión impuesta a los demás en razón de una tradición o de una celebración personal o de determinado colectivo. Y el que pervivan unas costumbres incívicas ancestrales no otorga carta de naturaleza a otras que quieran establecerse. Lo escribí antes y lo repito: da igual que sea por el fútbol o por el festival de Eurovisión o porque le den un Oscar al sr. Pérez. Se puede entender que a algunos les pueda satisfacer por un sentimiento de co-participación (aunque me sigue resultando extraña la identificación en razón de fronteras geográficas), pero desconcierta la importancia que se le otorga.
En cuanto a sacar frases de contexto, es difícil malinterpretar ésto cuando se está hablando de ruido:
"Chico como me dijo una vez mí antiguo profesor de lengua:
Vete al monte, cómprate una casa, vaca y córtate las orejas.
Todo sea dicho desde el más absoluto de los respetos", pero si ha sido así, estoy abierto a otra interpretación.
Aunque las peculiaridades de la celebración se desvíen un poco del tema central y personalmente no me suponen demasiada molestia, podemos buscar en el foro hilos sobre la Navidad o la Semana Santa, por ejemplo, y encontrarás que siempre he mantenido el mismo criterio respecto a las celebraciones masivas y sus consecuencias.
Siempre he opinado en contra de que venga impuesta la alegría, el recogimiento o la celebración a fecha fija, según lo estipule la tradición, la religión, el comercio, los poderes públicos o el grupo de turno. Me parece que el humor y las ganas de celebrar son propias de cada uno y que nadie debe imponer a otro un duelo o un festejo. La dinámica de fastidiarse mutua y equitativamente no me parece una solución deseable (hoy me fastidio yo con la procesión, mañana te fastidias tú con la Navidad, pasado nos molesta el vecino con la feria, etc), no creo que sea la tendencia aconsejable para convivir con cierta armonía. Por supuesto, eso no excluye la alegría o la conmemoración: ¿Conciertos de rock, ferias, botellones, competiciones, etc? Sí, en los recintos habilitados para cada actividad. ¿Desfiles religiosos? Sí, dentro de los templos. No veo la imperiosa necesidad de tomar la calle cada vez que un grupo de personas se sienta eufórica o conmemorativa por alguna razón, y el que no esté de acuerdo que se chinche o se mude. ¿Que cada vez funciona más de este modo? Cierto. Pero discrepo de que deba ser así. En este país tenemos una normativa contra el ruido (perdón, la contaminación acústica) y 365 excepciones al año para poder vulnerarla.
Dejando ya los ruidos aparte, es verdad que se ha empezado por criticar la desmesura de la celebración (o más bien por conceder tanta importancia a un logro deportivo) pero, por una u otra razón, se ha acabado por tildar de antipatriotas y traidores a los que hemos mantenido esa opinión. Argumentas que "en el hilo del Mundial no se ha criticado a quien prefiere leer un buen libro", pero ¿qué se podría achacar a un señor que se queda en su casa leyendo y no le da más importancia pública a tal acto que la que tiene?
Tienes razón en que ver y disfrutar un partido de fútbol no tiene absolutamente nada que ver con la insensibilidad social o, dicho de otra forma, que en ese sentido es equivalente a asistir a cualquier otro espectáculo o a leer un libro o a construir una maqueta, por ejemplo. Para mí la única diferencia, insisto, estriba en la trascendencia que se le concede y a la irritante generalización con la que se engloba a toda la población en esa consideración de haber alcanzado "el sueño de todos los españoles" (algo que también ocurría, por ejemplo, cuando Indurain ganaba los Tours).
Puede haber una gran mayoría de aficionados al fútbol, pero no son (somos) todos los españoles, como se repite una y otra vez. No somos todos, ni ganar el Mundial era nuestra máxima aspiración. Como decía U-Alex en el primer post, también hay otros a los que no nos importa en absoluto lo que hagan los futbolistas. Del mismo modo que no a todos los españoles les interesa Eurovisión, o no a todos nos gustan los toros, el flamenco o La Pantoja. Y me parece que está bien señalar que existe la diferencia y que también hay que respetarla, y que una mayoría no debe imponer una homogeneidad, ni hablar en nombre de los demás por el simple hecho de ser más numerosos. Que hay que preservar la libertad individual con la que cada cual pueda decidir cuándo y por qué alegrarse (incluído el fútbol, por supuesto), no cuándo tomarse la revancha para molestar al vecino o implantarle una afición ajena.
Con todo, a mí me gustaría comprender mejor el fenómeno masivo, aunque creo que me voy a quedar con las ganas. Quizás lleva razón Hallowed cuando dice que "Es fútbol, es deporte, es masa. Es apagar el cerebro durante un rato, evadirse de los problemas y preocupaciones y participar en una felicidad y euforia colectivas. Nada más". Lo que pasa es que muchos, en lugar de definirlo con esa normalidad de un pasatiempo, de un espectáculo como tantos otros para desconectar de los problemas cotidianos, parecen vivirlo como algo mucho más importante, trascendente, y que ilumina a todos los habitantes de una nación. Y ahí es cuando dejo de comprenderlo.