Durante la Segunda República la segunda productora en importancia, por detrás de la casi infalible Cifesa, fue Filmófono.
La marca creada por Ricardo María de Urgoiti, hijo de un empresario periodístico y pionero él mismo de la radio en España, se dedicó a la distribución, a la exhibición y al cineclubismo antes de encargar la gestión de su productora a Luis Buñuel. Éste contó con un equipo estable en el que estaban Eduardo Ugarte, yerno del sainetero Carlos Arniches, el operador José María Beltrán, el músico Fernando Remacha…, dando su primera o segunda oportunidad a directores que harían carrera en la posguerra como José Luis Sánez de Heredia o Luis Marquina.
Es fama que Buñuel elegía los asuntos por su populismo, mantenía férreos planes de trabajo –no en vano había pasado por Estados Unidos en los inicios del sonoro- y no dudaba en inmiscuirse en el rodaje cuando las cosas no se hacían a su gusto.
-A esto hay que echarle más mierda sentimental, ¿oído? Que tiene que ser un éxito de público.
Y ahí es donde entra en juego la popularidad de estrellas como Carmen Amaya o Angelillo, auténticos fenómenos de público en su momento, pero también un plantel de secundarios excepcional procedente del teatro popular como el infalible Freyre de Andrade, el desternillante Luis Heredia o la comediante Luisita Esteso.
Aunque después de la guerra la marca Filmófono siguió funcionando ajena ya a las inquietudes de Urgoiti, y éste realizó una película más con Angelillo en el exilio argentino –Mi cielo de Andalucía (1942)- el corpus de la productora se reduce a cuatro títulos de largo metraje entre 1935 y 1936, antes de que la Guerra Civil truncara toda oportunidad de consolidar la línea de producción iniciada.
Los cuatro títulos son:
Don Quintín el amargao (Luis Marquina, 1935)
La hija de Juan Simón (José Luis Sáenz de Heredia, 1935)
¿Quién me quiere a mí? (José Luis Sáenz de Heredia, 1936)
¡Centinela, alerta! (Jean Gremillon, 1936)
Tres de ellos fueron editados por Divisa en la colección “Filmoteca Española” en 2002.
Don Quintín el amargao (Luis Marquina, 1935)
Al modesto parecer de uno, la mejor película del ciclo. A Buñuel debió satisfacerle la historia de este energúmeno que cree adúltera a su esposa y, demasiado tarde, intenta recuperar a su hija, porque la rehizo en México con el título de La hija del engaño (1951).
La hija de Juan Simón (José Luis Sáenz de Heredia, 1935)
Un soberano dramón, concebido por el arquitecto bilbaíno Nemesio Sobrevila, el de Al Hollywood madrileño, al que Buñuel apartó de la dirección por su afán perfeccionista que ralentizaba el rodaje. Lanzó al firmamento de las estrellas hispanas a Angelillo y a Carmen Amaya.
¡Centinela, alerta! (Jean Gremillon, 1936)
La niña Mari-Tere, una de los cientos de clones de Shirley Temple, había protagonizado ¿Quién me quiere a mí? (1936), de José Luis Sáenz de Heredia, una comedia tirando a reaccionaria sobre el divorcio. Aquí es la hija de Candelas, madre soltera por la tropelía de un señorito crápula, que encuentra un amor puro en el cancionista “Angelillo” y un ángel guardián en el gracioso Tiburcio (Luis Heredia). Pese a la fecha del estreno (12 de abril de 1937) y su marcial título, el argumento no tenía nada que ver con la guerra; simplemente, Candelas se encuentra con sus compañeros cuando ambos están haciendo el servicio militar. O sea que, como en René Clair, se trata de las “maniobras del amor”.
No voy a venderles ninguna moto. La calidad de partida de las tres es bastante pobre, porque las reproducciones se han realizado a partir de materiales de segunda generación en el mejor de los casos, al haber desaparecido los negativos originales. Pero su valor testimonial es inapreciable.
En los cibercomercios aparecen como descatalogadas, pero en el Rastro madrileño las han visto estos ojos que se han de comer los gusanos a tres euritos de nada.
los títulos marcados enlazan con las capturas, don venerando