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Tema: 2012, Centenario de la muerte del escritor Bram Stoker (creador de Drácula)

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  1. #11
    A.K.A. Jane Austen Avatar de Jane Olsen
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    Predeterminado Re: 2012, Centenario de la muerte del escritor Bram Stoker (creador de Drácula)

    Revisitada (o vista por primera vez según se mire) Drácula (1979) (¡en glorioso Technicolor!).





    Todos los colores de la oscuridad. A John Badham, que dijo en algún momento que su intención orginal era hacer la película en blanco y negro, para que se pareciera más a los clásicos terroríficos de la Universal de los años 30, le dio por marcarse un George Lucas y retocar la colorimetría de la película original para que se viera más agrisada, pálida como los vampiros, para las ediciones en DVD y Blu-Ray. Ver la película tal y como se vio en los cines al estrenarse por primera vez es comparable a ver el Drácula de Browning y su versión española: en palabras de David J. Skal, como descubrir habitaciones nuevas en un viejo y fascinante caserón encantado familiar.

    La película original, empero, ya se veía bastante monocromática, aunque virando más al sepia y a los tonos pardos cálidos que a los grises. Especialmente la escena de la tempestad, la cueva, las del manicomio y las de Carfax se ven ya muy apagadas.

    La película retocada, como ya ha señalado algún crítico, tiene un aire más moderno, y yo diría que más onírico, como una especie de sueño-alucinación-pesadilla. Y anticipa mejor el momento central de la película, el único, o uno de los pocos, donde vemos el estallido rojo pasión de la sangre: la psicodélica escena -Maurice Binder, que hacía los créditos de la mayoría de las de James Bond mediante- de la noche de bodas de Lucy y el conde (una de las representaciones cinematográficas más estilizadas, y a la vez, más insoslayables de una experiencia sexual que he visto en el cine): un fantasioso e inquietante ballet de sombras (¿a qué me recuerda ese fondo rojo con figuritas negras? ¿no será a algo del Drácula de Coppola ?) que introduce a Lucy en un fascinante y peligroso mundo de tinieblas y fantasía, y donde vemos reaparecer los dos elementos visuales definitorios de este Drácula: el murciélago y la mano que enlaza y aprisiona la de su víctima, como ya le vimos hacer en la escena de la cueva.



    Una Lucy (Kate Nelligan, que sin embargo, no suena como la típica princesita Disney, sino como una mujer mucho más madura y conciliadora) que es toda pasión, rebeldía e inteligencia, que cada vez me recuerda más a la Bella de Disney, por físico y por carácter (también ella llorará con desesperación la pérdida de su peculiar Bestia):





    La versión original es más cálida, especialmente en las escenas de interiores, tiene un aspecto más suntuoso, más de época, y se diría que su Drácula es menos byroniano y todavía más latino, si cabe. Los preciosos detalles de los fondos y los trajes son más patentes. Por desgracia, también lo son algunos (de)efectos especiales que no son todo lo buenos que sería de desear, como el cutre-muñeco de Renfield al que Drácula le retuerce el pescuezo, y que al verse la película mejor, cantan por alegrías.

    Me ha sorprendido, esta vez, reparar en una serie de detalles que se me habían pasado por alto otras veces, y que no tienen necesariemente que ver con el color nuevo. La mayoría de las películas de terror, especialmente, las de terror clásico, suelen ser muy conservadoras, hasta reaccionarias desde el punto de vista político. Aquí ocurre justo al revés, se observan acá y allá salpicados unos atisbos de crítica o de denuncia social bastante alarmantes. El trato que la sociedad de bien da a los menos favorecidos (sean locos, mujeres u obreros); esos niños que van a trabajar en la mina, esos locos que son todos de clases bajas, esa Lucy a la que se trata como a uno de ellos, ése Renfield ciertamente repulsivo y tirando a tonto, pero que denuncia que antipatiquísimo Harker le quitó su casa (otro punto negativo en contra de este personaje ). Los personajes de las clases altas, quizá con la excepción de Van Helsing, y por supuesto de Lucy, son representados como malignos e incompetentes: de Jonathan se sospecha que ha estado metido en negocios turbios y Seward es un inútil rematado como médico y como director del manicomio. Curiosamente, junto con la subtrama de Mina, la de Renfield es de las más flojas e irregulares de la película: Drácula le atrae a su lado, no se sabe bien para qué, porque a la primera de cambio (en el libro, le necesita para poder tener acceso al manicomio de Seward) Renfield se escpa, le traiciona y es capturado. Lo de Mina, como ya he dicho antes, tampoco tiene demasiado sentido: además de que la Mina vampirizada es mostrada teniendo reflejo (una pifia clásica; poco después veremos que el Conde no lo tiene y es descubierto precisamente por éso), el público de la época debió de pensar que había dos Minas: sin embargo, la escena de su destrucción tiene un incómodo y siniestro subtono de sexo e incesto (violada metafóricamente por su propio padre, al que ella, poco antes, ha intentado atacar). De manera igualmente singular, son ella y su padre precisamente los únicos personajes de la película a los que Williams, en su excelente banda sonora, concede motivos diferenciados. Quizá porque Lucy, que paradójicamente, pese a tener mayor protagonismo, es ya casi uno con Drácula (hemos visto su unión física, y por poco llegamos a ver su unión espiritual -en un plano superior- como proclama el mismo Drácula). Las escenas en que ésta, una mujer inteligente, fuerte y determinada, frente a la más enfermiza y convencional Mina, a la que, en la otra vida, vemos convertida en un cadáver medio descompuesto y lánguido, es atraída-seducida por Drácula tienen un aire tan inquietante como romántico, incidiendo una y otra vez en el motivo de la tela de araña. Más adelante se cambiarán las tornas, y será ella quien haga de araña al intentar morder a Jonathan en la celda donde la han encerrado.

    Otro detalle curioso, a parte del darle la vuelta a muchos elementos del libro y de la mitología vampírica en general, que la vuelve muy moderna y muy feminista -mucho más que otras producciones recientes- es el modo en que Badham desglamouriza -por así decirlo- a las víctimas del vampiro, al que por el contrario, retrata de una manera más elegante y seductora. Drácula, en el libro, es un viejo feo y siniestro, con pelos hasta en la lengua, dientes puntiagudos y que huele a rayos. Sus víctimas, en cambio, se convierten en mujeres bellas y seductoras. Veíamos lo mismo en películas de la Hammer (de Fisher se llegó a decir que elegía a sus actrices en función de su perímetro pectoral ). Piénsese, por ejemplo, en Las novias de Drácula, o en Drácula, príncipe de las tinieblas. Las mujeres atacadas por el vampiro -quizá en una suerte de adelanto de lo que luego veremos aquí- pasan de ser campesinas aburridas, maestras soseras y amas de casa asustadizas a convertirse en vampiras glamourosas y empoderadas, percibidas como una amenaza por la sociedad patriarcal. Aquí, la presencia de Drácula, basta para que Mina cobre verdadera conciencia de sí, no se produce una gran transformación en este caso. Los rasgos negativos del vampiro literario pasan, en cambio, a la vampirizada Mina, una chica más bien enfermiza e impersonal: ojos ardientes, colmillos afilados, mal aliento (Langella, como Lugosi, no lleva colmillos, y aquí los únicos que realmente se ven son los de la vampirizada Lucy). Por el contrario, el verdadero peligro de este vampiro es que no se percibe como tal. Al contrario; su entrada en sociedad lo categoriza como un personaje exótico y fascinante, que cuenta interesantes historias sobre su remoto país natal, recita extrañas y poéticas frases y saca a las mujeres a bailar el vals (aunque es más bien Lucy quien le saca a él a bailar), provocando que sus novios se pongan muy celosos (Lucy se lo pasa muchísimo mejor bailando un vals -baile disciplinado y poco pasional donde los haya- con Drácula que bailando un sensual tango con el sieso de Jonathan. Apropiadamente, el vals en cuestión en Cuentos de los bosques de Viena, de Strauss).

    También resulta curiosa la abundancia de diálogos irónicos y maliciosos, que se prestan a dobles sentidos, sobre todo en la parte inicial de la película ("sí, todos los del barco han muerto, Drácula es el único que está...", "Venga, conde ¡a comer..!", "Desprecio a las mujeres sin vida y sin sangre"...).

    En resumen, me ha gustado, pero creo que no podría quedarme con una de las dos versiones como la mejor. A las dos les veo cosas buenas y cosas que no lo son tanto.
    Última edición por Jane Olsen; 24/03/2019 a las 13:33
    "People believe my folderol because I wear a turban and a black tuxedo [...] We're in show biz! It's all about razzle-dazzle. Appearances. If you dress nice and talk well, people will swallow anything."

    "Waving the flag with one hand and picking pockets with the other: that's your patriotism. Well, you can have it." Alfred Hitchcock's Notorious.


    "Haven't you any friends your age?-They bore me.-Why?-All they think about is Superman, cowboys..." Charles Chaplin's A King in New York.

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