Se cumplen 75 años de la aparición de Casablanca, una de las películas más famosas de la historia del cine.

Casablanca probablemente no sea la mejor película de la historia del cine, ni la más icónica, pero sí es una de las más queridas e inolvidables, y una de las favoritas de la crítica popular (no tanto, quizá, de la crítica más especializada). Algunos expertos, como Umberto Eco, la han despachado con frialdad, tildándola de sensiblera, kitsch y sentimentaloide. Pero si 75 años después sigue despertando las emociones del público y hasta atrayendo a personas de generaciones más jóvenes, que pueden estar desligadas del atractivo de la película como fenómeno nostálgico, es que debe de tener algo de genuinamente emocionante. Basada en una al parecer pequeña y mediocre obra de teatro plagada de tópicos y clichés románticos que no pudo montarse por no haber encontrado empresarios interesados en ella, hoy en día es fácil darse cuenta de que una de sus virtudes más conspicuas fue la oportunidad. Saber aparecer en el momento adecuado, en el lugar adecuado.

El mundo se derrumbaba, e Ilsa y Rick se enamoraban. La película no apela sólo a la historia de una pasión individual, sino al espíritu colectivo de una época convulsa. Las historias de amor (de El paciente inglés a El Doctor Zhivago ambientadas en períodos de caos y guerras siempre han atraído a la gente. Pero quizá ninguna de manera tan memorable como la de Ilsa y Rick.

Ilsa y Rick. O lo que es lo mismo, Ingrid Bergman, quizá la mejor actriz de la historia, y Humphrey Bogart en la película que lanzó definitivamente el mito con su nombre. Arropados por un plantel de secundarios que eran lo mejor de lo mejor. La verdadera grandeza de Casablanca quizá consiste en que no te presenta a personajes heroicos ante la adversidad, sino a gente normal, con muchas dudas y pasiones, que sin embargo es capaz de acciones heroicas ante situaciones difíciles. Rick no es precisamente un héroe, ni da el perfil de héroe (algo que sí es Victor Laszlo), pero es el que resuelve toda la situación. Salvando un poco las distancias, creo que el equivalente moderno de Casablanca sería El caballero oscuro de Christopher Nolan, pues en ambas películas no se nos presenta al héroe que la gente quiere, sino al héroe que la gente necesita. Un héroe al que nadie reconoce como tal, que en cierto modo es el que hace el trabajo sucio y que ha de renunciar a título personal a lo que más significa para él para que pueda prevalecer la justicia. Un héroe oscuro para tiempos oscuros, no muy diferentes de los actuales, si bien el enemigo ha cambiado de rostro.




"Siempre quedará París..."