Hay películas Sundance formularias, prefabricadas y encorsetadas. Esta es una de ellas. Pretende emocionar pero resulta demasiado fría y premeditada. Lo mejor, obviamente Kieran Culkin que aporta algo de frescura y el regreso a primera línea de Jennifer Grey (sí, la protagonista de “Dirty Dancing”). Jesse Eissenberg con sus mohínes, cada día más insoportable.