Air doll es la enésima vuelta de tuerca por parte del peculiar pero intimista director nipón de culto
Hirokazu Kore-Eda en recabar en el lado más oscuro de los sentimientos y en la sordidez y complejidad de la sociedad japonesa en materia generacional y afectiva. Si en
Nadie sabe se nos mostraba con una crueldad y drama sin límites la historia de cuatro niños obligados a vivir en el abandono y la soledad por culpa de una madre egoísta, monstruo creado por una sociedad marginal en la que las apariencias lo son todo, y en
Still Walking hacía diana a la hora de describir sutil y elegantemente las enormes diferencias generacionales entre padres e hijos, aquí se adentra en el terreno de la fantasía de aspiraciones filosóficas al mostrarnos a una muñeca hinchable de nombre
Nozomi (nombre de la ex-novia de su dueño) que adquiere
un corazón y comienza a andar por el mundo y a descubrir cuan dolorosa puede llegar a ser la capacidad de sentir y de amar.