10. Agárrate el pañuelo, Tatiana (Pidä huivista kiinni, Tatjana, 1994)
En su sencillez, puesto que se podría decir que no es más que un divertimento (de solo 62 minutos de duración, ¡bendito Aki!), Agárrate el pañuelo, Tatiana, me parece perfecta, uno de los films más redondos de Kaurismäki. Pero, ¿es solo un divertimento? Destilando ese humor absurdo, marciano, que caracteriza el cine de Aki, la película no da “puntada sin hilo”, nunca mejor dicho porque uno de los protagonistas trabaja en casa cosiendo ropa.
Para empezar, la película da la impresión de estar suspendida en el tiempo (unos indeterminados años 60) y perdida en el espacio (una Finlandia de carretera, sin más agarraderos físicos que bares, gasolineras, hoteles y paisajes imprecisos). Se abre con unas imágenes de motoristas que no se corresponden con nada de lo que veremos a continuación.
Luego, conoceremos a uno de los protagonistas, el estrafalario costurero Valto, un adicto al café (Mato Valtonen, en la tradición lacónica e inexpresiva del mejor cine de Aki).
Valto vive con su madre, fumadora empedernida (de hecho, jugando a las relaciones con el cine de Jarmusch, la película se hubiera podido titular “Coffee and Cigarretes”). Cuando se dispone a preparar una cafetera, descubre que no hay café. Encierra a su madre en una habitación y se va a buscar su coche, que está en el taller de Reino (el inevitable Matti Pellonpää), un mecánico de alma roquera, bebedor compulsivo de vodka (sin que, milagrosamente, la ingestión de alcohol afecte su verticalidad).
Sin necesidad de mayores presentaciones, Kaurismäki nos monta una road movie con los dos amigos, a bordo de un Volga cacharroso (genial, de puro slapstick, la forma como Reino soluciona el exceso de ruidos del motor).
¿Qué es lo más natural que ocurra en Finlandia si alguien se lanza a un viaje por carretera sin destino ni sentido? Que se recoja a dos “ciudadanas soviéticas”, ¿de turismo? ¿Qué demonios hacían la estonia Tatjana (gloriosa Kati Outinen) y la rusa Klavdia (Kirsi Tykkyläinen), que dice ser de Alma Ata, población del Kazajistán, en medio de la nada en Finlandia?
Valto y Reino, con el “entusiasmo” previsible, aceptan llevarlas hasta el puerto, donde han de embarcar con destino a Tallin. Por el camino, a ritmo de rock & roll de The Renegades, habrá el esperado momento para la interrupción musical (esta vez del grupo finlandés The Regals, interpretando un blues de B.B.King, “Think It Over”).
Que nadie espere el menor atisbo de atracción sexual. Cuando llegan al hotel, ellos van a sus habitaciones y cada una de ellas sigue a su “hombre”, aunque en ningún momento ha habido muestra alguna de contacto entre ellos, ni de reparto de parejas. Por supuesto, nada de relaciones sexuales: Tatjana le quita el cigarrillo de los dedos a un dormido Reino, tumbado vestido en la cama, lo tapa tiernamente con la colcha y se echa a su lado, también vestida.
Algo similar pasa en la habitación de Valto y Klavdia. Antes, en el salón, Tatjiana y Klavdia han tenido que bailar solas la “estimulante” pieza “Tanssi, Anjuska”, cantada por dos simpáticos carcamales.
A pesar de todo, aunque los signos de atracción entre Reino y Tatjana solo son visibles para experimentados “kaurismäkilogos”, la pareja se aproximará (a los sones de la Patética de Chaikovski), en una, en el fondo, tierna escena deudora del cine mudo.
Así, no nos sorprenderá que, sin aviso, una vez las muchachas embarcadas rumbo a Estonia, los dos amigos suban también al barco, y se acerquen a ellas tímidamente. A la llegada a Tallin, Klavdia cogerá un tren (sin que lleguemos nunca a saber cuál es la naturaleza de su amistad con Tatjana ni cuál era el motivo de su viaje por Finlandia), mientras que Reino se queda con la chica (¡atención al detalle de la flor!).
Al fin vemos a uno de los personajes de Kaurismäki que no solo quiere irse del país, sino que lo hace, quizá con un futuro esperanzador... aunque eso ya sería pedirle demasiado al director finlandés.
Pero como nunca llueve a gusto de todos, Valto, con la sola recompensa de un molinillo de café regalado por Klavdia (detalle de una ironía genial), vuelve a su casa, “libera” a su madre, y vuelve a la rutina con la máquina de coser. Eso sí, ahora fuma ese cigarro que su madre no le dejó fumar al principio del film. Antes, hemos visualizado lo que quizá es una forma de simbolizar una cierta liberación del hijo: vemos como entra con el coche en una cafetería, destrozando la vidriera, llevando a bordo a Reino y las dos chicas. En la televisión (un viejo aparato incluso para la época) se proyecta una actuación de The Renegades, con una versión del “Girls! Girls! Girls!” de Elvis Presley.
¿Es un final triste, de vuelta a la rutina, de confirmación de que para Valto, y con él tantos jóvenes finlandeses, no hay futuro? ¿O esos pequeños cambios revelan una cierta transformación a mejor?
La próxima semana veremos con qué espíritu recupera Kaurismäki a nuestros viejos amigos los Leningrad Cowboys, en Leningrad Cowboys Meet Moses. Y, como propina, les veremos en concierto con el Coro del Ejército Rojo en Total Balalaika Show.![]()