Estaba siendo un verano muuuuuuuy malo, penoso. De los peores que recuerde. Después de las mediocridades del Bourne, hecha sólamente para ordeñar una saga ya agotada, y decepciones varias, no tenía ni idea de que este verano la iba a salvar una película hispanoargentina. Hay más cine en 10 minutos de esta película que 20 horas del resto de basura veraniega. Es tan difícil hoy día ver a alguien que se ha molestado, aunque sea mínimamente, en pensar una historia interesante, narrarla con gracia y encima fotografiarla con arte, que no puedo por menos que aplaudir el esfuerzo.
Para cualquiera que esté un poco curtido en el tema cinematográfico, clásicos incluidos, no encontrará muchos elementos nuevos pero produce mucha satisfacción ver todos esos elementos tan clásicos (el malo, el bueno, la chica, el policía corrupto, etc.) tan bien conjuntados y que produzca la satisfacción de haber visto buen cine negro. Ya era hora.
Hay muchas cosas que subrayar de esta película hecha con dos duros y dos decorados, pero voy a resaltar tres:
a) La fotografía. Extraordinaria. Bebe del mejor Hitchcock: contraluces, ángulos extremos, primeros planos angustiosos. Como Dios manda.
b) El montaje. Magistral la escena del baile de Clara Lago mientras muestra de forma paralela todas las diversas historias de esas cuatro paredes (la niña con su trauma, el paralítico con sus escuchas, los ladrones con sus ambiciones). Fenomenal también la música, muy clásica pero efectiva.
c) Los actores. Todos sobresalientes, incluso una sorprendente Clara Lago con acento porteño. No sé si algún argentino notará lo falso del acento, pero a mi me daba el pego. A destacar también el secundario Luppi. Sale poco, pero cuando sale domina la escena.
Pero no todo pueden ser elogios, tristemente:
Spoiler:
Aún a pesar de los fallos argumentales me agrada ver que Hitchcock aún tiene alumnos y que vayan con la lección aprendida. Vale la pena aunque sólo sea por ver las excelentes escenas del final de la película.
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