Es un film de carácter local pero los temas que aborda son universales. El enfoque de Carla Simón es muy cercano y accesible, los personajes desbordan humanidad, parece como si no actuaran. Los cortes de montaje abruptos, el uso de la música diegética y los planos contemplativos son de naturaleza documental, lo cual es un gran acierto para contar esta pequeña historia que crece según avanza. En algunas escenas con los niños me ha recordado a El espíritu de la colmena de Víctor Erice, una mirada inocente entre tanta hostilidad y frustración. También creo que comparte intereses con el Oliver Laxe de O que arde.
Lo único criticable me parece el hecho de haberla doblado al castellano, con añadirle subtítulos bastaba. Creo que su anterior trabajo se presentó de esta manera, lo cual le otorgó mayor credibilidad y por supuesto, identidad.
Me sorprende que tenga tan pocas entradas. Por una vez los premios están más que justificados. Una de las películas del 2022.