THE “MAGGIE” (1954, LA BELLA “MAGGIE”)
Director: Alexander Mackendrick.
Producción: Ealing Studios Ltd.
Distribución: General Film Distributors Ltd.
Productor: Michael Truman.
Guion: William Rose, basado en una historia original de Alexander Mackendrick.
Dirección artística: Jim Morahan.
Fotografía: Gordon Dines, en blanco y negro.
Música: John Addison.
Montaje: Peter Tanner.
Reparto: Paul Douglas (The American), Alex Mackenzie (The Skipper), James Copeland (The Mate), Abe Barker (The Engineman), Tommy Kearins (The Wee Boy), Hubert Gregg (Pusey), Geoffrey Keen (Campbell), Dorothy Alison (Miss Peters), Andrew Keir (The Reporter).
Duración: 1 h 28 m 20 s. (Copia en DVD editada por Regia Films en 2013).
Estreno: 25 de febrero de 1954.
A pesar de estar basada en una historia original del propio director no era LA BELLA “MAGGIE” una película de la que este se sintiera completamente satisfecho.
Yo, por el contrario, soy de la opinión que de las cuatro comedias que Mackendrick dirigió para los Estudios Ealing es la segunda mejor tras, lógicamente, EL QUINTETO DE LA MUERTE, que será la siguiente entrega del coleccionable.
LA BELLA “MAGGIE”, título un tanto chocante y más bien irónico que le atribuyó el distribuidor nacional de turno, viene a ser una variante ingeniosa del que yo considero el tema central de las mejores películas de Mackendrick: el poder destructor de la inocencia.
Bien es cierto que LA BELLA “MAGGIE” no es la más divertida de las cuatro comedias que el director realizó en su país de adopción pero sí me parece una cinta más armoniosa en cuanto a que Mackendrick logra un equilibrio perfecto entre la comedia y el drama (que lo tiene, aunque soterrado – intuimos la soledad del personaje encarnado magníficamente por el prematuramente desaparecido Paul Douglas (1907-1959), quien, por cierto, debutó (oficialmente) en la gran pantalla en la magistral CARTA A TRES ESPOSAS (1949), de Joseph L. Mankiewicz, como bien haría en recordar el ínclito Alex Fletcher…, quien parece depositar todas sus esperanzas de salvar su matrimonio en la preciosa carga que tiene como destino la isla de Kiltarra, igual de imaginaria que la también escocesa de Todday de WHISKY GALORE!).
Mackendrick encontró en su compatriota William Rose (1914-1987) el completo ideal para desarrollar un guion aparentemente menor pero absolutamente modélico que cimentaría una relación profesional que se extendería a su siguiente obra, la ya mencionada EL QUINTETO DE LA MUERTE, película que significaría un punto y final no sólo para el director sino también para el guionista y, en cierta medida, para los Estudios Ealing, como comentaremos la semana que viene.
- William Rose escribiría el libreto no sólo de una de las comedias inglesas más populares, GENOVEVA (1953), de Henry Cornelius (En palabras del propio Michael Balcon, jefe de producción de la Ealing: “La película fue GENOVEVA, quizás la comedia inglesa más famosa de todos los tiempos, escrita y dirigida por dos hombres de Ealing pero, ¡ay!, no en Ealing”) sino también el de la incomprensiblemente despreciada pero descacharrante EL MUNDO ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO, LOCO (1963), de Stanley Kramer, ahora al otra lado del Atlántico.
La primera, por cierto, estuvo nominada en la categoría de mejor guion en los Oscar de 1955.
Y, sí, tomaszapa, ya sé que Rose se llevó finalmente el gato al agua cuando ganó la preciada estatuilla en 1968 por ADIVINA QUIÉN VIENE ESTA NOCHE (1967), de…
… Stanley Kramer…
... y última película del gran Spencer Tracy. -
En cuanto a lo que indicaba en el párrafo tercero en lo referente al “poder destructor de la inocencia” en este caso no tiene como causa un sólo individuo (Sidney (Alec Guinness) en EL HOMBRE VESTIDO DE BLANCO; la señora Wilberforce (Katie Johnson) en EL QUINTETO DE LA MUERTE; Emily (Deborah Baxter) en VIENTO EN LAS VELAS) sino la ditirámbica tripulación al completo de la vieja barcaza de carga “Maggie”, más bien una bañera (apenas) flotante – las mismas, por cierto, que ayudaron decisivamente en la evacuación de Dunkerque en 1940… -.
Como bien indica el compañero mad dog earle no sólo el viejo lobo de mar, el capitán MacTaggart (Alex Mackenzie) tiene rasgos fordianos, sino que toda la película está impregnada de ese espíritu un tanto anárquico de las mejores películas del director nacido en Maine.
- Por cierto, creo que la propuesta fordiana que más se aproxima al espíritu de esta película es la posterior THE RISING OF THE MOON (1957), en concreto su episodio central, “A Minute’s Wait”, una de las joyas ocultas de la extensa e incomparable filmografía del director. -
Y el grumete encarnado maravillosamente por Tommy Kearins – un personaje clave en la historia porque gracias a él el señor Marshall (Douglas) acabará por entender que esa vieja barcaza y sus tripulantes son más valiosos que la preciosa carga que llevan a bordo – y el segundo ejemplo, tras Mandy, de la importancia de los niños en la obra del director norteamericano, como pronto veremos (dado lo breve de la filmografía de este genial cineasta) en HUIDA HACIA EL SUR (1963) y VIENTO EN LAS VELAS (1965), dos espléndidos ejemplos del mejor cine de aventuras de todos los tiempos.
En el apartado interpretativo, aparte del anterior, me gustaría mencionar especialmente al flemático (pero nervioso) señor Pusey (un genial Hubert Gregg), especialmente en la disparatada secuencia de la caza de faisanes, un pequeña pieza antológica de la mejor comedia inglesa.
Y, por supuesto, al socarrón capitán MacTaggart (un igualmente espléndido Alex Mackenzie), quien quizás no sea “el mejor marino de estas costas” como dice admirativamente Dougie (Kearins) pero sí alguien que sabe apreciar las cosas sencillas de la vida, eso sí, bien regadas de cerveza…
Y en un pequeño papel podemos atisbar la presencia de Dorothy Alison, que aquí ejerce de secretaria personal del señor Marshall y que en la anterior cinta de su director, la magistral MANDY, hacía de maestra principal de la pequeña, a la que enseñaba los primeros rudimentos del lenguaje.
Y aunque hasta a mí se me ha pasado desapercibido, el reportero del Evening News, el señor Frazer, está encarnado por el gran Andrew Keir (1926-1997), uno de los actores habituales de los años gloriosos de la Hammer (DRÁCULA, PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS (1966), de Terence Fisher o ¿QUÉ SUCEDIÓ ENTONCES? (1967), de Roy Ward Baker).
Mackendrick además nos presenta un personaje, el señor Marshall, que no encarna al prototípico hombre de negocios norteamericano sino que es una persona de buen talante y dialogante, en el fondo no tan distante en su naturaleza del hedonismo que practica el capitán y su tripulación.
El magnífico diálogo entre él y la joven Sheena (Fiona Clyne) durante la fiesta de cumpleaños del señor MacDougall - con ese bellísimo traveling de invitación al baile por parte de ella - no sólo nos hace empatizar más con el primero sino que nos muestra la confianza en el futuro de ella eligiendo entre sus pretendientes no al más ambicioso sino al más cercano a su corazón. Y además, gracias a ese diálogo, Marshall se da cuenta de que sea tal sea su dedicación casi absoluta a sus negocios lo que le ha hecho alejarse de su amada esposa.
Y una película que empieza y finaliza de la misma forma, algo por lo que vemos característico en la obra de Mackendrick (recordemos WHISKY GALORE! y EL HOMBRE VESTIDO DE BLANCO), la llegada y la salida de la pequeña barcaza con la simpática melodía de John Addison de fondo (aunque en realidad más probablemente sea una melodía tradicional escocesa, perdonad mi ignorancia).
Y la semana que viene EL QUINTETO DE LA MUERTE, estrenada el mismo año, 1955, en el que los Estudios Ealing fueron vendidos a la BBC.
Como bien indicaba una placa en la fachada de los mismos: “Aquí se realizaron durante un cuarto de siglo, numerosas películas que reflejan cómo son Gran Bretaña y el carácter británico”.
Bien está lo que bien acaba.
Buenas tardes y, buena suerte.
Ah, y no quisiera despedirme sin dar antes las gracias al vecino del 5º (yo vivo en el 3º) por haberme martirizado toda la mañana con sus obras domésticas. Espero que la Naturaleza diseñe un virus especial para hacer desaparecer de la faz del planeta a todos los individuos que como él, se dedican a hacer más placentera nuestra existencia.
Qué no daría yo por tener una pequeña casita en la isla de Kiltarra…
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