Hay una razón por la que American Gangster es, para un servidor, la mejor película de Ridley Scott en los últimos 20 años: es la más película-película.
Tengo que elaborar esto un poquito, creo. Efectuando una repaso rapidito a la carrera del director británico, se puede comprobar que no todo han sido días de vino y rosas para Scott. Tras casi desaparecer de la escena nada más estrenar La Teniente O’Neill, cualquiera que haya pisado una sala de cine sabrá lo que vino después. Scott ha sido un director de grandes espectáculos desde el exito de Gladiator. En esta línea tenemos que añadir a El Reino de los Cielos o la casi operística Hannibal. Y cierto es que ha alternado pequeños trabajos más personales, ya acomodado de nuevo en la primera fila, pero hay que remontarse mucho para encontrar un film que requiera tanto de sus aptitudes como narrador como American Gangster, un film que es una adaptación de un artículo periodístico, una fuente que creo que es ya imprescindible para convertirla en una película, dado que no es cuestión de extensión del texto, sino de su contenido.
American Gangster es una épica por derecho propio: cumple todos los requisitos formales, se trata de una peli de larga duración, se desarrolla en múltiples contintentes, con una gran cantidad de personajes relevantes, y abarca un largo lapso de tiempo desde el principio del film hasta los títulos de crédito, y cuenta con costosos valores de producción enfocados en resaltar hasta el más minimo detalle a la hora de reproducir el ambiente en el que se desarrolla el film. Espiritualmente hablando, también lo es. Lucas es el eje fundamental sobre el que se asienta el film, y es un hombre que simboliza la evolución racial en Estados Unidos durante una época convulsa com fueron los años 70, y la guerra del Vietnam que casi monopolizó la situación política y social del país.
Este hombre no es el primer mafioso de la pantalla en luchar por el Sueño Americano. Otros antes que él, como Tony Montana, han peleado por alcanzar un estatus muy por encima del que se inicialmente se merecían por nacimiento. Lo que diferencia a Lucas es cómo la barrera de la raza y la tradición se interponen en su camino. Ante estos obstáculos, cuenta con elevadas dosis de inteligencia y un conocimiento preciso del alcance de su poder. El verdadero problema, sin embargo, es que raza y tradición están representados no sólo en sus “socios” de negocios, sino en el palurdismo que envuelve a toda su familia, recién llegados del Sur profundo de Estados Unidos.
Frank Lucas es lo que le sucede a Richie Roberts, que es el agente encargado de atraparlo, y que es introducido en la trama de forma mucho más sutil de lo acostumbrado. En un primer momento, no sabemos muy bien cómo enfocar este personaje. ¿Es un vulgar secundario? ¿Es un papel más desarrollado de lo que debería, sólo porque está interpretado por Russell Crowe? No. Y no. Es el tío por el que nos preocupamos. El núcleo emocional del film. Hasta el momento en el que Roberts entra en escena, Scott ha contemplado la acción desde un punto de vista elegante, pero cercano al documental y con cierta frialdad. Roberts cambia todo éso porque es muy difícil no simpatizar con un policía que, a pesar de sus defectos personales, es también un marginado como Lucas, pero no por cuestiones de racismo o cualquier otra diferencia social. Lo que diferencia a Roberts es su apego a un código de valores tradicional, marcado por la integridad y el respeto a la ley.
Ambos se parecen en que están guiados por un objetivo por el que están dispuestos a sacrificarse. En un film, aunque sea de dos horas y media de duración, pero constreñido por la maldita frase “Basado en una historia real”, es difícil abordar matices o cierta complejidad. Parte por su situación, parte por la soberbia interpretación de Crowe, terminé encontrando a Roberts mucho, mucho más fascinante que a Lucas: Denzel Washington realiza una exhibición de poder y presencia cinematográficos, pero nunca demuestra la vulnerabilidad de la que hace gala el actor australiano y que te sumerge en la historia. Pero Scott está mucho más interesado en conseguir una perspectiva general de todo el asunto, y es ahí donde entran los secundarios. No sólo son espléndidos porque están interpretados por buenos actores, sino porque son relevantes y, cada uno, representa un aspecto determinado de la ley o del crimen. Si Cuba Gooding Jr. lo hace bien, o Armand Assante logra permanecer durante un par de minutos sin hacer como que se besa a sí mismo, o no hace falta decir mucho de un actorazo como Chiwetel Ejiofor (o, siguiendo esta línea: Ted Levine, Carla Gugino o Idris Elba, o un no acreditado Clarence Williams III) imaginaos al mejor de todos ellos, Josh Brolin, como policía corrupto, en un homenaje descarado a Nick Nolte en Distrito 34: Corrupción Total.
Pero con todo, el director británico es la estrella de American Gangster. Tantas posibilidades de exhibirse, tantas maneras de demostrar su presencia tras la cámara… y todas ellas tan desaprovechadas. Digo ésto como algo bueno, porque Scott hace buena su máxima de “Siempre creí que un director es, más que nada, un catalizador de talentos”. Nunca será tan cierto como en esta película, abordada con la fotografía habitual marca de la casa, pero con una puesta en escena sobria, directa, emperrada en llevar definitivamente la historia a buen puerto con los planos explicativos que el director considera oportuno, pero sin ningún tipo de flashback, o de estructura narrativa confusa. Es un film tan directo como una flecha. Es un film adulto que ofrece muy pocas concesiones a la hora de facilitarle seguir la narración, lo que le convierte en una película centrada, enfocada, y con ganas de dar caña. Los estallidos de violencia son habituales, pero nunca son una especie de clímax que remata una escena. Simplemente, son una parte más. El montaje es aprovechado especialmente en escenas que transcurren en momentos de tiempo muy extendidos, y forman parte relevante de la trama. Es un placer ver secuencias, como la del combate de boxeo, en las que no solo se nos detallan informaciones sobre la historia, sino que nos ayudan a comprender a los personajes (lo grande que llega a ser Lucas, madre mía…).
Todo forma parte de la habilidad de Scott para contar películas. Y en esta ocasión, el director demuestra que se encuentra en plena forma como pocas veces se ha visto. Si yo digo ésto de, qué se yo… Joe Wright, Jason Reitman o P.T. Anderson, ya es para tenerlo en consideración, pero teniendo en cuenta que estamos hablando del hombre detrás de Los Duelistas, Blade Runner, Alien, La Sombra del Testigo o Black Rain… joder, American Gangster una peli para echarse a temblar.
A verla.