¡Hijos de perra! ¡No os bastaba con las amargays que ahora os regocijáis en mi incipiente calva!

Además, Padre, ¡si usted no me conoce, cómo puede haber pensado eso!

Y tú no te rías, sete, que te voy a quitar todo el pelo que te queda de la colleja que te tengo prometida cuando te vea en unos días...