Quienes me conocen bien saben que tengo una paciencia y una traquilidad descomunales, pero que como me toquen las pelotas hasta ciertos extremos, simple y llanamente no controlo mis actos y soy capaz de cualquier cosa, entro en un verdadero estado berserker.
Tenía yo 13 o 14 años y llevaba 500 pelas en el bolsillo, ahorradas casi duro a duro para comprarme un libro; cuando iba a entrar al Corte Inglés de Goya, un sabado a las 6 y media de la tarde más o menos, se me acercan 6 chavales pijillos en patines y me rodean, diciéndome que les diera todo lo que tenía. Yo me negué en un principio, pero cuando uno de ellos empezó a ponerse un puño americano decidí "cooperar" y les di las puñeteras 500 pelas. Una vez hecho el "intercambio", empezaron a sacudirme ostias por todas partes, con la mala fortuna de que me revolvi, le alcancé un leñazo a uno y le rompí la tocha.
Acabé tirado en el suelo, con los dos ojos morados, los labios cortados, la nariz rota, dos costillas rotas y una luxación en un brazo. Aquello estaba lleno de gente y ni cristo se dignó en ayudarme, todavía recuerdo la mirada ausente del guardia jurado del Corte Inglés; quizá por eso los odie tanto (y por otras experiencias posteriores que no entran dentro de esta categoría). Volví a casa casi arrastrándome y tardé una semana en poder volver a salir a la calle.
En otra ocasión, más reciente, andaba yo por la Gran Via a las 4 de la mañana cuando pasa a mi lado un grupo de 15 o 20 "jóvenes nacionales" con sus camisas azules, sus cinturones con la bandera de España y sus pelos engominados a lo pincho. Estábamos al lado de una obra con andamios, y casi cuando terminábamos de cruzarnos uno de ellos se vuelve y me arrea una colleja descomunal a mano abierta al grito de "puto moro". "Ni rechistar" me dice con el dedo en alto.
Me quedé casi un minuto atontado mientras los niñatos se iban, y entonces pillé un ladrillo de la escombrera y se lo lancé haciendo parábola, de manera que alcanzó a uno de ellos en toda la mollera; el tio se desplomó como un fardo, mientras los otros tardaban un rato en comprender lo que había pasado. Tuve la buena fortuna de empezar a correr antes de que se dieran cuenta del todo; giré en la primera bocacalle y me subí al andamio, mientras los chavales pasaban corriendo debajo de mi gritando "donde está ese hijo de puta" y cosas parecidas. 10 minutos después me bajé y continué mi camino.
Después he tenido otros cuatro o cinco casos más de intento de robo con intimidación y tal; cuando era más joven me asustaban mucho y les daba todo lo que tenía, hasta que empecé a darme cuenta de que eran los típicos mataos que dan más pena que miedo y que te los quitas de enmedio con un zarandeo y dos gritos. También me han robado la cartera dos veces sin que yo me diese cuenta.
Pero en los dos casos anteriormente descritos, los más gordos, os aseguro que si hubiese tenido una navaja en las manos me habría cargado a alguno de los atracadores sin dudarlo; es tremenda la sensación de humillación que siento en estos casos y la mala hostia y la violencia que desarrollo.
:ipon