Ya va siendo hora de reconocer la trascendental importancia de los grandes estudios durante la Edad de Oro del cine norteamericano (la que va desde los años '20 a los '50) por encima incluso de las aportaciones de los más grandes directores que trabajaron para ellas (léase Capra, Ford, Hawks, Sirk, Walsh o Wyler).
Y es que seguimos pensando (y yo el primero) que el director es la pieza fundamental del tablero cuando en realidad lo era el productor.
Y no me refiero sólo al caso más evidente de los independientes (Goldwyn, Selznick o Wanger).
Ay, esa famosa política de autores/directores.
Ah, y lo mismo puede aplicarse al cine europeo.
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