En
Sabrina, Wilder, junto a Ernest Lehman (siempre recordado por su trabajo en el guion de la hitchcockiana
North by Northwest), adaptó la obra teatral “Sabrina Fair”, de Samuel Taylor (colaborador también de Sir Alfred en los guiones de
Vertigo y
Topaz), obra que se había representado en los escenarios de Broadway con Joseph Cotten y Margaret Sullavan.
También de Taylor era otra obra teatral que, años después, llevó Wilder a la pantalla, con la ayuda de I.A.L. Diamond:
Avanti!
Sabrina, producción de la Paramount, era la primera película de Bogart para la compañía (luego seguirían dos más). Según cuenta Wilder a Cameron Crowe, en el imprescindible “Conversaciones con Billy Wilder”,
el rodaje se desarrolló en un clima de tensión entre actor y director (Wilder le dedica a Bogart unos epítetos un tanto groseros, además de comentar: “
era un antisemita que se había casado con una judía”). Bogie se sentía desplazado en una compañía nueva para él, con un personal que no conocía. Además, apreció una camaradería y un especial trato de favor de Wilder hacia William Holden, actor por el que sentía antipatía desde hacía años, a lo cual no ayudaría, seguramente, el posible romance entre Holden y Hepburn durante el rodaje. Otro factor distorsionador fue que Wilder quiso, en todo momento, que el papel de Linus Larrabee lo encarnará su amigo Cary Grant, pero el encantador Cary se escabulló del compromiso (de manera que Wilder nunca pudo llegar a dirigir a Grant, a pesar de que los unía una buena amistad).
Es fácil para el espectador pensar que con Grant en el papel de Linus la película hubiera sido mucho más creíble. Si tiene, en mi opinión, algún defecto el film (además de la tendencia habitual de Wilder a adornar demasiado los diálogos, a buscar el efecto del gag de manera para mi gusto excesivamente artificiosa: véase la rotura final del frasco de cristal con las aceitunas) es que cuesta imaginar al envejecido y aburrido Linus enamorando a Sabrina, convirtiéndose en su príncipe azul, algo que no nos hubiera resultado tan dificultoso con Grant (aunque solo tenía cuatro años menos que Bogie), a pesar de que ya empezaba a estar carrozón, como quedaba en evidencia en
To Catch a Thief. Uno puede entender que Linus acabe rendido al encanto de Sabrina, pero no que la bella joven se sienta atraído por el maduro empresario, después de años suspirando por el vivalavirgen de su hermano, David (Holden, con casi veinte años menos que Bogart).
Con ello no quiero decir que Bogart esté mal. Al contratio, defiende con notable profesionalidad el personaje, pero, no nos engañemos, ya no era el tipo duro de mirada romántica de
Casablanca o
To Have and Have Not como para volver a encadilar a una jovenzuela veinteañera que acababa de ser la princesita de
Roman Holiday. A pesar de todo, es tal el encanto de Hepburn y tanta la habilidad de Wilder para contarnos historias románticas con fondo ácido, que la película sigue atrapándonos de principio a fin, desde el mismo momento en que la voz en off de Sabrina pronuncia el “
Once upon a time…” inicial, que no deja dudas sobre la intención del film.
A destacar la presencia en el reparto, excelente en su conjunto, de otro habitual del cine de Sir Alfred, John Williams, en el papel del chófer de los Larrabee y padre de Sabrina (por cierto, de apellido Fairchild, o sea que ella es Sabrina Fairchild… no hace falta decir nada más).
Por otra parte, a pesar de que se le concedió un Oscar por el vestuario a Edith Head, los fascinantes y sofisticados modelos que luce Audrey Hepburn son creación de Hubert de Givenchy, modisto habitual de la actriz.
Musicalmente, Wilder recurre a unos temas que, hoy en día, nos suenan a tópicos, desde “La vie en rose” (que Hepburn canta en una de las secuencias), para ilustrar las referencias parisinas,
o el “Isn't It Romantic?” en el momento de la fiesta nocturna en la mansión de los Larrabee o el baile posterior entre Linus y Sabrina (aquí en una versión de Rod Stewart).
Por cierto, Wilder no puede dejar de introducir un “avance publicitario” personal, cuando Linus compra dos billetes para ir al teatro a ver… “The Seven Year Itch”, cuya adaptación para la pantalla fue, precisamente, el siguiente film del director.
En todo caso, Wilder le reconoce a Crowe que en Sabrina fue la única vez en su carrera que trabajó con dinero, o sea, que la producción fue como quería, algo que se nota en el acabado de las escenas, los decorados, el vestuario o la iluminación, con un magnífico trabajo fotográfico de Charles Lang Jr.