Me va a caer la del pulpo por esto, pero hoy tengo la tarde libre y voy a hacer algo más que leeros, que es lo único que puedo hacer casi siempre por falta de tiempo. Me gustaría hacer ver que hoy, tú vas a una librería y te compras "Historia de dos ciudades" o "Don QUijote", y lo que encierran las páginas es la última versión, corregida, de lo que Dickens y Cervantes quisieron que quedara para la posteridad. Las primeras ediciones son curiosidades históricas, y nadie critica a sus autores por corregirlas ni las considera las mejores o las "buenas". La cuestión es que el coleccionista (y yo me incluyo el primero) no es tanto un amante del cine como un obsesivo que quiere preservar a toda costa las sensaciones sagradas primigenias que él experimentó y que pone por encima de la libertad creativa del que ha parido una obra artística. Sinceramente, entiendo esa sensación (porque la siento dentro de mis entrañas), pero la realidad es que no tenemos ningún derecho a decirles cómo tienen que dejar una obra sus responsables (ya sean directores, directores de fotografía o productores... Recordemos que el Oscar a la mejor película va los productores... Por algo será). En fin, ahí lo dejo. Dentro de dos siglos, nadie discutirá si la versión buena de una peli era la de cine o la del tercer reestreno en formato doméstico. Y si sí se discute será señal de que esa obra sigue viva y vigente, lo cual sería genial. Lo que vengo a decir es que, nos guste o no, una obra la disfruta el público, pero pertenece a sus autores.




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