Ahora, varias décadas después, he aprendido que sí el daño es irreparable, no voy a perder ni un segundo en cambiar mi humor positivo por cualquier otro.
Si hay un fallo y hay posibilidad, se cambia. Antes o después, y al final obtengo lo que quería. Y si no hay posibilidad, con devolverlo y quedarme como estaba, ya soy feliz.
En ningún caso habré perdido nada.