62ª MOSTRA DE VENECIA
El admirable Ang Lee arriesga y gana con 'Brokeback mountain'
El director taiwanés filma con ternura y sutileza el amor homosexual entre dos vaqueros
CARLOS BOYERO
Cartel de 'Brokeback Mountain'.
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VENECIA.- En los argumentos del western clásico, nos han contado ancestralmente la amistad inquebrantable o problemática entre hombres desarraigados, endurecidos, sin estrella, solitarios, erráticos, que se mueven en espacios abiertos, comparten aventuras y peligros, hacen fuego al anochecer, beben whisky e intercambian secas y viriles confidencias antes de dormirse al raso.
Esas relaciones, que intuimos profundas y complejas -y, en alguna ocasión, sugerentes-, sobre la ambigüedad sexual de gente tan umbilicalmente unida, nunca habían tenido la osadía de mostrarnos una historia de amor y de deseo entre los protagonistas.
Ignoro si a los más legendarios directores que han frecuentado este género, a juglares tan masculinos como Ford, Hawks, Walsh y Peckinpah, les daría un soponcio y se escandalizarían al observar el transparente amor entre los dos vaqueros que protagonizan 'Brokeback mountain', pero no tengo la menor duda de que reconocerían el talento, la sutileza y la veracidad del director Ang Lee para contar esta transgresora y triste historia sobre dos tipos que pertenecen a la imaginería del caballo, el rifle, el rodeo, el aire libre.
Qué admirable la capacidad de un señor taiwanés como Ang Lee para retratar con sensación de autenticidad, con matices y con atmósfera ambientes dispares y que no ha vivido. Desde los rituales de la Inglaterra victoriana en 'Sentido y sensibilidad', al profundo desequilibrio emocional, la sordidez y las frustraciones de la burguesía ilustrada norteamericana en 'Tormenta de hielo', y el universo asfixiante, country y pintoresco del profundo Sur en esta austera, conmovedora y excelente 'Brokeback mountain'.
La descripción que hace Ang Lee a lo largo de dos existencias trágicas de los apasionados encuentros de estos dos vaqueros, su complicidad, el compartido sentido lúdico, su cruel separación en nombre de las apariencias, las convenciones y la tradición (se confiesan mutuamente después de su primera y abrasiva relación física que no son homosexuales, que su idea del futuro está centrada en una esposa y unos hijos), el engaño sentimental y social con el que planifican sus vidas, sus dolorosos fantasmas, sus incertidumbres, su terror, su violencia interna, la permanente necesidad del amante lejano, sus sucias salvaciones cotidianas, sus catarsis involuntarias o deseadas, su degradación moral, su impotencia, su envejecimiento.
Lleva el sello del gran cine, ése que no necesita subrayar los sentimientos, ni vender carnaza, ni lanzar discursos, ni moralizar, para hacerte comprender y sentir lo que le ocurre a los personajes. Es una narración inteligente, turbadora, sin trampas, magníficamente ambientada e interpretada al servicio de un tema espinoso, una apuesta resuelta con arte de primera clase.