El País contra el Che
Pascual Serrano
Ni el ABC de España, ni La Nación de Argentina, ni El Mercurio de Chile, es decir, la prensa más de derechas y reaccionaria en español, lo hubieran tenido más claro en su editorial a la hora de escribir sobre el Che Guevara. Basta con echar un vistazo al editorial del diario español El País, titulado “Caudillo Guevara” el 10 de octubre con motivo del 40 aniversario del asesinato del guerrillero.
El de “caudillo” es el calificativo más benigno que reservan para el cubano-argentino en un texto, vivo ejemplo de mundo al revés. El País llama “asesino” a la víctima que fusilan: “pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir”. Sobre su lucha contra las dictaduras hacen balance afirmando que “sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte”, fruto de su “lunática aventura”. Su aportación a esas insurrecciones, según el diario considerado de la progresía española, “fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad”. De nuevo el mundo al revés, las sangrientas dictaduras que dejaron decenas de miles de muertos eran "tendencias autoritarias que germinaban" -como las amapolas-, y combatirlas, como hacía el Che, las legitimaba y las convertía en necesarias.
Respecto a su figura, afirma el editorial que “representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado”. Es decir, un caudillo que deja su cargo de ministro para irse a la selva del Congo y de Bolivia. No dudan en calificarlo de terrorista: "perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño".
Terminan en El País celebrando que “la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos” y afirman que “ya sólo conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas”.
Pocas veces ha demostrado el diario tanto odio para un fusilado en el cuarenta aniversario de su muerte y tanta obsesión con desacreditar su trayectoria y castigar a quienes se empeñan en honrar su memoria. Estoy convencido que no dirían nada más crítico en el aniversario de la muerte de Franco o de Pinochet.
Nadie puede imaginar a El País compartiendo los principios del Che luchando contra la dictadura de Batista o de los militares bolivianos, atendiendo a leprosos en Argentina y Perú o estremeciéndose ante las condiciones de explotación de los mineros chilenos o los campesinos bolivianos. Pero podíamos pensar que al menos respetase esos ideales.
El editorial de El País, quien se ha presentado como el periódico más progresista que había en el panorama de la prensa escrita española, debe servir para desenmascarar el uso de esa consideración como arma ideal para atacar a la izquierda. Pero también para que los lectores de habla hispana vean cómo es la oferta de la prensa en España, donde el que se considera más a la izquierda escribe eso en sus editoriales sobre el Che.
Y es que para El País, los muertos a los que hay que reverenciar son los que se hicieron ricos en connivencia con el franquismo editando libros de texto hasta llegar a crear emporios de medios de comunicación. Eso sí, “progresistas”, no como el Che. Ver editorial
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Una comparación entre hace diez años y ahora
El Che y los editoriales de El País
Pascual Serrano
Las hemerotecas son traicioneras. Guardan lo que uno pudo escribir hace años y permiten compararlo con lo que diga una década después. Es lo que le ha pasado a los editoriales de El País a la hora de tratar la trayectoria y la figura del Che Guevara. El pasado 10 de octubre, con motivo del 40 aniversario de su asesinato, bajo el título “Caudillo Che”, el editorial del periódico español embestía cruelmente contra la figura del guerrillero cubano-argentino. Pero hace más de diez años, el 17 de julio de 1997, en aquella ocasión debido a la llegada de sus restos mortales a Cuba, El País también dedicaba un editorial al guerrillero, entonces bajo el título “Vuelve el Che”. Hagamos el sugerente ejercicio de comparar ambos (en rojo fragmentos del editorial de 1997 y en negro, el de 2007).
Editorial 17 de julio de 1997:Treinta años después de la muerte de Ernesto Guevara -el guerrillero más emblemático y seductor de la revolución cubana-, en su recuerdo se unen la nostalgia del idealismo perdido y el filón comercial para quienes explotan su figura.
(…) la figura revolucionaría del Che se mantiene como un símbolo del idealista coherente y del hombre de acción.
Editorial 10 de octubre de 2007:En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo.
Editorial 17 de julio de 1997:(…) a finales de los años cincuenta y los sesenta fue un movimiento armado, antiimperialista y subversivo que acabó en Cuba con la dictadura de Batista y quiso extender, mediante las guerrillas, la subversión igualitaria por América Latina.
Tenía 39 años y su práctica política -exportar la revolución- devino en mito. Su imagen, multiplicada en cientos de miles de carteles por, todo el mundo, fue ya entonces la insignia de muchos jóvenes que veían en este médico asmático un ejemplo del guerrillero heroico a favor de la humanidad.
Editorial 10 de octubre de 2007
Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al "hombre nuevo".
Seducidos por la estrategia del "foquismo", de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista.
Editorial 17 de julio de 1997:El Tercer Mundo, cuyo concepto se multiplicó en ese tiempo, significaba, de una parte, la denuncia más flagrante del imperalismo internacional por su explotación y miseria, pero, de otra, la promesa de una ebullición que transformaría el mundo.
Editorial 10 de octubre de 2007El hecho de que el Chediera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios.
Editorial 17 de julio de 1997:Vuelve el Che: un fenómeno que suscita para los que eran jóvenes progresistas, cuando batallaban Guevara, Fidel o Cienfuegos (los jóvenes barbudos) la melancolía de unos ideales marchitos. Es útil para quienes no vivieron los tiempos de la revolución cubana y sólo han recibido la mitología guevarista como una abstracta evocación de una lucha por un mundo mejor, más igualitario y más humano. Que siga el son.
Editorial 10 de octubre de 2007:
Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos.
¿Ha cambiado de ideología El País? La respuesta es NO, la razón es que ahora las ideas del Che están más presentes en América Latina y resultan peligrosas, no como hace diez años. Por eso en 1997 el editorial decía también:Tal utopía ha dejado prácticamente de existir. Apenas unos focos rebeldes en todo el mundo, cuatro o cinco pequeñas guerrillas en Latinoamérica, son los residuos sin futuro en un presente donde triunfa el liberalismo más crudo y la globalización.
Y, en cambio, hoy, en octubre de 2007, el editorial de El País ve con inquietud queconmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas.
Y es que para muchos el Che sólo merece ser laureado si está muerto, pero se convierte en objeto de odio cuando vive. Es frecuente adoptar el discurso de la izquierda y expresar sus simpatías con ella cuando se está convencido de que el poder está lejos de ella. En cambio, esos mismos cuando vislumbran serias opciones de la llegada de la izquierda al poder se convierten en sus mayores enemigos. De ahí que El País siga queriendo presentarse como izquierda en los lugares donde ésta se encuentra alejada del gobierno y arremeta contra ella cuando tiene el poder: Cuba, Venezuela o Bolivia. El giro editorial del diario El País con respecto al Che Guevara, pasando de “símbolo del idealista coherente” a “asesino” y “caudillo”, es la mejor prueba de que el Che está ahora más vivo –y peligroso- que hace diez años.
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Editorial 17 de julio de 1997: Vuelve el Che
Editorial 10 de octubre de 2007: Caudillo Guevara
Cronopiando
El Che, El País y Pascual Serrano
Koldo
Pascual Serrano, acucioso como pocos periodistas, escribía estos dias sobre el repulsivo y reciente editorial de El País en torno al Che, y ponía al descubierto las “supuestas” contradicciones de ese periódico al referirse al revolucionario, contrastando su actual parecer con otro editorial publicado diez años antes.
El Che que, al decir de El País, era para entonces un “emblemático guerrillero” y “coherente idealista” aunque de “ideales marchitos”, empeñado en promover la “subversión igualitaria por América Latina” y convertido por muchos jóvenes en “guerrillero heroico a favor de la humanidad”, pasaba a ser descrito en estos días como un “temerario aventurero armado”,un “siniestro y tenebroso terrorista” especie de “yihadista asesino”, y cómplice, por su torpeza, “de las tendencias autoritarias que germinaban por el continente”, nadie sabe cómo ni porqué.
La aparente contradicción entre los dos juicios externados por ese periódico y otros medios semejantes, la desenmascaraba Serrano con una muy atinada conclusión: al Imperio nunca le han molestado los muertos, sino los vivos.
Una vez enterrado, el enemigo, así fuese un revolucionario insobornable o un atracador de bancos desde afuera, o un artista comprometido con la humanidad, ya no representa peligro alguno y deja de ser el enemigo. Sus vidas, convenientemente maquilladas, pueden convertirse, incluso, en películas de éxito, en best-seller literarios.
Sobre el Che pueden filmarse películas, montarse comedias musicales, y reproducir su imagen hasta desnaturalizarla en los más insólitos objetos, pero de ningún modo se consiente que, cuarenta años después de su asesinato, pueda seguir iluminando la redención de tantos seres humanos empeñados en hacer posible un mundo mejor, porque de que siga siendo el peor dependen las fortunas de algunos sinvergüenzas que, miraran lejos o miraran cerca, fueron y son responsables de la ruina y la violencia en todos los órdenes que asfixia a la humanidad.
Bonny and Clyde o Jesse and James son hoy cinematográficas leyendas, casi venerables, románticas figuras, porque están muertos, porque ya no molestan.
Por la misma razón, al periodista John Reed se le disculpa su tumba en la Plaza Roja de Moscú con tal de que no salga de ella sino envuelto en celuloide.
Malcolm X o Martin Luther King hoy son reverenciados por sus asesinos y seguirán siendo colmados de honores y hermosos editoriales mientras se mantengan bajo tierra, ellos y sus causas. A Chaplin ya no hay problema para entregarle un Oscar y Mark Twain hasta se cita en las escuelas.
El problema con el Che es que, como bien sugiere El País y concluye Serrano, cuantos más años se van cumpliendo de su asesinato, más vida va cobrando su cadáver, y además de argentino y de cubano, hoy también come arepas, habla aymara, se siente ecuatoriano y denuncia, como entonces, como siempre, el poder que oprime, el negocio del crimen, la impunidad del fraude, todas las lacras sociales que todavía combate y, concluye Serrano, con más éxito que en el pasado.
Esa es la interesada y mezquina razón por la que El País, el periódico “independiente”, ahora globalizado, y sus numerosos clones en los medios, arremeten contra uno de los más hermosos ejemplos en la historia de lo que es la dignidad humana.
Vano afán, en cualquier caso, el esfuerzo de los medios en silenciar o mentir tantas ilustres voces y vidas, porque esos “muertos de nuestra felicidad” que canta Silvio Rodríguez, respìran por boca de sus muchos y agradecidos pulmones.
El “defensor del lector” afirma que “no es (su) tarea habitual dar curso a las cartas que discrepan de los editoriales del diario”
El diario El País recibe numerosas críticas por su editorial sobre el Che
Adolfo Mena
El diario El País ha recibido un alud de protestas por el editorial contra el Che publicado el pasado 10 de octubre bajo el título Caudillo Guevara, donde se calificaba de “asesino” al guerrillero, se afirmaba que su lucha legitimaba a las dictaduras y se llegaba a comparar con un terrorista o un yihadista.Lo ha llegado a reconocer José Miguel Larraya, a quien llaman Defensor del Lector pero tiene como misión habitual justificar al periódico ante las quejas de lectores. Según se señala, entre las críticas está la de Cristina Retta quien afirma que "cualquier latinoamericano honesto, dotado de un mínimo sentido común, de información auténtica y sensibilidad social, sabe distinguir entre lo que son 'asesinos disimulados' bajo la fachada del 'mártir', de la acción de hombres que, equivocados o no con los métodos a seguir, pretendieron ser coherentes con un ideario tendente a revertir situaciones de verdadera violencia social en que América Latina estuvo inmensa por siglos: dependencia económica, explotación del campesinado, analfabetismo, pobreza extendida, desigualdades e injusticias sociales a granel". También afirma que "hoy, Latinoamérica vive en gran parte de sus países un giro político importante, al que se denomina de 'izquierda', tendente a atender la acuciante situación de esas sociedades en movimiento. Los cambios se imponen implacables, por maduros y exentos de violencia. Pero sin la revolución social de los años sesenta, fracasada, dictaduras militares de por medio, la realidad de hoy no sería la misma". Por su parte José Manuel Rúa considera que "el punto álgido de la perversión" llega en el editorial al convertir al Che en coartada para los regímenes represivos de América Latina. "Según este razonamiento, el que lucha contra la opresión no hace otra cosa que dar motivos al opresor para mantener y aumentar la opresión". El Che, recuerda el lector, "no se enfrentó contra ningún régimen democrático, sino a dictaduras militares". Y subraya que "el Che renunció a instalarse en el poder y optó por seguir luchando contra la injusticia y la opresión en otras partes del mundo".
Carlos Neri considera que el editorial "no se queda corto a la hora de escupir arrogancia".
Ya anteriormente el académico Francisco Fernández Buey publicó una carta al diario(1) indignado por este editorial en el que lo consideraba de “ignorancia supina”, “sectario”, de “manipulación incalificable”, “digno del peor revisionismo histórico”, “absurdo” y “literalmente falso”, lo que le lleva a afirmar que “que tanta ignorancia y tanta tergiversación de la historia y del presente me parecen indignas de un periódico que se quiere ‘global’”. Igualmente hizo el colaborador habitual José Vidal-Beneyto quien calificó de “simplista y sesgada” la argumentación del editorial y criticó la “agresividad de sus modos expositivos” en una carta publicada el 14 de octubre.
Otros analistas, como Ignacio Escolar en Público y Pascual Serrano, han destacado la comparación entre el editorial del pasado 10 de octubre y otro de diez años antes en el mismo periódico.
Ante esas críticas, el “defensor del lector” de El País se ha limitado a señalar que “no es tarea habitual del Defensor dar curso a las cartas que discrepan de los editoriales del diario. Ni entrar a debatir sobre la figura histórica del Che Guevara. Los historiadores desmenuzarán su vida y su obra; se levantará su bandera o se condenará su ejemplo”.
(1) http://www.elpais.com/articulo/opinion/Guevara/elpepuopi/20071011elpepiopi_13/Tes