08. La novia de Glomdal (Glomdalsbruden, 1926)
Como en el caso de Praesidenten y Die Gezeichneten, también comenté Glomdalsbruden, muy brevemente, en el hilo Cine mudo alemán a descubrir, de corta vida. Recuerdo lo dicho entonces.
Creo que con esta breve sinopsis queda claro el argumento del film, de una enorme sencillez. Como se destaca en el cartel que enlazo, la película es una adaptación de dos narraciones, “Glomdalsbruden” y “Eline Vangen”, del escritor noruego Jacob Breda Bull. De hecho, si no me falla la vista, la secuencia final de la película, en la que se muestra la boda de la pareja protagonista, se localiza en la iglesia de su pueblo natal, Rendalen, en cuyo cementerio está enterrado Bull (que murió poco después, en 1930).
Y es que Glomdalsbruden, como en su día Prästänkan, es una película rodada en Noruega, producida por la Victoria Films de Oslo. Así, Dreyer, antes de su salto a la cinematografía francesa, cierra su periplo por tierras escandinavas con una película que es, entre otras cosas, un bello retorno a la naturaleza, después de dos films tan cerrados, casi asfixiantes, como Michael y Du skal ære din hustru. Con ello, Dreyer demuestra, una vez más, ser un director con una gran sensibilidad tanto para los interiores de las casas, con sus detallistas composiciones arquitectónicas, como para los exteriores, donde las imágenes respiran y se iluminan deliciosamente.
Dreyer declaró que Glomdalsbruden “era una pequeña historia folclórica. No tengo nada especial que decir de ella”. En todo caso, su opinión es una muestra de humildad, porque si bien es cierto que argumentalmente la película, sobre todo vista hoy en día, no destaca, en su conjunto me parece un trabajo de gran madurez, con un mensaje claro que resuena a lo largo de toda la obra del danés: “el amor es un acto de Dios”.
Si necesidad de lanzar las campanas al vuelo en defensa de un Dreyer progresista, es cierto que hay elementos destacables como tales en sus películas, dentro del contexto de la época. Hasta ahora hemos visto la fragilidad de las mujeres en una sociedad patriarcal en Praesidenten; una crítica a ciertas formas obsoletas de la religión institucionalizada en Prästänkan; una disquisición sobre la presencia del mal a lo largo de los siglos, en Blade af Satans bog, sin recurrir a una visión teológica ortodoxa; la denuncia del atroz antisemitismo, lacra del siglo XX, en Die Gezeichneten; o una cierta visión de la homosexualidad, tratada con ternura no exenta de un poso amargo en Michael. Y en los dos últimos films, por un lado, en Du skal ære din hustru Dreyer defiende que la mujer, alma del hogar (su papel doméstico no se cuestiona), no puede ser maltratada; y, por otro lado, en Glomdalsbruden, nos cuenta cómo el consentimiento de la mujer es imprescindible para celebrar un matrimonio, no puede ser un mero acuerdo comercial entre familias (Berit, después de ver como su padre pacta con el padre de Gjermund, dice sentirse como si fuera una cabeza de ganado). Tampoco exageremos viendo un feminismo radical: a pesar de todo, el matrimonio ha de ser bendecido por los padres y celebrado en la iglesia, pero Berit asume un papel valiente y activo en la resolución del conflicto. Ya vendrá años después, en esas latitudes, Bergman para llevar el tema por otros derroteros.
En todo caso, más allá de lo argumental, me gusta de la película ese retorno a los exteriores, tan bien trabajados por Dreyer en Prästänkan y también en Die Gezeichneten: el viento, la fuerza del río, el cambio de las estaciones, los campos labrados, las danzas de los campesinos.
Hay algo en esa mezcla de naturaleza y amor de juventud (la carnalidad de los besos entre Tore y Berit) que me ha recordado algunos momentos de films de directores como Borzage o Vidor.
Un comentario final sobre la copia que he visionado. Se trata de una copia disponible en YouTube, bastante correcta tanto por lo que respecta a la calidad de imagen como a la banda sonora (música de piano) y a los intertítulos (en inglés y danés), aunque no son los originales. La duración es de 74 minutos, lo que hace pensar, a la vista de diferentes fuentes que le otorgan a la película originalmente 115 minutos, que probablemente faltan secuencias. No obstante, lo que se puede ver me parece perfectamente coherente, sin apreciables saltos argumentales. Por otra parte, no he encontrado en ninguna fuente referencia a cuáles serían esas secuencias faltantes. Un misterio más de los muchos que encierran los clásicos del cine mudo.
La próxima entrega, sin embargo, supondrá un cambio a primera vista radical. A continuación, Dreyer rodó en Francia la que, en mi opinión, es su primera obra maestra: La passion de Jeanne d’Arc.