Recuerdo que la primera vez que la vi iba con el aviso de clásico que tanto pesa y tanto daño hace a veces, y enseguida se evaporó: me metí de lleno en su magnífico ambiente, lo justo de realista para creérselo y lo justo de cartón-piedra para que resulte sugerente a la imaginación, en sus brillantes diálogos, en los increíbles rostros de sus protagonistas (Ingrid Bergman es el mejor ejemplo de cómo en cine se puede transmitir e hipnotizar sin una gran interpretación)...

Definitivamente, es una película que no se gasta: es de las que puedo ver mil veces, y mil veces me emocionará.